Dicen que los músicos y los cantantes tienen un oído muy desarrollado, sin embargo pienso que también la personas que tenemos un gusto por la música poseemos un sentido auditivo bastante desarrollado, no obstante que no dependamos de la música como forma de vida.
Aparte del gremio musical, pienso que las personas que saben varios idiomas o aquellas que les gusta aprenderlos, también poseen un oído muy fino, y tomando en cuenta esto podríamos pensar que es un don maravilloso, que de hecho lo es; pero, no viene solo, viene acompañado de sus cargas y pesares, ¿A qué me refiero con esto? A que al igual que las personas que tienen un olfato muy desarrollado y sufren con los malos olores, las personas con mayor sensibilidad auditiva sufren con los ruidos estruendosos, e incluso con algunos inaudibles casi imperceptibles.
Un ejemplo de esto pueden ser, sonidos que para las demás personas ni siquiera se escuchan, como una gotera en el grifo del baño cayendo en la regadera por la madrugada, o bien el arrastre de una silla, el zumbido de un mosquito, ruidos, sonidos, aullidos o ladridos de perros.
Cavilando en ello, me encontraba estacionada en un semáforo mientras un sonido constante taladraba mi razón, ¿Qué se escucha?, mientras proseguía la marcha de mi vehículo, el sonido se acrecentaba y mermaba mi cordura, tic, tac, tic, tac, tic, tac,… sin cesar, ¿Qué es? Tic, tac, tic, tac, seguía mientras yo conducía por un bulevar de tres carriles, esquivando vehículos, de pronto un claxon, me arrebató de tajo de mi vehemente casería mental de encontrar el origen del péndulo que producía tal sonido; me concentre nuevamente en el camino, apreté mis dos manos al volante y me concentré, proseguí la marcha de forma diligente y cautelosa hasta el próximo semáforo; fue entonces ya con la mente más despejada, que puede ver de dónde provenía el dichoso sonido.
El crucifijo que colgaba del retrovisor, por causa de las piedras de swarovski, la gravedad, la física y la marcha del auto, producía un sonido parecido al de un metrónomo, el aparato que se utiliza para señalar los tiempos o pulso de las composiciones musicales; o al sonido que producen los relojes con péndulo; encontrada la fuente, mi razón hizo que yo volviera en sí, pensé que una cosa mínima había hecho que me saliera de mis casillas.
Sin embargo, vino a mi mente un estudio sobre tortura que hice ya algún tiempo, en él, sobresalían las torturas rusas, entre otra, había una que consistía en dejar a una persona de pie entre paredes muy estrechas mientras le caía una gota de agua en la cabeza; aquella acción producía en las víctimas estrés físico y sicológico, a tal grado que el solo sonido de una gota, constituía tortura.
Por otro lado, ésta una de las obras maestras de Edgar Allan Poe, creada en el 1842, El Pozo y El Péndulo, en donde el renombrado autor consigue llevarte hasta el filo de la desesperación y el delirio; es uno de los cuentos de terror más espeluznantes de la literatura gótica.
No voy a cometer el sacrilegio de producir un spoiler sobre el cuento, solamente dejaré sembrada la curiosidad sobre un cuento que es sobresaliente, el cual puede usted leer en muy poco tiempo, disfrutarlos y entender un poco de lo que un sonido puede producir en la mente de un ser humano.
En artículos anteriores he recomendado series y películas que uno puede disfrutar, pero en este espacio que es el primero del año, mi recomendación es que leamos más, por ello mi propuesta es una asequible a cualquiera, además atrapa desde la primera página.
Para mi gusto, Edgar es uno de mis autores consentidos, pues ya he dejado en claro que el género de la novela gótica me apasiona; aunado a que, no hay ni una sola obra de Poe que no me haya atrapado, ni sorprendido; por el contrario, nunca me ha decepcionado, siempre me ha dejado con un gran sabor de boca, queriendo leer su siguiente trabajo, inclusive hay adaptaciones a la pantalla grande de sus obras más renombradas.
Además, hay que alentar a las nuevas generaciones a leer obras de calidad, por lo que las de Allan Poe son una excelente opción para lograr captar el interés de los jóvenes en la literatura y brinda a los lectores maduros, que por alguna extraña razón no hayan tenido su encuentro con este autor estadounidense, la oportunidad de sorprenderse con el hallazgo de un trabajo magistral.
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