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Coahuila

El juicio de INRI

Por Alfonso Yáñez Arreola

Hace 3 semanas

A una persona en circunstancias de Jesús de Nazaret, rey de los judíos; de ser mexicano en los días actuales, se le hubieran violado más de cincuenta garantías constitucionales. Las grandes aportaciones del Derecho Romano que hoy aún son imprescindibles de cursar para los estudiosos del derecho, se refieren a lo que conocemos como Derecho Civil, instituciones jurídicas precursoras por la sabiduría romana; pero el Derecho Penal romano hoy no se estudia, era tan primitivo y salvaje como lo fue en las demás culturas de la antigüedad.

En Roma, el emperador Tiberio, el prefecto Poncio Pilato y el sacerdote Caifás, no violaron las garantías constitucionales de Jesús de Nazaret, porque estas no existían y ellos no supieron el significado ni alcance de una garantía constitucional y ni siquiera lo que era una constitución. A Jesús no se le respetó ningún principio jurídico y se le mató como a todas las personas ejecutadas bajo los procedimientos penales de entonces: a puro gusto y capricho. ¿Qué sucedería si el juicio más famoso de la historia no hubiera ocurrido hace más de dos mil años, sino esta misma semana del 2025? ¿Qué pasaría si un joven idealista, de mirada serena y verbo profundo, fuera detenido hoy por predicar amor en tiempos de poder, por sanar sin permiso, por poner en jaque al poder público? Sería viral la historia.

Su imagen circularía en memes, reels y cadenas de Whats-App. Lo acusarían de agitador social, de enemigo del orden, de charlatán. Algunos medios lo señalarían como una amenaza a la estabilidad; otros, como una víctima de persecución política. Pero todos, absolutamente todos, lo explotarían para ganar clics.

La detención no sería distinta a tantas otras: nocturna, sin orden clara, con uso excesivo de fuerza. Lo exhibirían esposado, aún cuando no opusiera resistencia. Los noticieros de la mañana pondrían su rostro al lado del cintillo “Capturado líder radical”. En redes, el juicio ya habría comenzado: #JesúsRevolucionario para unos, #JesúsFraude para otros.

Su juicio sería público, sí, pero no en tribunales sino en plataformas digitales. Opinólogos sin formación jurídica dictarían sentencia antes de escuchar los cargos. Los que deberían guardar silencio, fiscales, jueces y autoridades; darían entrevistas, filtrando información, sesgando la verdad.

Los testigos serían seleccionados, manipulados o anónimos. La defensa tendría poco tiempo para preparar el caso. Las audiencias estarían llenas de irregularidades. Las cámaras lo seguirían todo: su silencio, su mirada, su serenidad frente al linchamiento moderno. Su dignidad sería interpretada como arrogancia; su prudencia, como evasión. Pilato no sería un prefecto romano, sino un funcionario judicial atrapado entre la ley y la presión política. Haría una conferencia de prensa para decir que no encuentra culpa en el acusado, pero dejaría la decisión “al pueblo”. Un pueblo manipulado, desinformado, dividido. El mismo pueblo que días antes lo aclamaba, ahora gritaría: ¡Crucifíquenlo! Aunque no usen clavos, sabrán cómo destruirlo.

El bandolero Barrabás, por supuesto, también estaría en la agenda. No sería un ladrón cualquiera: tal vez un delincuente de cuello blanco, o un influencer famoso. Lo elegirían a él, porque en tiempos de espectáculo, el que grita más, gana.

En este juicio moderno, no habría redención ni compasión. Sólo rating, sólo ruido. Sólo justicia convertida en teatro. Entonces, cuando todo terminara y el sistema se sintiera victorioso, quizás una pregunta flotaría en el aire: ¿Realmente ha cambiado algo en más de dos mil años?

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