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El gran reemplazo

Por Columnista Invitado

Hace 1 mes

Por: Paola Rojas

Hace poco más de una década se publicó una novela de Renaud Camus llamada El Gran Reemplazo. En ella lanza una teoría de la conspiración según la cual la Europa cristiana y blanca estaría en riesgo por la invasión de inmigrantes africanos. Paradójicamente, este autor francés que fue parte de la izquierda cultural de su país y defensor de los derechos de los homosexuales, es hoy referente para los supremacistas blancos de todo el mundo. Y es que en su texto habla de “una colonización demográfica que amenaza con modificar la cultura y la esencia del pueblo europeo”.

En los Estados Unidos, algunos radicales de derecha han tomado estos conceptos y los han adaptado a su realidad. Denuncian que los integrantes del partido demócrata promueven la llegada de migrantes para “reemplazar” a los blancos anglosajones. Señalan que con ello se pone en riesgo su poder económico, político y cultural.

El joven senador elegido para contender como vicepresidente junto con Donald Trump, J. D. Vance, ha crecido políticamente difundiendo esas ideas y ha promovido iniciativas que frenan la inmigración. Se trata de uno de los representantes más radicales del partido republicano. De hecho, en cuanto se anunció que sería el compañero de fórmula del expresidente, sugirió impulsar una deportación masiva de migrantes ilegales.

Además de calificar a la mano de obra barata como una amenaza para el mercado laboral de los suyos, ha culpado a los inmigrantes por la crisis de opioides que hay en su país. Ligar el tráfico de fentanilo con los criminales extranjeros no es faltar a la verdad, así que en eso ancla su discurso para difundir miedo. Los mensajes radicales tienen un mayor alcance cuando existe fragilidad e incertidumbre. El miedo siempre ha sido una muy potente herramienta política en las contiendas electorales y Vance se ve dispuesto a utilizarlo.

En campaña se dicen muchas cosas, la clave es lo que ocurre una vez que llegan al poder. Ya sean republicanos o demócratas los que ganen la elección, quien gobierne tendrá que buscar un equilibrio entre seguridad fronteriza y prosperidad económica.

Hay actividades como la construcción y la agricultura, que dependen estrechamente de los trabajadores ilegales. Deportarlos masivamente generaría una crisis en varias industrias y crearía un grave déficit de recursos humanos. Hay aproximadamente ocho millones de personas con estatus migratorio irregular trabajando hoy en la Unión Americana. Según el Pew Center, representan casi el cinco por ciento de los trabajadores totales en Estados Unidos. Se ha comprobado que hasta Trump ha empleado a migrantes ilegales en su campo de golf en Bedminster, Nueva Jersey.

Adicionalmente, los bajos salarios que reciben esas personas que Vance deplora, permiten que Estados Unidos no tenga aún más presiones inflacionarias. Sin los trabajadores extranjeros subiría el costo de la mano de obra, y con ello aumentaría de precio todo lo demás.

No es verdad que los inmigrantes ilegales les quiten el trabajo a los estadounidenses; la realidad es que hacen las labores que nadie quiere hacer y por salarios que sus ciudadanos jamás aceptarían. Por eso son perseguidos en el discurso, pero tolerados en los hechos: porque su presencia conviene a la economía.

Por otro lado, el inmenso problema de salud y seguridad que enfrenta la Unión Americana por el consumo de drogas tan letales como el fentanilo, no puede atribuirse únicamente a los grupos criminales extranjeros. Hay que recordar que esos grupos tienen socios estadounidenses que son cruciales para la logística de la distribución y venta, que en ese país obtienen las armas que les dan fuerza y, sobre todo, que es allá donde lavan gran parte de su dinero. Si su sistema económico no diera cabida a las enormes ganancias que el mercado de las drogas genera, los cárteles no tendrían el inmenso poder que tienen.

Es muy simple: todo se reduce a dinero. Mientras convenga a la economía estadounidense, seguirá habiendo migración ilegal y tráfico de lo que sea que el mercado demande. Será así digan lo que digan, y gane quien gane.

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