A mediados del siglo pasado se aproximaban las elecciones para las 38 alcaldías del estado de Coahuila de Zaragoza. El insigne maestro, don Federico Berrueto Ramón, era presidente del comité directivo estatal del Partido Revolucionario Institucional y hacía el escrutinio (un estudio de búsqueda, consulta o inspección) para seleccionar a los ciudadanos que habrían de cubrir esos puestos de elección popular.

Era una época donde el PRI era el partido único, no tenía contrincante enfrente, ni quien se opusiera a la selección de los candidatos, es más de tiempo atrás, un año o más se sabía quién sería el Presidente de la República, el Gobernador y los Alcaldes.

Aun así, hacían campaña política-electoral para que la gente conociera o reconociera quien sería sus gobernantes por los próximos tres o seis años siguientes, en mítines y reuniones con los tres pilares del PRI, la CNOP, la CTM y el sector campesino. Había comilitonas (comida en exceso) y acarreo de gente en camiones contratos exprofeso, con el clásico al campesinado y a la gente del sector popular del tradicional lonche y el refresco embotellado. Todavía no se acostumbraba la dádiva en efectivo. Desde luego el despilfarro de recursos públicos para cubrir todos los gastos inherentes a las campañas y así han transcurrido más de 80 años del famoso partido.

No faltaban los llamados “jilguerillos”, quienes arengaban a las masas con el clásico discurso para excitar los ánimos de los concurrentes, ensalzando al candidato y promoviendo el voto a su favor, entre otros en ese tiempo figuraban Óscar Flores Tapia, que luego sería Gobernador del Estado y el líder natural del barrio del Ojo de Agua Perfecto Delgado Carreón, quien ni era “perfecto, ni era delgado, era priista de hueso colorado pero vivía del pan”, si, vendía las llamadas “morelianas”, que el mismo elaboraba, en un canasto.

Y las elecciones se venían encima, ya casi tenía los nombres de los alcaldes y sus cabildos el buen maestro Berrueto Ramón, sólo falta el del pequeño municipio de Francisco Lamadrid, nombre del soldado que luchó al lado de Ignacio Zaragoza en la batalla de Puebla de 1862 cuando las armas nacionales se cubrieron de gloria al vencer el Ejército francés el número uno del mundo.

El presidente del PRI tomó el teléfono fijo (ni para cuándo los celulares) y habló con el Presidente municipal de Lamadrid para exigirle el nombre del candidato y este le respondió que nadie quería el cargo porque quitaba mucho tiempo y era poca la paga.

“¡Busque al más idóneo!”, le dijo por el auricular el profesor Berrueto. “¿El más idóneo?”, expresó del otro lado de la línea al Alcalde. “¡Sí, el más idóneo!”, recalcó el directivo del Partido Revolucionario Institucional. “¡Ah, ta’ bueno!”, y colgó el teléfono.

Acto seguido, mandó buscar al conserje del edificio y palabras más palabras menos le dijo: “Ni modo Macedonio, tú vas a ser el nuevo presidente municipal ya me lo dijo el profesor Berrueto”. El más idóneo, quiere decir el más adecuado y apropiado para algo. Dicen que Macedonio era analfabeta e hizo un buen desempeño como alcalde de la pequeña comunidad de Lamadrid, Coahuila.