Arte
Por Christian García
Publicado el lunes, 24 de mayo del 2021 a las 05:43
Saltillo, Coah.- Para Eduardo Sangarcía “la superstición es un componente básico de la sicología humana, porque es una búsqueda de chivos expiatorios a los cuales poder achacarles la culpa de las cosas que nos suceden en lo personal y a nivel social”, esa idea es explorada en diferentes niveles en Anna Thalberg (Literatura Random House, 2021), su novela debut con la que recibió el Premio Mauricio Achar 202o.
El libro relata la historia de la joven Anna Thalberg, quien de pronto se ve acusada de bruja por una de sus vecinas, esto provoca que la Inquisición vaya a su casa en una aldea alemana del siglo 16 y se la lleve a la ciudadela de Wurzburgo para su juicio. A partir de esa premisa oscura, el lector enuentra diversos puntos de vista que analizan, en mayor o menor medida, la idea del mal y sus facetas, los dominios del deseo y la avaricia, los límites del amor y la fe, el ansia de poder.
Así, Klaus, el estupefacto esposo de Anna; Gerda, la celosa vecina o el maquiavélico examinador Melchior Vogel, retratan una época histórica sumida en las tinieblas del miedo ante lo sobrenatural, pero también en una situación social a punto de estallar. Por ello, la novela se encuentra relatada desde un punto de vista plural que cuenta lo que la sociedad siente y piensa.
Así, Anna Thalberg puede leerse como un repaso de “la cacería de brujas como una concatenación de eventos que tenía que ver, no con la cuestión de si había personas aliadas o no con el demonio, sino con una cuestión religiosa, y de las luchas entre la Iglesia católica y la protestante que en ese momento empezaba a florecer. Además del malestar social de los campesinos alemanes”, comenta Sangarcía (Guadalajara, 1985) en entrevista con Zócalo.
Oscuridad interior
Pero para llegar a esa situación, en la que la sociedad oprime con su saña a una mujer, primero tuvo que haber un detonante. Aquí, es Gerda, una vecina que celosa por la juventud y belleza de Anna, la acusa ante el inquisidor de ser bruja. Una presentación de los motivos personales que llevan a la venganza, una mirada a cómo los deseos pueden ser un fuego que se escape de control causando daño a los otros.
De esta forma el relato es también un análisis de qué motiva a que muchas personas “nunca consideren que están haciendo el mal, sino que desde su perspectiva siempre están actuando de la manera correcta para conseguir los fines que consideran justos”.
Porque ¿qué otra cosa puede motivar la ejecución de 25 mil mujeres por brujería en Alemania, sino una parte oscura y latente en el ser humano? Para Sangarcía hay muchas respuestas, una de carácter filosófico en la que la idea del Mal es necesaria, y otra práctica, como un control de masas. Dos partes que se muestran en la novela a través de personajes que se delimitan por sus deseos y lo que quieren, como en el caso de Vogel quien admite que la brujería no existe, pero que la cacería de estas puede consolidar un estado católico ante la llegada de la iglesia luterana.
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El problema del mal es uno al que aún somos incapaces de darle una respuesta, y me parece uno de los temas más interesantes que tiene, por ejemplo, la filosofía y que se la ha pasado pensando con respecto a todo esto, sobre todo, a partir del holocausto. Momento en el que nos encontramos con esta noción del mal que parece no tener explicación y en el que se busca congeniar con este suceso terrible y atroz el hecho de seguir creyendo que existe Dios, por ejemplo, porque no hubo una intervención de su parte en todo ese sufrimiento.
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Entonces la cuestión del mal sigue estando bastante presente, obviamente, el mal es una fuerza que actúa en la historia pero siempre a partir del ser humano. Porque el hombre prefiere pensar que hay un ente maligno detrás de todas las cosas malas que suceden y eso les parece preferible, que pensar que todo sucede por mero azar. Prefieren pensar que todo es resultado de fuerzas ciegas”, apunta el autor.
Otros temores
Por ello la superstición existe. Aún ahora, en la modernidad, los rumores se esparcen como pólvora, y la actual pandemia los ha visibilizado, apunta.
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Las personas buscan siempre explicaciones fáciles a estos eventos, porque hay tanta efervescencia social y problemas que se acumulan, que la respuesta fácil es echarle la culpa a un ente que se encarga de producir toda esta discordia, digamos la influencia del demonio, quien está tomando a un cierto número de personas a quienes lleva a cumplir sus ideas y sus deseos de dañar a la humanidad. Entonces eso da cierta calma a las personas.
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En este tiempo de pandemia hay muchas personas convencidas de que hay una conspiración en marcha, de que toda esta cuestión de la enfermedad es un engaño para obligarnos a ponernos esta vacuna buscando otros fines, muchas veces también malignos o diabólicos, y es lo mismo, porque es una situación que escapa de nuestro control y nos pone en riesgo a todos, nuestro mundo de cabeza y buscamos a quién culpar. Estas personas tienen a Bill Gates o a George Soros detrás de esta puesta en escena, y con eso se explican porqué las cosas van tan mal”.
Si bien en Anna Thalberg es quien sufre la tortura y la humillación, no fue la única. Porque muchas de esas acusaciones no fue motivada solo por la misoginia, sino también por la xenofobia, la pobreza y la vejez, en fin, por el miedo al otro.
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La cacería de brujas fue, indudablemente, un momento en el cual la misoginia saltó mucho a la vista, pero no fue el único fenómeno de discriminación que apareció entonces y que continúa hasta el día de hoy. Porque unida a ella está también el desprecio al extranjero, la idea de que Anna no es de la aldea y por eso no puede integrarse al cuerpo social y que por eso sigue siendo vista con recelo”, concluyó.
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