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Coahuila

El derecho a dar y recibir amor

Por Irene Spigno

Hace 3 meses

Todas las personas, de una u otra manera, a lo largo de nuestras vidas, buscamos el amor. Hay personas que pueden ser muy románticas e, incluso bajo las influencias de las ideas más populares, buscan el gran amor de la vida. Y puede haber quien pone amor en todo lo que hace, no solamente en su relación de pareja, sino en su familia, en sus amistades, en su trabajo e, incluso, en su cotidianidad, al interactuar con personas desconocidas.

No hay duda alguna de que el amor, en sus múltiples y diversos significados, es el motor que mueve el universo.

Sin embargo: ¿existe un derecho al amor? ¿O algún tipo de garantía o herramienta jurídica que nos obligue a dar amor y proteja el derecho a recibirlo? Si buscamos en cualquier documento jurídico (llámese tratado internacional, constitución, ley, decreto u otro), no encontraremos ninguna disposición específica en ese sentido.

Sin embargo, todos los derechos humanos que tenemos reconocidos y protegidos de alguna forma pueden ser considerados como aristas de un más grande y complejo derecho al amor. Claro, no me estoy refiriendo a la idea de amor romántico entre parejas. Creo que concebir el amor como exclusivo y propio solamente de las relaciones de pareja sería demasiado limitado.

Hace unas semanas, tuve el privilegio de asistir a una hermosa boda. El sacerdote que oficiaba la ceremonia religiosa se dirigió a los novios con una de las preguntas más fáciles y, al mismo tiempo, difíciles de siempre: ¿qué es para ti el amor? Seguramente, todas las personas que asistimos a ese evento tan especial, en ese mismo momento nos hicimos la misma pregunta. Y yo, querida persona lectora, te la dirijo a ti: ¿qué es el amor?

Para mí, el amor es cuidar, apoyar, estar, escuchar, respetar, comprender y también, en ciertos momentos, poner límites cuando vemos que hay personas, situaciones o cosas que nos quitan la paz y nos hacen daño. Estoy consciente de que se trata de una definición muy reductiva, pero esto es lo que suele pasar cuando tratamos de describir con palabras lo que nuestro corazón vive y siente.

Al final, el derecho es la herramienta que permite reglamentar la convivencia entre las personas y las sociedades con el objetivo de garantizarnos una vida ordenada y pacífica. Y, aunque no tengamos un derecho al amor explícitamente reconocido como tal, sí hay herramientas jurídicas que nos protegen al momento de dar y recibir amor.

Si reflexionamos un poco más a profundidad, todos los derechos representan una forma de amor. Proteger la vida, las libertades personales, el trabajo, la salud, la educación, la vivienda, etc., es la forma de amar que el derecho tiene mediante la protección de bienes jurídicos fundamentales para que cada ser humano pueda vivir su vida como lo desea.

Sin embargo, las personas tenemos libre albedrío: nosotros decidimos cómo nos comportamos y cómo nos movemos por el mundo. Elegimos qué tipo de personas queremos ser. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de decidir cada día de nuestras vidas si queremos ser personas que damos amor o si queremos recibir el amor que nos dan.

Esto es lo único que el derecho no puede hacer. Es decir, no puede obligarnos a amar o a ser amados. Esto depende de cada uno de nosotros.

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