Por: Roberto Gómez Junco
¿Sobre qué asunto escribir cuando no tienes ganas de hacerlo?
Al irse un amigo, no sólo menguan esas ganas y queda un espacio vacío, sino que además se reduce el margen de maniobra en la elección de los temas. Porque el amigo es el tema.
Se va André Marín, se va el magnífico reportero y destacado comentarista, y la tristeza nos la deja el incondicional amigo, que para mí lo fue y no dejó de serlo desde hace 33 años, cuando a través de una llamada telefónica desde la Ciudad de México hasta Monterrey me invitó a participar en televisión nacional, en lo que entonces era Imevisión y estaba en vías de convertirse en TV Azteca.
Fue André uno de esos amigos que no necesitas ver con frecuencia para saber que sigue siéndolo, que está para ti como tú estás para él. Un entrañable amigo cuya partida resulta más dolorosa por prematura.
André Marín fue un periodista deportivo que supo desarrollar su propio estilo, forjarse a sí mismo en la cotidiana y persistente labor, en esa aleccionadora práctica que particularmente en este ámbito suele forjar mucho mejor que cualquier teoría.
Primero la perseverante y creativa tarea del tenaz reportero enfocado en la persecución y el escrutinio de la noticia, de la novedad, de la primicia. Después, la claridad del analista para interpretar lo sucedido, para desmenuzarlo, para escudriñar en sus entrañas y opinar con sustento sobre la materia expuesta.
Y como añadidura, la capacidad del conductor de programas deportivos para enriquecer el debate sin afán de protagonismo, pensando siempre, más que en el lucimiento personal, en que sea el contenido el que luzca.
Un auténtico especialista en generar y propiciar polémica en un tiempo en que se requería de cierta sutileza para generarla, para propiciarla. No a partir del circo y de las burdas descalificaciones, sino a través del contraste de posturas e ideas.
Reconocido por muchos, querido por los más cercanos y vilipendiado por otros, sobre todo en las contaminadas redes sociales, esas patéticas selvas en las que sacude al algoritmo y vende más el que mejor insulta. De preferencia, desde la cobardía del anonimato. ¿Sobre qué asunto escribir cuando no tienes ganas de hacerlo?
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