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Coahuila

Doce Camellos… el precio de una mujer. ¿Cuánto vale una mujer?

Por Wendoly Villarreal Villarreal

Hace 1 año

Las historias que solemos contar las hemos escuchado de aquí y de allá, sin embargo, ésta que voy a compartirles no la escuché, sino que lo leí y, cuando lo hice, lo recogí en mi psique para nunca olvidarlo;  primero porque me hizo pensar en la condición de la mujer en la antigua Grecia y en Roma; segundo porque la narración era de mujeres mexicanas y tercero porque ahora está muy de moda eso de irse a Dubái a vacacionar, de las que uno ve sólo fotos posteadas que muestran lo magnífico de aquellos lugares. 

Dicho esto, resulta que cierto día, una chica mexicana del norte del país se encontraba con su marido en los Emiratos Árabes, cuando de pronto, súbitamente su marido entró a la habitación donde se hospedaban y le dice:

• ¡Toma sólo algo que vamos a salir! – 

Sin más, esta norteña de 30 años, se vio caminando en absoluto silencio por varios kilómetros, únicamente con lo que traía puesto encima, tomada de la mano de su marido, durante varias horas en medio de la noche, a través el desierto árabe.

Al final de su travesía los esperaban unos camellos que los llevarían a Marruecos, todo transcurrió en silencio.

Por mi parte, no quise pensar lo que pasaba por la cabeza de esa abnegada mujer, porque de ser igual de inquisidora, que como solemos ser las de Coahuila, ¿no sé como pudo manejar semejante presión? Sola, encerrada en sus cavilaciones, sin siquiera poder llamarle a su mamá por celular, perdida en otro continente, únicamente sostenida de la mano de su marido; es aquí cuando recuerdo que el amor lo puede todo.

Así, justo antes de entrar a la ciudad, un pequeño auto en el que se transportaban cestos con ropa sucia de un hotel los esperaba; de nuevo sin darle explicaciones la metieron al fondo de los cestos, camuflada entre las ropas, para llevarla al aeropuerto.

Y por si esto no fuera suficiente, al fin recibió un poco de información, en realidad era una instrucción, no hagas ningún ruido, ¿me escuchas?, es preciso que ni siquiera estornudes.

Cuando el avión donde viajaban volaba ya sobre las aguas del mediterráneo, ella vio en el rostro de su esposo la pesadez que produce la preocupación de un temor fundado, a lo cual únicamente, él le comentó entre dientes:

 -Aterrizaremos en París, luego inmediatamente transbordarás en vuelo directo a la Ciudad de México, ahí ya te van a estar esperando, te vas a dejar conducir, no quiero que repliques, lo harás sin chistar, – la tomó de los brazos, la miró a los ojos, y le dijo – ¿has entendido? quiero estar seguro que has entendido, porque en ello te va la vida; a lo cual, -ella agarró fuerza- y asintió con la cabeza.

Siendo franca, admiro el estoicismo con el que esta mexicana enfrentó la situación, porque mira que pasar horas sin entender una palabra de lo que ocurría, y sin chistar como le ordenó el marido; creo que cualquier persona sin distinción de género, habría estado aterrorizada ante tales acontecimientos.

Por fin, ella se armó de valor y pidió explicaciones… 

Siendo tantas las posibilidades de lo que pudiera estar ocurriendo, ¿qué podía ser tan grave, tan secreto, tan peligroso que le ocasionara ese semblante de espanto a su buen esposo?

He aquí la respuesta:

Primeramente deben ustedes saber, que el joven era un ingeniero petrolero que se encontraba contratado por un jeque árabe para la instalación de un oleoducto a través del desierto.

Además, curiosamente, ella había estado notando que durante las noches en su estadía en Arabia, su marido discutía con el jeque, porque observaba a la distancia que su marido negaba con la cabeza y que el oleoducto presentaba complicaciones, pensando que sería normal en un proyecto de tal envergadura, no le dio importancia hasta que su esposo empezó a explicarle….

-Mira- le dijo, lo que pasa es que el jeque de marras, se empezó a encaprichar contigo, y me ofrecía a diario un camello más por ti.  

Cuando llegó a ofrecer 14 se enojó, me dijo que ése era un precio jamás ofrecido por una mujer y que si no aceptaba simplemente te robaría.

 A eso se debía todo el alboroto, la secrecía, los vuelos y haber dejado todas sus pertenencias en el lugar donde se hospedaban; pues le explicaba el esposo que era la forma en la que él pensó que ganarían tiempo antes de que se percataran de su ausencia y podría ponerla a salvo.

La frase que a continuación salió de los labios del valiente mexicano se grabó en mi corazón, como si hubiera sido a mí a quien se la dijeran en el desierto árabe…

-Mi vida, tú vales para mí, más de 14 camellos. 

Digno representante del gremio masculino, el ingeniero se merece todo el respeto, pues queda claro que superó, el día menos pensado, una prueba de valentía, de coraje y sobre todo de mucho amor.

Y saben algo, me atreví a escribir sobre esta historia, porque a pesar de que la anécdota no me ocurrió a mí y que tampoco me fue contada, sí la sentí y me llegó muchísimo, pues, no era la única mujer coahuilense que había enfrentado una situación parecida.

Comenta el historiador del desierto, mi buen amigo Homero Gómez Valdés, en su libro “La víbora voladora IV” que en un viaje por Egipto a otro desafortunado marido coahuilense le ofrecieron 12 camellos por su esposa saltillense, y eso estimados lectores, es digno de reflexionarse; ¿cómo puede ser posible ponerle precio a una mujer?, atribuirle un valor como si se tratara de un simple objeto que se puede fungir o comerciar.

En mi opinión, ninguna persona sin importar género, raza, religión, color, o lugar del planeta en el que se encuentre, debería considerarse como objeto, ni menospreciarse como un ser sin libre albedrío o voluntad propia.    

Reflexión y conciencia puras, es lo que anhelo despertar en el lector, ejercicios para un mejor futuro, un amor por nuestra realidad, pues damos las cosas que tenemos por hecho, que olvidamos agradecer por la gracia en la que vivimos, no hay que olvidar que en algún lugar del mundo hay una mujer o persona que no tiene las mismas oportunidades y bondades con las que tú amaneciste hoy.

Por último, una recomendación más, hay que leer libros, lea un poco si usted gusta, lo que sea es bueno, pero disfrute de una buena lectura, empezando tal vez con estas dos historias que yo comparto de la forma en que las percibí y la reflexión que en mí generaron, pero, que pueden leerlas de su fuente más cercana en el libro señalado, en donde además encontrará más de una historia interesante que disfrutar.

 Wendoly V2.

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