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Andamos mal en muchas cosas y nos da tristeza observar cómo se encuentra el país.  Sin embargo, más tristeza ver el cómo se están educando nuestros niños, con planes de estudio deficientes donde una competencia nos ubica en la realidad.

A finales del 2023, el Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) dio a conocer que estudiantes mexicanos -muy apenas- alcanzaron el 34% el nivel mínimo en matemáticas; en lectura de comprensión solo el 53% fue capaz de identificar las ideas principales en un texto.

Quienes participan en dicha evaluación son estudiantes de 15 y 16 años de diferentes países y significa una oportunidad de conocer el nivel en que se encuentran los jovencitos.

Desafortunadamente, se dio a conocer que nuestros jóvenes estudiantes no participarían en la evaluación porque el gobierno no cubrió la cuota correspondiente para su aplicación en el 2025.  

La decisión de no participar ya se veía venir, pues el presidente López Obrador en su conferencia mañanera del 6 de diciembre del 2023 dijo “Nosotros ni los tomamos en cuenta porque todos esos parámetros se crearon en la época del predominio del período neoliberal”.

¡Oh, por Dios! ¡Qué razonamiento!

Sin embargo, fue gracias a la organización civil Educación con rumbo (ECR) encabezada por Paulina Amozurrutia Navarro, que no se durmió en sus laureles y presentó un amparo para evitar la atrocidad de excluír a México de una competencia a nivel internacional.

Afortunadamente -y esa es la buena noticia- el Poder Judicial de la Federación y derivado del amparo promovido por la ONG, ordenó “mediante una suspensión definitiva a la Secretaría de Educación Pública (SEP) llevar a cabo todos los trámites y gestiones para garantizar que se realice la prueba PISA en México en el 2025.

Todo esto se ha dado gracias a la orden que emitió un juez federal a la SEP y que fue acatada, en lo que considero una buena decisión.

El Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval) será el encargado de coordinar los trabajos para llevar a cabo una prueba piloto el próximo mes de octubre 2024.  

El resultado quizás no sea excelente, escuché decir, pero considero que, si ya se tiene la oportunidad de participar, hay que motivar a los estudiantes, hay que estimularlos porque sí se puede avanzar ¡por supuesto que sí!

Hay que colocar en los jovencitos el chip de las emociones, del “sí se puede”, del triunfador, jamás del conformista, menos aún, del fracasado.

Los tiempos han cambiado y la enseñanza o aprendizaje puede ser diferente. Considero que es bueno recordar una época que nos tocó vivir, gracias a Dios, donde participábamos en competencias amistosas que promovían los maestros en el salón de clases.  De mi parte lo que más disfrutaba, era la lectura.

Recuerdo que la maestra tomaba un libro e iniciaba una historia para mostrarnos una regla no escrita pero necesaria: como leer. Sí, así aprendimos, con el ejemplo de nuestros educadores. 

Fueron ellos quienes con gran sabiduría y paciencia nos enseñaron a apreciar un libro y por supuesto, su contenido. Comprender, identificando la idea principal de un texto; rapidez que no es lo mismo “correr” para terminar pronto: por el contrario, no atropellarnos en la historia que leíamos. Y la lectura de calidad, dando la entonación debida, cómo y dónde debíamos detenernos para hacer pausas, identificando los signos de puntuación. 

Entre mis recuerdos aparece también cómo se debía tomar un libro y cómo pasar las páginas. Siempre con delicadeza, porque un libro hay que amarlo no maltratarlo.

Debemos agradecer que se permita la participación de los alumnos en la prueba PISA o en cualquier otra para ver la calidad de enseñanza que se les está ofreciendo a los jóvenes y en qué nivel de aprendizaje se encuentran.

Y más se agradecería si se regresara la materia de Civismo a las escuelas. Tan importante como necesaria ayer, hoy y siempre. Una mala decisión de gobierno y autoridades haberla eliminado del plan de estudios, años atrás.

Decisiones políticas que perjudican en vez de buscar un beneficio real.  Lo peor es que las decisiones son tomadas por aprendices, ignorantes que solo siguen órdenes y no tienen la capacidad de análisis.