“Disentir es uno de los derechos que le faltan a la Declaración de los Derechos Humanos.” J. Saramago
Concebir la unanimidad como parte de la gobernabilidad, es algo que permanece a pesar de los procesos revolucionarios que han reivindicado las distintas generaciones de derechos humanos, desde la revolución francesa a la rusa y aquí en nuestro país; desde los procesos de transformación de la independencia, la reforma y la revolución.
Hace apenas una década, iniciamos el movimiento de regeneración nacional, ahora somos el Gobierno de la república y Gobierno en la mayoría de las entidades de la Federación. Ejercemos mayoría en ambas cámaras y somos el partido más importante de América Latina.
Sin embargo, en Coahuila donde vivo y milito, prevalece un centenario sistema conservador, y por lo tanto, en el desempeño de la representación popular y la que próximamente en unos días iniciaré, soy parte de la oposición.
Y el principal papel es obtener el poder y llegar a ser Gobierno.
Porque cuando se renuncia a la búsqueda del poder y se transforma en la voz de una minoría eterna o se dirigen las funciones sólo a la presión, estaremos claudicando.
En el Congreso la confrontación entre el Gobierno local apoyado por sus diputados afines, y el de la República que iniciaba con la transformación nacional era una herramienta que facilitaba la identidad. La adscripción al programa y a los principios del partido movimiento y mi formación marxista me daban claridad política.
En lo municipal, trasciende la militancia.
Pude analizar dos informes de la zona metropolitana donde vivo, ambos del mismo partido opuesto al mío y ambos, curiosamente llamados Chema: el de mi ciudad, Ramos Arizpe, dónde el Alcalde multiplicó el servicio de agua llevándola hasta Nuevo Yucatán, apartado ejido que por primera vez en su historia cuenta con un pozo y el de la Capital Saltillo que volvió a entregar la Administración a los extranjeros, pese a las deficiencias en el abasto, y a la evidente marginación de los sectores populares.
Ejercer como política de minoría, lleva mayor responsabilidad, porque mientras caminamos entre el que reza y la que blasfema, estamos obligadas a identificar al adversario con sus diferencias, para acompañar las políticas públicas, cuando son en beneficio de los pobres, en tanto luchamos para que por fin llegue la primavera que lleve al pueblo al poder.
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