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Día de elecciones

Por Juan Latapí

Hace 1 mes

Hoy es día de ir a votar luego de unas campañas electorales como nunca antes vistas, que fueron intensas y en las que se pudo ver y oír de todo a cada momento mediante el bombardeo inmisericorde de propaganda, descalificaciones y guerra sucia.

También como nunca antes la proliferación de los todólogos convertidos en “expertos” en política se desbordaron de manera abrumadora que con el uso y abuso de las redes se multiplicaron en forma exponencial y quienes hasta hace poco tiempo eran apáticos a las cuestiones políticas ahora se transfiguraron en fanáticos defensores de candidatos y partidos sin ir más allá de lo aparente, opinando sin tener la menor idea de lo que decían, repitiendo lo que a su entender les acomodaba sin importan que fueran mentiras absurdas o insultos para quienes opinaban diferente.

El fanatismo fue el común denominador de este proceso en el que la pasión doblegó por completo a la razón, donde los argumentos fueron sepultados por la ignorancia y lo importante fue opinar sin importar lo que se diga, repitiendo mentiras y ofensas con tal de justificar dicho fanatismo buscando reflectores.

Las mentiras también se multiplicaron como hongos, algunas ingeniosas pero otras burdas e ilógicas. Basta revisar los chats de adultos mayores jubilados, que todo el día están pegados a su celular, y que en su apabullante ocio que los oprime, repitieron barrabasadas a cada momento todos los días sin parar.

También la guerra sucia de estas campañas se disparó como nunca antes, rebasando con creces los más mínimos niveles de cordura y ética. Inventando, calumniando, descalificando e insultando en todo momento, incluso vulnerando la vida privada de los rivales políticos, sin importar el daño que podían ocasionar, inundando todos los medios de comunicación pero sobre todo en las redes. Grandes fortunas se gastaron para que “expertos” se dedicaran a esta guerra de lodo denigrando todo, mintiendo y exacerbando pasiones.

El bombardeo de spots, propaganda gráfica y comunicados de prensa se desbordaron alabando a sus candidatos y partidos de su preferencia, denigrando a los oponentes, gastando grandes sumas de dinero y sin importar si se trataba de exponer la verdad o simplemente mentiras.

Las promesas de los candidatos, también como nunca antes, se caracterizaron por su verborrea incontinente, en la que la cantidad de promesas importó más que la calidad de dichas propuestas, sin importar si son realizables o simples buenas intenciones incumplibles. A final de cuentas a ningún candidato electo se le piden cuentas en cuanto al cumplimiento de sus promesas de campaña, porque prometer no empobrece.

A la par del torrente de alabanzas para cada candidato y de calumnias al rival, también en este proceso electoral la guerra de las encuestas llegó a niveles inimaginables, en la que cada encuesta -según su patrocinador- manejaba los datos que se le antojaron. Abundaron también las casas de encuestas piratas dándole la ventaja al candidato que las patrocinó. Basta revisar en google para darse cuenta de que esas casas no existen, que son simples faramallas, empresas fantasmas, creadas para cumplir con el único fin de mentir y confundir.

Parte importante de las campañas fue infundir el miedo si se llega a votar por el contrincante, manipulando, con información falsa, abusando de la ignorancia de los fanáticos que repiten lo que sea con tal de aparentar de estar bien informados, que se sienten expertos política y hasta de profetas que predicen el futuro. Y como si fuera poco también hizo presencia el chantaje mediante el anuncio de obras, inversiones y apoyos sociales con la torva intención de dar a entender que si no se vota por tal o cual candidato todo esto se desvanecerá.

Y si las campañas electorales estuvieron marcadas por el encono, por descalificaciones, verdades a medias, mentiras absurdas, calumnias, por fanatismos y odio, la situación a partir de hoy no será menos intensa y en un descuido hasta más violentas. Si el diálogo, el sano debate y la cordura fueron letra muerta durante las campañas nada hace suponer que a partir de ahora aparezcan para dirimir las diferencias. Por el contrario, las impugnaciones, la manipulación, las mentiras y el revanchismo se asoman augurando nada bueno por venir.

Lamentablemente ese apasionamiento solo beneficia a la clase gobernante -del color que sea- que solo piensa en sus beneficios particulares y en mantener o alcanzar el poder, y que, como siempre, los ciudadanos permaneceremos igual, en un segundo plano, gane quien gane. Aun así hay que salir a votar.

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