Como ya se hizo costumbre en los últimos seis años, bajo el Gobierno del morenista Rutilio Escandón, Chiapas vuelve a ser noticia por la tragedia de inseguridad y violencia que está asfixiando a los habitantes de todo el estado.
Esta vez fue un grupo de soldados del Ejército que, en una supuesta confusión que ayer fue reportada por la Sedena, dispararon en contra de una camioneta en la que transportaban migrantes de distintas nacionalidades, asesinando a seis extranjeros indocumentados porque, según la versión militar, mientras perseguían a la camioneta, que creyeron que era de narcos, “escucharon disparos” y reaccionaron disparando a matar.
La escena retrata muy bien el drama que vive Chiapas en todas sus regiones, lo mismo en el norte del estado que en la frontera sur y en la zona de Los Altos, en donde los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, con sus distintas facciones locales, llevan más de tres años librando una guerra despiadada en la que se ve inmersa e involucrada la población civil; sin que ni el inepto gobernador Rutilio Escandón, ni el Gobierno federal que encabezó el expresidente López Obrador hicieran nada para detener los enfrentamientos armados que han arrasado a comunidades enteras, provocando desplazamientos y hasta migración de chiapanecos a Guatemala en busca de la paz y la seguridad que no les dan en su estado y en el territorio mexicano.
Los soldados que dispararon y mataron a seis migrantes e hirieron a 10 más el martes pasado en el tramo carretero entre Comatitlán y Huixtla, en la frontera sur con Guatemala, argumentan que la camioneta de redilas –“como las que usan los grupos delincuenciales en la región”, dice la Sedena en un comunicado– no se detuvo cuando le marcaron el alto y por eso empezaron a perseguirla, disparando directo en contra del vehículo, en cuya caja viajaban hacinados los migrantes de distintos países.
La propia Sedena asegura que dos militares fueron ya separados de sus funciones por estos asesinatos y puestos a disposición de la Fiscalía General de la República.
Lo más extraño del grave incidente reportado ayer por el Ejército, es que nunca se ha sabido que en Chiapas, en medio de la violencia y la guerra de cárteles que vive el Ejército, los soldados persigan o enfrenten a los narcotraficantes que se pasean a sus anchas, amedrentando a la población, secuestrando a jóvenes para usarlos como sicarios y hasta cobrándoles derecho de piso a pueblos enteros sólo por vivir en sus casas, como sucedió en municipios como Chicomuselo, Socoltenango, La Condordia y Frontera Comalapa, en donde comunidades enteras fueron abandonadas por sus pobladores, ante la violencia narca, convirtiéndose en pueblos fantasma.
Según el periodista chiapaneco, Isaín Mandujano, director de Paralelo Chiapas, unas 4 mil 500 personas abandonaron sus comunidades y huyeron a buscar refugio en otras regiones de la frontera sur, ante las violentas disputas de los narcos y la nula ayuda de las autoridades estatales y federales.
Comunidades como La Pinta, Nueva Morelia, San Antonio, El Ocotlán, 20 de Noviembre, Galicia, Jolentón, Nueva Piedra Labrada, Zacoalpa y Piedra Labrada se vaciaron completamente y sus habitantes se desplazaron hacia Tuxtla Gutiérrez, Comitán, Tijuana o incluso a los Estados Unidos.
Y si eso pasa en la frontera sur de Chiapas, en el norte del estado la situación no es muy distinta. En Palenque y Ocosingo los grupos criminales controlan comunidades enteras cobrando extorsiones y amedrentando a la población, los ataques en comunidades indígenas han crecido en este año y en otros municipios como Tila, Salto del Agua y Tumbalá, limítrofes con Tabasco, se reporta un aumento de secuestros y homicidios, al grado que el expresidente López Obrador tuvo que posponer su retiro a su paraíso personal en “La Chingada”, porque desde el Ejército le dijeron que no había condiciones de seguridad para que se fuera a vivir a su rancho.
La violencia en Chiapas también invadió la zona de Los Altos, que fuera de influencia del EZLN, y se llenó de presuntos “guardias comunitarios” fuertemente armados y que fueron financiados y creados por los dos cárteles en disputa para controlar territorios.
San Cristóbal de Las Casas, la segunda ciudad más importante del estado, lleva casi todo el sexenio de Rutilio Escandón sumida en la violencia, balaceras, extorsiones, tráfico de armas y tráfico de drogas en todos los bares y restaurantes turísticos, que se disputan los grupos de pandilleros denominados Los Motonetos y el Cártel Chamula, que han protagonizado violentos enfrentamientos, balaceras y disputas en pleno “pueblo mágico” y destino turístico internacional.
Mientras todo eso lleva al menos cuatro años sucediendo y la violencia narca asfixia y expulsa a los habitantes de las distintas regiones del estado, provoca cancelaciones de actividades turísticas por parte de agencias que le piden al turismo europeo y nacional “no viajar a esas zonas porque no hay condiciones de seguridad”, el gobernador Rutilio Escandón aparece no sólo como negligente e inepto, sino también insensible ante la tragedia que vive su estado.
Al Mandatario, que llegó al cargo por ser cuñado del senador Adán Augusto López y esposo de la fallecida funcionaria del SAT, Rosalinda López, se le ve todos los días en eventos insulsos y ataviado con indumentarias indígenas, ya sea cortando un listón, entregando ayudas sociales o inaugurando cualquier obra pequeña, actividades por las que paga millonarios contratos de publicidad a televisoras nacionales, pero nunca se le ha visto acudir a las comunidades abandonadas o a los territorios donde se libra la guerra de cárteles y cuando los periodistas le preguntan por la violencia, suele minimizar o de plano negar la realidad lacerante que están viviendo los chiapanecos.
No es gratuito que, entre los habitantes de su estado, lo mismo del norte, que del sur o de la capital Tuxtla Gutiérrez, ya se mencione el nombre de Rutilio Escandón como “el peor Gobernador que ha tenido Chiapas en su historia” y eso que ese era un título difícil de ganar por lo disputado del deshonroso nombramiento. Y mientras tanto el que se fue –o al menos eso dice–, en varias conferencias mañaneras lamentó la situación que vivía Chiapas y reconoció que era grave lo que estaba pasando, como el 13 de septiembre pasado, cuando en su mañanera López Obrador aceptó que “hay enfrentamientos entre los grupos (cárteles del narco) en Chicomuselo, Frontera Comalapa”, pero solo dijo que “estamos procurando que no se den esos enfrentamientos”, aunque la ayuda federal nunca llegó a esas regiones olvidadas.
Así que Chiapas hoy es, literalmente, una zona de guerra del narcotráfico, igual que Sinaloa, Zacatecas, Michoacán, Guerrero, Nuevo León y muchos otros estados. Pero extrañamente, entre la ineptitud y la negligencia de su Gobernador y la indolencia del expresidente, a nadie le ha importado ayudar a los chiapanecos que justo hace unas semanas, el 14 de septiembre, celebraban la adhesión del territorio chiapaneco a México, conocido como la “mexicanización de Chiapas”. Y no faltó en medio de esas celebraciones algún chiapaneco crítico y realista que dijera: “Visto, lo visto, quién sabe si nos hubiera convenido mejor quedarnos en Guatemala”… Los dados mandaron Serpiente Doble. Caída libre.
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