El 8 de diciembre, Tim Golden, experimentado periodista que ha recibido el Premio Pulitzer, publicó en el New York Times un extenso reportaje sobre las investigaciones que llevaron a la captura y liberación del general Cienfuegos.
El texto es revelador por su detallada información y por la peculiar manera en que Estados Unidos se relaciona con su “patio trasero”: México. Golden rastrea a miembros de la DEA y a jueces y fiscales de Estados Unidos que luchan contra las drogas.
De manera implícita, asume que, a diferencia de lo que ocurre con los funcionarios mexicanos, las intenciones de los agentes de su país son siempre correctas, algo difícil de sostener en un ámbito donde abundan la sangre y el dinero.
Toda crónica incluye las prenociones del cronista. Golden despliega un complejo entramado, pero no es ajeno a la dialéctica de Buenos y Malos. Al describir el tatuaje zombie de Timothy Beck, agente de la DEA, comenta que esa peculiaridad no altera su rendimiento: su rareza es confiable.
Pero al abordar el otro bando, afirma que Mario Villanueva debe su apodo de “El Chueco” a su corrupción: su rareza es desconfiable. No hay modo de defender al exgobernador de Quintana Roo, pero ese mote no prefiguraba su conducta: lo conquistó por padecer una parálisis facial que a los siete años le dejó la cara torcida (incluso a los verificadores del Times se les escapa la tortuga).
Golden se ocupa del trabajo de la DEA en suelo mexicano, pero no le parece necesario subrayar que se trata de una operación clandestina en un país extranjero.
Cuando Calderón firmó la Iniciativa Mérida, por la que su Gobierno recibió más de 3 mil 300 millones de dólares en ayuda militar, se subordinó a la estrategia de Estados Unidos sin alcanzar éxitos (el máximo responsable de su política de seguridad, Genaro García Luna, aguarda sentencia en una cárcel de Estados Unidos).
López Obrador canceló la Iniciativa Mérida, modificó la relación de la Marina con la DEA y rechazó planes de cooperación de la Embajada. De acuerdo con Golden, esto hizo que Matthew Donahue, responsable de la DEA en el país, actuara al margen del Gobierno mexicano con el apoyo del embajador Christopher Landau, quien despachó en la oficina de Reforma de 2019 a 2021.
La DEA ejecutó una venganza política y ejerció la impunidad en suelo extranjero amparada en una excusa difícil de contradecir: la incapacidad del Gobierno mexicano para investigarse a sí mismo.
Donahue rastreó a 35 funcionarios como posibles cómplices del narco, entre ellos el Gobernador priista de Nayarit, Roberto Sandoval, que cooperaba con la banda de Los H, protegida por un alto mando militar llamado “Zepeda”, apellido materno de Cienfuegos, y logró que un juez de Brooklyn se interesara en el caso.
Su “evidencia” provenía de mensajes interceptados en los celulares de dos miembros de Los H. En uno de ellos, se describía a su “padrino” como “Salbador Sinfuego Sepeda”.
Supuestamente, el general recibía sobornos del cártel nayarita. Su forma de vida no cambió ni adquirió propiedades. Cuando Landau preguntó al respecto, los agentes convirtieron una conjetura en acusación: “esa fortuna es fácil de esconder en México”.
Poco después, la Marina pulverizó a Los H. El caso contra Cienfuegos se construyó con los mensajes de dos criminales muertos, algo no muy sólido. Donahue sabía que López Obrador no permitiría extradiciones y aprovechó un viaje del general para arrestarlo en el Aeropuerto de Los Ángeles, en octubre de 2020.
De inmediato, el canciller Marcelo Ebrard habló con el fiscal general, William Barr, quien dijo no saber del asunto, y con el embajador: “Nunca había visto a Marcelo tan alterado”, comentó Landau. Ebrard los acusó de operar subrepticiamente, sin el menor respeto por México: “¿Actuarían con Francia de ese modo?”, preguntó.
La DEA había preparado una insustancial carpeta de 700 páginas que el Gobierno mexicano publicó después de la liberación del general, para humillación de la agencia. Los textos cambian según los lectores. “The Cienfuegos Affair” tiene otro significado para quienes pensamos que México no es un patio trasero sino un país.
Golden ofrece un testimonio contundente de la invasiva estrategia de Estados Unidos y de la firmeza con que, en este caso puntual, el presidente López Obrador y el canciller Ebrard pusieron límites a la intervención extranjera.
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