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Coahuila

El colegio como epicentro de la civilización en Saltillo

Por Luis Carlos Plata

Hace 3 horas

Suponiendo que aún somos seres gregarios (es decir, que nos gusta vivir en grupo) y que compartir un territorio determinado en el tiempo y el espacio, en este caso Saltillo, nos ‘hermana’, ¿cuál es el ideal social en El Valle de las Montañas Azules en pleno 2025?

¿Se ha preguntado usted lo anterior alguna vez? Replanteado de otra forma: ¿A qué aspiran los que aspiran?

Si nos basamos en el canon oficial, el “clima benigno” que presume su escudo de armas municipal es evidente que ya no existe. La “tierra rica” tampoco, a juzgar por la escasez de agua. Los “hombres fuertes”, ejemplificados por “Los siete magníficos” (Francisco de Paula Mendoza, los hermanos Federico y Roque, de apellidos González Garza, los hermanos Vito y Miguel, de apellidos Alessio Robles, Artemio de Valle Arizpe, y Julio Torri) nacieron hace 150 años en promedio, y el más próximo falleció hace 55 años.

Hace décadas ya que Saltillo dejó de ser la villa del pan de pulque y los tamales. Hoy la vida, parafraseando a Kundera, está en otra parte.

Por ello, en nuestro contexto, ¿existe un acuerdo colectivo tácito sobre quién haciendo qué ha triunfado, pues con ello ha logrado -se podría decir- llegar a la cumbre más alta de la civilización?

Cito un parámetro material: Mercedes Benz + Jardines de Versalles + Colegio Americano, supera la fórmula Mazda + San Patricio + Colegio Cumbres, y se equipara con BMW + San Carlos + North Hill.

El éxito social demanda un comportamiento, y la “receta” puede ser intercambiada con múltiples variables en un ejercicio infinito de categorización local, como las “pinturas de castas” o “cuadros de mestizaje” que existieron en la Nueva España.

Ahora bien, ni es un fenómeno propio de la ciudad, ni es nuevo. Desde el Calmécac, la escuela para los nobles mexicas, en Tenochtitlan, hasta la actualidad, la educación es asunto de clase. El atavismo cultural sigue presente, aún en la época de la presunta y pretendida igualdad.

Mientras la mayoría recibe un ligero barniz educativo y ciertos modales para civilizarles un poco y adaptarles al medio, en tanto les entretienen como guarderías durante media jornada, una minoría creciente ve oportunidad de negocio en la interacción que ocurre al interior de los colegios privados. Una ocasión para escalar (o trepar, según se vea) por la escalera social.

Todo mundo aspira a sentarse junto al pupitre del influyente, en el entendido de que siempre hay alguien que lo es más que uno, y la fortuna se transmite por contacto; como si se tratase de un virus o el juego infantil de “la traes”. De ahí surgen relaciones de pareja que son relaciones mercantiles. Nada nuevo bajo el sol, o la historia de la humanidad en una cáscara de nuez. “El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”, es un refrán practicado desde tiempos inmemoriales.

Hiking —como llaman los aspiracionistas a subir cerros— social.

 

Cortita y al pie

Sin embargo el juego no es limpio y lineal, sino bordeado de apariencias. El grueso poblacional en Saltillo no depende ni de los terratenientes ni de las familias de dinero viejo (en ambos casos, generacionalmente venidos a menos). Por el contrario, como toda metrópoli en ciernes, sobresale una nueva burguesía urbana, empresarial y comerciante que vive tentada por los bienes de consumo pero no tiene ahorros; tiene acceso al lujo, aunque dificultades inmensas para costeárselo.

Es la clase media y sus limitaciones, o el ciclo de pagar deudas que le permiten dejarse ver de vez en cuando aspirando a ser lo que no es, bajo la lógica de que cualquier hijo de vecino puede situarse en la escala social y abrirse las puertas a través de las maneras y las apariencias.

El epicentro del fenómeno, en ese sentido, son los colegios. Entrar en ellos, al costo que sea. Y si bien estos ofrecen una ideología inestable, fundada en saberes contradictorios como liberalismo en lo económico y conservadurismo en lo político y social, el trasfondo e interés es otro: la división que propician entre quien puede pagar, y quien no.

Más que preparar ciudadanos llamados a gobernar (basados en esa premisa, por consecuencia, quienes se hallan fuera del círculo —aunque en la misma comunidad— aspirarían sólo a ser gobernados), de ellos egresan sujetos con poder económico (o eso se supone) diferenciados de quienes no lo tienen (o eso se supone, una vez más).

 

La última y nos vamos

Por lo demás, “la clase media decimonónica —escribió el español Enrique Tierno Galván en 1952— está satisfecha con lo que tiene, pero no con lo que es”.

Tan vigente hasta nuestros días en Saltillo.

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