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Coahuila

‘El Capitán Fantasma’ y su paso por Saltillo

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 1 mes

Ladrón empedernido, con un habito muy arraigado en sustraer cosas y objetos, pero mejor escapista. Santiago Reyes Quezada era su nombre, se distinguió de otros delincuentes de su época por su audacia y habilidad para fugarse de las cárceles, en las que fue huésped en infinidad de ocasiones, debido a su cadena delictiva que inició a los 14 años. En esa primera ocasión, logró evadir el Tribunal para Menores del puerto de Tampico, para luego viajar al entonces Distrito Federal, donde tenía su domicilio y donde se confunde entre comerciantes ambulantes del barrio bravo de Tepito.

“El Capitán Fantasma” tenía una gran malicia para aprovechar la confabulación de los celadores y la debilidad humana para planear sus espectaculares fugas.

Era un individuo taimado, bien parecido, incapaz del menor acto de generosidad, cuyos robos —dicen— no tenían el menor acto de valor, asesino alevoso y ventajoso, sobre quien pesaron 17 crímenes y una enorme cadena de robos, entre los que se cuenta la de un Gobernador de Veracruz quien, por vergüenza, no levantó el acta correspondiente ante el Ministerio Público. De ojos azules, originario de Los Ángeles, California, donde aprendió perfectamente el idioma inglés, era hijo de un carpintero y un ama de casa que se fueron a vivir al Distrito Federal.

Son innumerables sus peliculescas escapatorias de los centros penitenciarios de varias ciudades del país, incluyendo el que en su época era el penal más moderno y seguro de México, el del Topo Chico, en Monterrey. Ya en edad adulta, adquiere un uniforme reglamentario de capitán del Ejército mexicano, el cual lucía con gallardía y aprendió, observando a los militares reales, las poses de estos y la disciplina al caminar. Adoptó la voz firme de los milicianos para imponerse ante soldados rasos y policías que se le cuadraban.

Toda esta breve reseña del habilidoso ladrón y asesino viene a cuento por el incidente que sufrió el taxista Adalberto Martínez Halcón, quien se dice fue víctima de “El Capitán Fantasma” cuando este escapaba de la ciudad de Torreón, donde había cometido un asalto en una farmacia y le “pisaba los talones” la Policía Judicial (la de investigaciones de entonces).

Era de noche y Martínez Halcón estaba de guardia en el sitio ubicado en las calles de Xicoténcatl y Pérez Treviño, exactamente frente al bar Coronita de donde salió un sujeto, quien le pidió que lo llevara al lugar conocido como El Palmar, una comunidad rural cercana a Saltillo, por la carretera a Torreón, pero que al pasar el panteón Santiago, el pasajero le puso una escuadra reglamentaria en la cabeza y al clásico grito de “esto es un asalto” le pidió el asaltante le entregara todo el dinero y las cosas de valor. El chofer le dijo que había estado muy mal el turno, que sólo traía 17 pesos, su reloj marca Alfa y un anillo. A la altura El Polvorín, lo obligó a regresar para que lo dejara en las calles de Acuña y Lerdo de Tejada, obligándolo a irse derechito, sin voltear, porque le estaría apuntando con la pistola. Adalberto Martínez Halcón vio que “El Capitán Fantasma” se introdujo en el Hotel Terminal, que se ubicaba en Lerdo de Tejada, entre Acuña y Allende. De inmediato dio aviso a la policía, pero cuando llegaron los elementos, el encargado del hotel les dijo que el sujeto que buscaban había salido hacía algunos minutos.

La policía saltillense montó un operativo en las diferentes carreteras que conectaban a la ciudad con el resto del estado y del país. Se iniciaba la primera feria de la era moderna de la capital coahuilense, de los últimos 70 años, en las instalaciones del Instituto Tecnológico de Saltillo, en la parte trasera del edificio que era conocida como El Ranchito, donde ahora se encuentran diferentes edificios del propio colegio técnico. Hasta el retén que habían instalado frente al Tecnológico llegó un elegante caballero a bordo de un automóvil con placas de Chihuahua y preguntó que cuál era la carretera a Monterrey. Uno de los diligentes policías saltillenses le indicó que, precisamente, estaba en la carretera que le conduciría a la Sultana del Norte, que continuara derecho y que se retirara inmediatamente del lugar porque estaban esperando la llegada de un bandolero apodado “El Capitán Fantasma”. Cuenta la leyenda que, en la penitenciaria de Monterrey, donde meses después sería remitido Reyes Quezada, comentó que había escapado de la cárcel de Saltillo y cómo había logrado romper el cerco que le tendieron los policías de nuestra ciudad, precisamente frente al Instituto Tecnológico, que para la época era un lugar casi despoblado.

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