Existen interesantes anécdotas poco conocidas de Francisco Villa, como la sucedida en Parral, Chihuahua en marzo de 1917, donde el Centauro del Norte después de disfrutar de un baño de vapor en Baños “El Diamante”, solicitó que un peluquero le rasurara su abundante y cerrada barba.
Villa empezó a hacerle preguntas al peluquero cuando llevaba media cara rasurada: ¿Peleó Usted en Parral contra los gringos? -”No señor”, contestó el peluquero, ¿y porqué no siguió el ejemplo de sus hermanos? cuestionó Villa de nuevo, -”verá Usted Señor, no me metí en la bola porque tenía que comer-, respondió el peluquero.
Villa muy enojado se levantó con la cara llena de jabón y tomando la sábana que tenía enrollada al cuello persiguió por el patio al peluquero pegándole en la espalda.
El hombre continuó su huída por la calle dando espantosos aullidos mientras que la gente que lo veía casi morían de la risa. José Ma. Jaurrieta, su secretario, terminó de rasurar a Villa que repetía constantemente: ¿Oyeron lo que dijo? No peleó por su Patria porque tenía que ir a comer…
¡Desgraciado! Ese mismo año, también en Parral, las tropas del Gral. Francisco Murguía, después de la batalla de Estación Reforma, persiguieron a los villistas hasta Parral donde Villa se dio cuenta de que no podría salvar los trenes traídos de Torreón y tomó la decisión de entregarlos al pueblo e invitó a la ciudadanía a llevarse lo que quisieran sin ningún pago.
En media hora el patio de la estación se llenó de camiones, carros tirados por mulas, caballos y burros, gente con cubetas, cajas y todo lo que pudiera servirle para transportar mercancías.
Villa vio con asombro como el pueblo de Parral descargó en 6 horas todas las mercancías que sus hombres habían cargado en tres días: harina, azúcar, sal, jabón, mantas y otros objetos, incluidas todas las camas del hospital de Torreón.
La presencia de la gente pobre no sorprendió, pero si la gente rica enemiga de la revolución, que al grito de ¡Viva Villa! se aprovechó del botín.
Y a propósito de la gente rica de Parral, en una ocasión Villa ordenó que por cada dos hombres ricos de la población se capturara al menor, así fueron concentrados alrededor de 200 hombres que fueron encerrados en un corralón y ordenó que solamente se les proporcionara carne y costales de maíz para que comieran, la carne estaba revolcada en cenizas y de “esquites” como comían los pobres.
Al principio los prisioneros se negaron a comer, pero dos días después el Gral. Villa contemplaba muy serio a esos hombres que no querían comer devorando los alimentos.
Después de la lección de humildad que les dio y al abandonar Parral, ordenó que fueran liberados.
(Periódico “Siete Leguas” Parral, Chih., 4a edición de Ma. Margarita Caballero Ramírez)
Más sobre esta sección Más en Coahuila