La frase dicha por el presidente Andrés Manuel López Obrador en la víspera de la presentación de su último informe de gobierno (1 de septiembre): “Dimos de comer a quienes nos dan de comer”, es provocativa porque puede ser interpretada como una invitación a conocer el comportamiento no tan sólo de las cifras económicas del sector agropecuario en su sexenio, sino también el del productor agrícola, ante los apoyos gubernamentales del Gobierno. En este artículo, la participación de la actividad agrícola y ganadera en la economía (PIB), se consulta en los Censos Agropecuarios 2007 y 2022 del Inegi, mientras que los incentivos a la fuerza de trabajo, de la información que ofrecen organismos no gubernamentales.
Censos 2007 y 2022
Si de la vasta información censal sólo se consideran las unidades de producción agropecuarias y la superficie que ocuparon en 2007 y 2022, el número de Unidades de Producción (UP) activas llegó a 4 millones, ocupando una superficie promedio de 7.7 hectáreas por cada UP; en cambio, en 2022 fueron 4.4 millones de UP, sobre una extensión promedio de 5.9 hectáreas cada una. El valor nominal de la producción agrícola en 2007 fue de 343 mil millones de pesos, y subió alrededor de 900 mil millones de pesos durante 2022.
Con las cifras anteriores se pueden aventurar algunas hipótesis, por ejemplo, que el campo es más productivo que en 2007, pues produjo más, o por lo menos lo mismo con menor extensión de tierra en 2022. Otra interpretación: la voracidad de las desarrolladoras inmobiliarias ha acaparado superficies agrarias, sobre las que ha urbanizado construyendo fraccionamientos agrestes y naves industriales. El uso de suelo lo cambiaron a campestre e industrial, decreciendo la extensión del uso original.
Población rural del país
En 2022, la población rural ascendió a 26.9 millones de personas, y de estas, 3.3 millones se ocuparon como productores de sus propias Unidades de Producción (UP), mientras que 15.8 millones fueron jornaleros, contratados para realizar diferentes labores en el campo, desde barbecho de la tierra hasta la siega. El resto de pobladores fueron familiares de los empleados, que se clasificaron en dos categorías: los que recibieron percepciones monetarias, y aquellos que trabajaron sin salario.
Incentivos monetarios
La Administración federal (2018-24) implementó apoyos directos a los productores agrícolas. Producción para el Bienestar y Fertilizantes para el Bienestar, fueron dos de los programas al campo. El primero entregaba mensualmente al beneficiario montos que oscilaban entre 6 mil 200 y 24 mil pesos. La cantidad recibida estaba en función del producto y hectáreas que sembrara el productor. Cabe señalar que los estímulos se incrementaron 275% en relación con los otorgados en 2019.
Panorama de la agricultura
De acuerdo con especialistas, el sector agropecuario enfrenta tres problemas estructurales: el primero es el consumo excesivo de agua. Del recurso hídrico que se “genera” en el país, más del 70% se destina a la agricultura, en detrimento del utilizado para abastecer a la población. Y muchos metros cúbicos del vital líquido se desperdician a causa de sistemas de riego obsoletos. El segundo está asociado con el cambio climático, que ha modificado los patrones de lluvia y siembra en las zonas agrícolas de riego y temporal del país, que generan sequías prolongadas o torrenciales lluvias que dañan a la producción. El 76% de la superficie agrícola del país es de temporal.
Y finalmente, la migración de las familias del campo a la ciudad en busca de mejores condiciones socioeconómicas de vida. El éxodo provoca rendimientos decrecientes en la producción y retarda, o mejor dicho complica el uso de nuevas tecnologías. Los factores: agua, tecnología, clima y mano de obra, están estrechamente correlacionados, por lo que la formulación de políticas públicas para el campo deben considerarlos como un todo, si se pretende aumentar la participación del sector agrario en el PIB nacional, que ha venido perdiendo relevancia a través del tiempo. En 1970 aportaba 11.4%, años después y poco antes de la entrada en vigor del TLCAN, en 1993, disminuía a 5.6%, y durante 15 años -de 2009 a 2023- no superó en promedio 2 por ciento.
Criterios de mercado
La globalización financiera y comercial influyó en los gobernantes de la época del movimiento neoliberal (1982-2018) para imponer la lógica de mercado sobre la soberanía alimentaria del pueblo de México. La diferencia de precios entre los productos nacionales e internacionales determinaba el tipo de cultivos. Verbigracia, si la tonelada de maíz era más costosa producirla en México, se prefería importarla por un precio menor al nacional, lo que finalmente llevó al abandono del campo. La visión neoliberal fue muy miope, pues no se pensó que las condiciones de mercado podían cambiar por los conflictos geopolíticos o razones climáticas. Como sucedió.
Las asimetrías en el ingreso no sólo son privativas de las familias mexicanas, sino que se extienden al sector rural. Se presenta un mosaico contrastante: parcelas y huertos que producen frutas y legumbres para la exportación y que operan con sistemas automatizados de riego y áreas climatizadas protegidas; y por otra parte, la agricultura atomizada, sin capital, cuya producción es para el autoconsumo o que se malcomercializa en el mercado interno, pero siempre a expensas de las políticas y programas de Gobierno, y sin duda también de la prodigiosa naturaleza en cuanto a la regularidad de lluvias y ciclos agrícolas exentos de heladas tempranas o tardías.
Conclusiones
Después de más de tres décadas de abandono al campo, es difícil volverlo productivo y mejorar la calidad de sus moradores en seis años. Aun así, se lograron avances. La balanza comercial agroalimentaria en 2019, y después de 25 años, lograba el mayor superávit de 7 mil 336 millones de dólares, y para el siguiente año aumentó 39.6%, manteniendo una tendencia alcista hasta 2023.
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