Aunque para los mexicanos las fechas más significativas de esta celebración del Día de Muertos son el 1 y 2 de noviembre, debemos reconocer que es desde el 28 de octubre que el pueblo se empieza a preparar. Y es que se cree que desde entonces hay almas que bajan para estar en este plano. Ese día se ofrenda a los fallecidos de manera trágica, es decir, por violencia o accidentes, y el 30 y 31 son días dedicados a los niños que murieron sin haber sido bautizados.
Según el calendario católico, se designó el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos y corresponde a los niños o muertos, mientras que el 2 de noviembre es llamado el Día de Muertos, es decir, todos los adultos. Al tiempo de lo anterior, cada 31 de octubre en el mundo, se celebra la Noche de Brujas, también conocida como Halloween. El festejo de Halloween tiene más bien relación con demonios, fantasmas y brujas, los cuales vienen a nuestro mundo a comprar almas, o a cobrar a quienes ya se las habían vendido, según reza la leyenda que dio origen a esta tradición.
Pues bien, todo lo anterior viene al caso, dado que en los últimos días pareciera que, acorde con estas macabras fechas, los mexicanos empezamos a pagar por haber vendido nuestra alma y nuestro futuro. Por si usted no lo sabía, le comento que, hace dos días, los diputados de Morena y los de sus aliados, aprobaron en la Cámara de Diputados la llamada “supremacía constitucional”, con la que modificaron los artículos 105 y 107 de la Carta Magna, para establecer la improcedencia del juicio de amparo contra adiciones o reformas constitucionales, además de anular las controversias o acciones de inconstitucionalidad, de manera inmediata; hasta el momento que esto escribía, ya 20 congresos locales, todos con mayoría de Morena, la tenían aprobada.
Con esta reforma, nuestra Constitución ahora más o menos dice que las normas relativas a los derechos humanos se podrán interpretar, pero en ningún caso pueden ser inaplicadas por medio de control de convencionalidad; también dice que las reformas y adiciones a nuestra Constitución no podrán, en ningún caso, combatirse con juicio o recurso alguno.
Como es de verse, esta suicida reforma tiene tres vertientes: la primera se refiere a lo ya mencionado, cuando se establece en el artículo uno que no es posible inaplicar una ley a través de la convencionalidad; la segunda parte se refiere a la imposibilidad de cuestionar una reforma constitucional a través del amparo o cualquier recurso, lo que significa que, a partir de ahora, lo que diga el partido en el poder, será ley suprema, lo que significa que podrán poner y quitar de la Constitución lo que quieran y, como dijo Noroña, ni Dios Padre encarnado podrá revisar esas decisiones; y la tercera y última parte, son los transitorios donde se señala que todos los juicios que actualmente estén en trámite cuestionando la constitucionalidad de esta reforma, o sea la reforma judicial, quedarán sin materia y serán sobreseídos.
Con todo lo anterior aprobado por el partido en el Gobierno y su camarilla, se violentan garantías individuales, principios constitucionales, convenciones y tratados internacionales y hasta la doctrina monista del derecho internacional como sistema jurídico unitario con identidad propia, con lo que queda claro que, en este Halloween, el diablo vino a cobrar, porque evidentemente el pueblo sí le vendió el alma.
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