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Coahuila

El costo de los errores

Por Irene Spigno

Hace 2 meses

Todas las personas nos equivocamos en la vida. Somos seres humanos y no somos infalibles. Podemos cometer errores, no sólo una vez, sino muchas veces.

Algunos errores son casos aislados. Por ejemplo, cuando hacemos algo por enojo o impulso.

Sin embargo, con frecuencia cometemos errores recurrentes a lo largo de nuestra vida, y repetimos el mismo patrón.

Una de las cosas más difíciles para la mayoría de las personas es aceptar y reconocer que se equivocan. Casi siempre, la primera reacción es de negación. Buscamos todas las justificaciones posibles e imaginables para no admitir que el error ha sido nuestro. Principalmente culpamos a otras personas, a las circunstancias externas, e incluso, las personas más creativas, culpan al clima astral y a los planetas retrógrados.

Nos cuesta mucho mirarnos a nosotros mismos y reconocer que fuimos quienes nos equivocamos. Porque aceptar esta verdad puede doler, ya que nos obliga a enfrentarnos con nuestra fragilidad.

En italiano existe el dicho “Chi rompe paga e i cocci sono suoi”, que significa “Quien rompe paga, y los pedazos son suyos”. Es el principio básico de la responsabilidad jurídica: cada quien debe hacerse responsable de lo que hace. Salvo situaciones particulares, cada persona es responsable de sí misma y debe asumir las consecuencias de sus acciones.

A menudo, nos cuesta aceptar las consecuencias de nuestros actos y preferimos evitarlas. En lugar de pensar en lo más justo que deberíamos hacer (lo que normalmente coincide con lo que nos gustaría recibir si las partes estuvieran invertidas), por cobardía o inseguridad, preferimos seguir cometiendo errores. Porque, sí, es un error (y grave) no asumir las consecuencias de nuestras acciones.

Podemos equivocarnos muchas veces. Y no hay nada malo en equivocarse. La sutil línea entre lo que es bueno y lo que no lo es radica en lo que decidimos hacer con nuestros errores.

Podemos fingir haberlos entendido y pedir disculpas sin ninguna intención de cambiar nuestro comportamiento. También podemos negar que nos equivocamos, tanto ante los demás como ante nosotros mismos, para tranquilizar nuestra consciencia. O podemos exigir que alguien más asuma el costo de lo que sabemos que es nuestra responsabilidad.

O bien, podemos aprender, decidir cambiar, y asumir nosotros mismos el precio de nuestros errores.

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