Recuerdo cuando estudiaba en la ENEP-Acatlán la licenciatura, por allá del año 1978, me daba clases de Ciencia Política y Administración Pública un profesor chileno, Miguel Escobar Valenzuela que salió de su país por los problemas políticos que se enfrentaban en ese momento y que ponían en peligro su vida, en ese entonces la UNAM dio asilo a los catedráticos de varios países de América Latina que sufrían la opresión de regímenes militares, que eran autoritarios y no permitían la disidencia. Escribió su libro Poder y Sociedad. Política y gobierno.
Afortunados fuimos los que escuchamos sus clases brillantes, las expresaba con claridad, con gran conocimiento, era un profesor que se durante la clase se pasaba las dos horas que duraba, caminando despacio por el aula, estructurando sus ideas que expresaba con luminosidad, todos los que escuchábamos nos tenía atentos a su voz, con los ojos y la mente bien abiertas para que no se nos escapara ninguna idea. Lamentablemente ya murió. Leímos a Giovani Sartori, Max Weber y más sociólogos, filósofos que trataban el tema de la política, ahí aprendí y entendí la labor de un político, querido lector quiero advertirle que no es una tarea fácil de realizar, sobre todo cuando el político tiene como misión “el servicio” entendido como el trabajo que se debe hacer en beneficio de los demás, es decir, un trabajo social, ocupación que debe realizarse con un verdadero compromiso hacía los ciudadanos. Es importante resaltar que se basa en la acción, nunca en la palabra pues la primera habla más que mil palabras, debido a que el político interviene en las decisiones que afectan a la colectividad.
Es necesario entender la gran distancia que existe entre los proyectos de los políticos que ofrecen múltiples beneficios y las consecuencias de sus acciones que causan graves daños a la sociedad, el político debe optar por un gobierno sano en la medida de lo posible, hay que pensar que cuando un político no es maduro, su conducta no va dirigida al servicio, sino a servirse, el poder lo enloquece y salen de él una gran cantidad de sentimientos nefastos como la ambición, la venganza, la crueldad, que los ciega y hace cometer grandes atrocidades en la sociedad, con un daño irreversible. Es indispensable que el político no sea mediocre, que siempre apunte hacia la razón y no a la ambición, para hacer bien su quehacer político es muy recomendable utilizar la razón, es necesario meditar, buscar las alternativas que ofrezcan las inmejorables posibilidades de obtener mayor beneficio, tener presente el fin que se intenta realizar para no desviarse y correr el riesgo de tomar el camino opuesto y así no conseguir el éxito esperado por tomar una decisión “a tontas y alocas”.
El político nunca trabaja solo, lo hace acompañado de un equipo, el cual debe compartir con él: los valores, la disciplina, la preparación y los ideales, para que sus planes tengan éxito, el equipo además necesita ser leal, honesto y comprometido. Si se logra hacer una buena selección de personas los frutos serán excelentes para él, cumplirá sus metas y para la mayoría de la sociedad porque se verá beneficiada. Es muy fácil ser un político demagogo, no es necesario entender la realidad social, menos aún sus necesidades, se dice ser llamado como el conductor de un país, por sus cualidades como buen líder, sin embargo con su discurso, su buena labia, se esconden sus verdaderas intenciones, ser mezquino, extraño a las necesidades primordiales de la sociedad, presuntuoso hacer creer que hace lo mejor, ambicioso querer cada día más poder para controlar y obtener mayor beneficio económico, sin importarles la mayoría.
Un buen político cuando asume la tarea de conducir a un país, debe “tomar los toros por los cuernos”, es decir, la responsabilidad de mejorar las cosas como están, lamentablemente en la realidad no es así, es muy fácil echar la culpa a los antecesores, de esta manera “se lavas las manos como Poncio Pilates”, ¡no señor! Si se toma la responsabilidad de dirigir un país, debe hacerse de forma responsable, porque el reto es superar lo que está mal, mejorándolo y no empeorándolo. Por ello imagine usted, las cualidades, habilidades, inteligencia, carisma, manejo de las emociones, entre otras características que es necesario que posea un político. Lo invito a que realice estimado lector un análisis de nuestros políticos y ¡sé que me dará la razón!
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