No se qué nos está sucediendo a los seres humanos, que cada vez nos estamos alejando más de las normas de convivencia con los que muchos de nosotros crecimos y pusimos en práctica en nuestra vida.
El respeto fue el valor tan importante en las relaciones humanas, que hoy ha dejado de practicarse aún en muchas familias. Si llegaba una visita a casa, no había necesidad de que nos dijeran mamá o abuela que nos retiráramos del lugar. Con la sola mirada entendíamos; era una forma muy sutil de indicarnos que no deberíamos estar presentes, menos aún, participar de las conversaciones de nuestros mayores.
Además del respeto, estaba la obediencia que nos merecían todos ellos.
Así crecimos no pocas generaciones que recibimos en el hogar de nuestros padres -nuestros primeros educadores- educación con valores. Quizás algo tan sencillo pero que hoy más que nunca valoramos y agradecemos.
Lo hacemos al ver cómo han cambiado las relaciones humanas y observar el comportamiento y actuación de las personas en los diferentes espacios de convivencia.
En los centros escolares, el llamado bullying o acoso que llega a las agresiones físicas, traspasando todo lo permitido sin que nadie tome en cuenta el daño tan grande que ocasiona en la persona afectada.
Padres que ya no saben educar desde el hogar, olvidando e ignorando que es ahí, en el hogar, donde se reciben las primeras y más valiosas enseñanzas.
Los maestros, por su parte, ya no saben qué hacer en no pocos casos, ante las advertencias del agresor o de padres de familia -que se sienten o creen saber mucho- amenazan con denunciarlos por violentar sus “derechos”.
¿Desde cuándo un agresor tiene más derechos que la víctima? Lo más dramático y peligroso en una agresión, que puede empezar con insultos o descalificaciones, pero puede transformarse en agresión física con resultados fatales donde se llega al suicidio o al
homicidio.
Las agresiones no sólo se dan entre varones, sino también en niñas, en jovencitas que empiezan a vivir y están experimentando a muy temprana edad, una agresividad y violencia que no se justifica.
El no simpatizar con alguien o no estar de acuerdo con opiniones o conductas no significa ser enemigos. Nadie es superior a otros como tampoco alguien más es el dueño de la verdad absoluta.
¿Qué nos pasó? ¿Dónde quedaron nuestros valores? ¿Esos, con los que fuimos educados? Y no es para asustarse, pero sí para preocuparse.
Basta ver las redes inundadas de groserías, utilizando un léxico que sólo se escuchaba -creo yo- en ciertos lugares y con gente “vulgar y corriente”, como decía la gente mayor.
Con tristeza observamos que la vulgaridad, no es distintivo de una clase social, económica o política. Puede estar en cualquier lugar y eso es debido a que los valores se han alterado peligrosamente.
Hoy, la gente pretende escudarse en supuestos “derechos” que practicar la convivencia respetuosa y educada. Cada vez que veo la imagen de la ministra que se autonombra “del pueblo”, viene a mi memoria la escena de esa señora insultando a su vecina en el patio de la vecindad donde vive o vivía.
¡Qué boquita, Dios mío! De miedo. Y dice representar al pueblo ¡Para nada!
No mentir; no robar, no traicionar, dicen los políticos. Y ¿qué han hecho empezando por el expresidente, del que se ignora su paradero?
Se ha estado mintiendo desde las campañas. “Tendremos un sistema de salud como el de Dinamarca” ¿por qué no hay medicamentos? en inseguridad se atacarían las causas. ¿Por qué hay tantos jóvenes delinquiendo o entrenándose para formar parte de grupos delictivos?
Los más decepcionante e inaceptable es la traición a las instituciones, a la Suprema Corte, por lo tanto, a la Patria. No le han demostrado en ningún momento su amor, por el contrario, la han traicionado de la manera más vil y cobarde.
Traicionado, sí, al destruir las instituciones que sí funcionaban; traicionado al dejar sin tratamientos a los enfermos sin importar si son niños o adultos. Las enfermedades no hacen distinciones. ¿Dónde están esos grandes hospitales que un día fueron el orgullo de México? No es sólo un edificio, sino la prestación de los servicios de calidad que sí existían, aunque lo nieguen.
¿Con qué valores han gobernado desde que llegaron al poder? ¿Vamos bien? ¡Por supuesto que no! El acarreo al Zócalo capitalino ¿cuánto nos va a costar? Hay un propósito y lo sabemos. No se trata de aranceles, ni de la soberanía de nuestro país, es el oportunismo de quienes tienen miedo ante lo que se avecina al ser señalados como narcogobierno. ¿Cuántos faltan por ser requeridos?
Más sobre esta sección Más en Coahuila