Mientras continúa el misterio de cómo “El Mayo” Zambada llegó a Nuevo México, el gobierno mexicano decidió investigar por su cuenta, y no solo esperar informes de Estados Unidos.

La semana pasada, escribí aquí sobre un video que muestra un avión idéntico al que llevó a Ismael “El Mayo” Zambada a EU. Estaba en una pista en El Zorrillo, Chihuahua, controlada por la Sedena. Esta semana, la Fiscalía General de la República envió a un grupo de funcionarios a investigar a El Zorrillo. Allí, los militares saben quién aterriza y despega. O deberían saberlo. Sin embargo, fuentes federales me dijeron: los militares allí aseguraron que no sabían nada sobre el avión.

Después de la diligencia, cuando los funcionarios de la Fiscalía se aprestaban a salir del Triángulo Dorado, un grupo de civiles los interceptó. Durante seis horas, los funcionarios tuvieron que identificarse, responder a qué habían ido allí, esperar a que los civiles indagaran quiénes eran y les dieran “el visto bueno”. Después los dejaron ir, sin explicaciones.

Mientras tanto, otra oficina del gobierno federal logró rastrear una traza del avión que trasladó al “Mayo” a EU. Ubicaron el avión cerca de un pueblo montañoso a un par de horas por carretera de la capital de Chihuahua. El avión con “El Mayo” habría pasado por allí dos horas antes de aterrizar en Nuevo México. Dos fuentes aeronáuticas me confirmaron que, si el avión salió de Sinaloa, como publiqué la semana pasada, la trayectoria a EU coincide “en tiempo y ruta” con el punto en Chihuahua donde las autoridades mexicanas detectaron la traza.

Este viernes, la embajada de EU confirmó: “El Mayo” salió de Sinaloa, no de Sonora. El comunicado de EU es inusual. Muestra una extraña insistencia en que el arresto no fue una operación extranjera en territorio mexicano.

Dice la embajada de EU que Joaquín Guzmán se entregó y “El Mayo” fue llevado contra su voluntad. “No fue nuestro avión, ni nuestro piloto, ni nuestra gente. No se presentó ningún plan de vuelo ante las autoridades estadunidenses. Estamos en el entendido que el vuelo inició en Sinaloa y aterrizó en Santa Teresa, Nuevo México. El piloto no era un empleado ni fue contratado por el gobierno de Estados Unidos, ni algún ciudadano estadunidense”.

México ha dicho que no estaba enterado del arresto y no tuvo nada que ver. Sin embargo, la embajada de EU calificó la aprehensión como “una victoria grande para ambos países”, resultado de “este trabajo como socios”. Pero el “trabajo de socios” no es claro en este caso. México primero dijo que espera informes de EU, y ahora, hace su propia investigación.

El número de serie que reportó el FBI (que no ha sido informado oficialmente) me llevó a la empresa mexicana Unifin que es, oficialmente, la propietaria del avión. Una representante corporativa me dijo que “Unifin no tiene la posición ni el control de la aeronave, ni ningún derecho de operación o traslado o su paradero. Hace algún tiempo lo dio en arrendamiento. No tenemos posesión legal ni control del avión, por lo que Unifin no tiene nada que ver en eso”.

Otros documentos públicos muestran que Unifin rentó su avión a Construcciones Jebro, una empresa domiciliada en Veracruz. Los teléfonos de Jebro aparecen como desconectados y, en sus correos, no obtuve respuesta.

Otras fuentes aeronáuticas, sin embargo, me dijeron que el avión mexicano con el número de serie que reportó el FBI no parece igual al que llegó a Nuevo México. Ambos aviones son del mismo modelo, pero el mexicano tiene una sola aleta en la parte posterior, mientras el que llegó a Nuevo México tenía dos aletas posteriores. Falta ver qué confirma México, si investiga más.

Mientras tanto, en Nuevo México, el piloto Larry Curtis Parker sigue esperando una aclaración o una disculpa del gobierno mexicano, que falsamente lo acusó de haber trasladado al “Mayo”. “Estaba a punto de construir una casa en México y ahora me siento inseguro de volver. Todos cometemos errores y los oficiales mexicanos cometieron un error que le ha cambiado la vida a un hombre que ama a México”, me dijo Parker.