Saltillo
Por
Edith Mendoza
Publicado el domingo, 2 de febrero del 2025 a las 04:00
Saltillo, Coah.- Resistiéndose a la tentación de la modernidad, contra todos los pronósticos, el hotel Rancho El Morillo se aferra a sobrevivir en esta región industrial. Se trata del hotel más antiguo de la zona metropolitana, que con poco más de 90 años de trayectoria forma parte de la historia de nuestra ciudad.
En medio de las prisas que atiborran esta región, apostado al sur de la ciudad, envuelto entre una capa de árboles, es lo más parecido que hay a viajar en el tiempo hacia la primera de mediados del siglo pasado.
“Muchas historias han pasado por este hotelito que originalmente se llamaba Campo Turista El Morillo”, dijo doña Norma Rodríguez, directora del hotel Rancho El Morillo.
Doña Norma Rodríguez es una de los descendientes de don Francisco Narro Acuña, quien en la época post revolucionaria, llegó aquí buscando un espacio que beneficiara la salud de uno de sus hijos. Desde entonces, varias generaciones de esta familia tuvieron la suerte de crecer entre estos árboles, a la par que se desarrollaba este negocio de alojamientos.
Aunque no se tiene con precisión la fecha del inicio de sus operaciones, con viejas cartas y fotografías en blanco y negro que datan de principios de los años 30, donde se puede ver a don Herminio Rodríguez y las habitaciones de fondo, se estima que ya superó sus primeros 90 años.
Un pedazo del paraíso
En una de sus cartas, Miss Sparrow dedica varias páginas para describir con letra cursiva a este “pedazo del paraíso”: “Una bella carretera va de Saltillo a la escuela de agricultura, hay vistas de las montañas y llanuras de cada lado, y de algunas casas de adobe… Aproximadamente a media distancia hay un cartel: ‘El Morillo’… Cómo imaginar que ahí, al fin de un camino escabroso y sinuoso, llegaríamos a un lugar que es la respuesta de todas las aspiraciones de una viajante”.
Por esos días, de manera improvisada, una turista extranjera maravillada con este lugar, solicitó hospedaje en esta propiedad a doña Francisca Narro Gómez y su esposo Herminio Rodríguez, quienes con cuatro hijos que sacar adelante, consideraron la idea de hospedar a las familias de extranjeros.
Previamente ya recibían algunos grupos para retiros espirituales, quienes celebraban misa en la pequeña capilla en honor al Sagrado Corazón, que sigue en pie tras 100 años de existencia. Edificada con adobe y su fachada recubierta de ladrillo, esta capilla que conserva sus piezas originales fue consagrada por el obispo Jesús María Echavarría en 1924, un claro reflejo de la devoción católica de esta familia.
Un escape a la naturaleza
Hubo una época desde la década de los 30, y hasta los 80, cuando Saltillo era muy visitado por turistas texanos. Muchos de ellos eligieron esta propiedad para escapar del calor de la primavera y el verano.
En la estufa de hierro macizo que ahora decora la cocina de esta propiedad, doña Francis, junto a su querida cocinera Nicolasa, preparaban alimentos caseros como mantequilla, requesón, jaleas, cajetas y sus tortillas de harina. Los visitantes disfrutaban también de la pileta de riego que con el tiempo se convirtió en alberca.
A doña Francis no le gustaba eso de cobrar, pero obviamente era necesario. Su hermana Sarita le recordó en una de sus cartas que “a doña Consuelito, le mandé decir con Jesús que a ti te dará mucha pena cobrarle, pero que fueron 25 pesos por persona, pues yo hice la cuenta; 3 pesos diarios por persona, con comida y demás, serían a la semana 21 por persona, y la criada les sale a mas o menos 3.50 diarios”.
“Hemos hecho relaciones muy bonitas con los trabajadores, con los huéspedes. De aquí han salido los grandes amigos que todavía conservamos”, externó Norma.
“Me acuerdo mucho de mister Quait, porque nos traía, siempre, dulces a nosotros que éramos los niños. Siempre en la mañana nos daba un chicle y era un sueño, de esos tiempos en que no existía todo lo que hay ahorita, que hay de todos los dulces de todos los sabores”, dijo.
Saltillo tradicional
Con sus gruesas paredes de adobe, las primeras siete habitaciones fueron espacios adecuados que anteriormente eran desde el cuarto de trabajadores, el espacio del lechero y un aula educativa. Hoy en día son 14 habitaciones que guardan una pizca del Saltillo tradicional, que se contuvieron, hasta hace poco, a ser conectadas al internet.
La propiedad se mantiene como un pulmón de la ciudad, rodeada de árboles, como álamos, truenos, pinos, magueyes y biznagas, en donde todavía revolotean algunos carpinteros y colibríes.
La tranquilidad del lugar, además de ser un escenario para eventos sociales, lo convierte también en un espacio ideal para la capacitación y seminarios que organizan empresas de la región, quienes hacen uso del salón para conferencias.
Sobrevivió a grandes sacudidas
A sus 90 años, el hotel El Morillo ha logrado sobrevivir a las constantes sacudidas económicas y la evolución del mercado que siempre va de prisa, sin embargo, podrían ser las últimas. Mientras que no se prepara un relevo generacional, la ubicación que un día fue la ventaja competitiva de esta propiedad, al día de hoy con el desarrollo industrial de esta zona metropolitana pareciera jugarle en contra.
“En parte no nos ha ayudado mucho la ubicación, aunque era el lugar más padre para vivir de Saltillo, que es el sur, no nos ayuda mucho el desarrollo que se ha tenido… Seguimos echándole ganas… “No sé cómo llegamos hasta aquí, ha sido a base de mucho trabajo… Siempre esperando sobrevivir un año más, pero yo me había fijado llegar a los 90, ya llegué”, dijo con nostalgia.
Un rincón de tradición
El hotel Rancho El Morillo es un testigo vivo de la historia de Saltillo, un refugio que ha resistido el paso del tiempo y de las transformaciones de la ciudad. Sin embargo, su futuro es incierto. Mientras la modernidad avanza, este rincón de tradición lucha por mantenerse en pie, aferrado a su esencia.
Refugio de artistas
Pero El Morillo también fue el lugar favorito de escritores, artistas, fue el refugio de los primeros grupos de paleontólogos de Dynamation, quienes exploraban en Rincón Colorado; recibió a los artistas de Artescénica, y durante muchos años, acogió al grupo de pintores de Reese Kennedy, quienes inmortalizaron los rincones del hotel y sus alrededores en sus lienzos.
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