Saltillo|Monclova|Piedras Negras|Acuña|Carbonífera|TorreónEdición Impresa
‘México será el país más democrático del planeta’, promueve Sheinbaum en Hidalgo la elección judicial Sheinbaum inicia obras de vivienda en Hidalgo; se acabaron los créditos impagables Aficionados se manifiestan contra exclusión del León del Mundial de Clubes con ‘dardo’ a FIFA Ucrania y EU negocian sobre la paz en Arabia Saudita; buscan tregua marítima ‘No aguantan’: Mhoni Vidente predice la separación de Ángela y Nodal por sentimientos de culpa ‘México será el país más democrático del planeta’, promueve Sheinbaum en Hidalgo la elección judicialSheinbaum inicia obras de vivienda en Hidalgo; se acabaron los créditos impagablesAficionados se manifiestan contra exclusión del León del Mundial de Clubes con ‘dardo’ a FIFAUcrania y EU negocian sobre la paz en Arabia Saudita; buscan tregua marítima‘No aguantan’: Mhoni Vidente predice la separación de Ángela y Nodal por sentimientos de culpa

Zócalo

|

     

Opinión

|

Información

< Opinión

 

Nacional

El Adelantado

Por Juan Villoro

Hace 2 dias

Hernán Lara Zavala parecía haber salido de un cuadro de Zurbarán; sin embargo, su semblante no era el de un místico dispuesto al sacrificio, sino el de alguien que conoce la melancolía pero la contradice con carcajadas de tono grave.

Hubiera sido lógico encontrarlo en el siglo XVI. La desorientada realidad hizo que nos conociéramos muchos años después, en la presentación de un libro cuyo título expresaba nuestra incipiente condición: Itinerario inicial, antología de nueva narrativa compilada por Roberto Bravo. El año era 1985 y el sitio, la galería del INBA en la calle de Dinamarca, que se vendría abajo con el temblor de septiembre.

Hernán había nacido en 1946, bajo el signo de Piscis, 10 años antes que yo, pero empezó su carrera literaria después de estudiar Ingeniería y hacer estudios de posgrado en la universidad de East Anglia, donde fue compañero de Ian McEwan. Las generaciones dependen menos del calendario que de la manera de usarlo, de modo que Hernán se convirtió en riguroso contemporáneo de los escritores nacidos en los años 50 que comenzamos a publicar en los 80.

En aquel primer encuentro, demostró ser el más educado y el mejor vestido de todos nosotros. Pensé que disponía de virtudes que se adquieren con la edad. Me equivocaba: nunca pudimos alcanzarlo. Desde entonces, y hasta el día de su muerte, ocurrida el pasado 15 de marzo, Hernán ejerció una cordialidad única, fuera de época, acaso relacionada con el imposible Siglo de Oro que representaba su semblante.

Tuve la suerte de tratarlo y quererlo durante 40 años, lo cual me permite afirmar sin sombra de duda que su sentido de la amistad fue legendario. Era tan adicto al buen trato que reprendía con furia a quien se atreviera a vulnerarlo.

Durante un congreso en la Mérida de Venezuela, participamos en un homenaje a Alejandro Rossi, hombre de muchas patrias (nacido en Florencia y afincado en México, tenía pasaporte venezolano). En la cena posterior al acto, un poeta que practicaba la métrica del alcohol se burló del autor de Manual del distraído. Fue un momento incómodo que Hernán volvió dramático.

Escuchó al provocador con un gesto reflexivo (el índice y el pulgar en el bigote), hasta que sus mejillas se hincharon un poco, en anuncio del vendaval que iba a soltar. Se puso de pie y lanzó un regaño repleto de enjundia y carente de insultos. No fue una invectiva sino una álgida defensa. Esa exaltada oralidad sólo podía venir de quien había hecho de la cordialidad una moral. El poeta bajó la mirada, pidió disculpas, habló pestes de sí mismo.

Un gran amigo de Hernán, el novelista colombiano R. H. Moreno Durán, le encontró un apodo ideal para titular algún retrato del Museo del Prado: El Adelantado. Se refería a su aspecto físico, pero también a su talante, que defendía la virtud y el honor con criterios casi míticos.

En su primer libro, De Zitilchén, narró las historias de una pequeña localidad al modo de Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson. Posteriormente, en El mismo cielo, utilizó un recurso complementario: cada relato trata de una ciudad distinta. Hijo de padre campechano y madre yucateca, ubicó varias novelas en esa región. Charras recupera la historia del líder estudiantil Efraín Calderón Lara, asesinado en Yucatán, y Península, península la Guerra de Castas en Yucatán y la figura del abogado, político y escritor Justo Sierra O’Reilly.

Durante casi 10 años, Hernán fue director de Literatura en la UNAM, donde impulsó la colección Rayuela Internacional, que dio a conocer en México a autores latinoamericanos posteriores al Boom como Ricardo Piglia, Antonio Skármeta, José Balza y César Aira. Su pasión por la literatura inglesa lo llevó a impartir invaluables cursos sobre James Joyce, Malcolm Lowry y D. H. Lawrence. Durante un año académico, perfeccionó esos conocimientos en la Universidad de Cambridge y llevó su erudición a las variedades del whisky (por el color de la bebida, sabía qué marca estabas bebiendo).

La vida pródiga de Hernán Lara Zavala transcurrió en compañía de Aída, su excepcional compañera. En las escarpadas colinas de San Nicolás Totolapan construyeron un bastión de la hospitalidad. Desde ahí veían los destellos de la ciudad. Recuerdo esa vista y recuerdo al amigo con los versos eternos de José Alfredo: “Cuántas luces dejaste encendidas/ Yo no sé cómo voy a apagarlas”.

Más sobre esta sección Más en Nacional

Hace 8 horas

Diputados morenistas piden refuerzos youtuberos

Hace 9 horas

Para una semiótica del saludo nazi

Hace 9 horas

La economía: ¿vaso medio lleno o… casi vacío?