Los que me conocen, saben que una de las actividades artísticas que realizó desde ya hace años es el montaje vocal de musicales para el Tecnológico de Monterrey en Saltillo.
Este trabajo me ha desvelado poco a poco las emocionantes características que conforman este icónico arte estadunidense, pero también me he visto confrontado en mis propios pensamientos en lo referente al arte y el espectáculo. No es nueva esta divergencia en las artes, claro está. ¿Es el Arte una herramienta política en la actualidad que no puede prescindir de una visión reivindicativa o puede ser Arte por el Arte mismo?
Nietzsche reflexionaba sobre algunas de estas cuestiones, Thomas Mann hacía lo suyo cuando habla sobre Bayreuth y el teatro alemán como una escuela más en la formación del hombre alemán, Oscar Wilde defiende la idea del arte por el arte. Y así, en diversas épocas ésta y otras preguntas siguen moviendo la creación artística a través de las décadas.
Sin embargo, me parece observar en el fenómeno del musical un reflejo de la sociedad que lo crea. La imposibilidad de enfrentar el drama, el dolor, la angustia en toda su expresión y la imperante e inevitable solución de romper el drama continuamente con un giro cómico que nos libere de la tensión que aún no germinaba en nuestras emociones.
Esto imposibilita la capacidad de reflexión que una obra puede provocarnos, pues apenas ahondamos en las emociones que nos calan hondo cuando inmediatamente el texto nos mueve a risa. Y me parece que ahí radica una diferencia capital que divide el Arte del mero espectáculo. Por supuesto que no es un ataque contra el espectáculo escénico y efectivo que tiene el musical, pero la frivolidad alcanza a la audiencia que la digiere en risas en momentos menos pensados: aplaudiendo, riendo y gritando como en un concierto, en momentos en los que preferiría que el drama nos rompiera.
¿Es malo esto? No necesariamente. La riqueza en el arte radica precisamente en que podemos encontrar una vasta variedad de emociones y propósitos en ella. Vaya, no pedir peras al olmo y ser conscientes de las virtudes y limitaciones de cada expresión artística. Sin embargo, en los tiempos tan convulsos que vivimos, en ocasiones nos parece culposo poder simplemente divertirnos en el arte, sin necesidad de levantar una bandera en pro de la lucha en turno.
Más sobre esta sección Más en Coahuila