En los primeros minutos del día 25, fueron de júbilo en casa, muchos pequeños madrugaron entusiastas y sin sueño, en una mañana que esperaron con gran impaciencia durante un largo año, registrando cuidadosamente el árbol de Navidad en busca de los esperados obsequios de Santa Claus, el Niño Dios, como le llaman en los lugares con más apego a la religión cristiana, el ruido de las envolturas al romperse violentamente ante la natural impaciencia de los pequeños, gritos, saltos jubilosos, otros con caras serias y llorosas. En la gran mayoría de los casos se criticó de “codo” a Santa Claus, porque no trajo lo que le habían pedido, sin comprender, que para recibir esos modestos o costosos presentes, se tuvieron que realizar grandes esfuerzos y sacrificios para poder financiarlos, en un amanecer que no permitió que los niños se fueran sin nada, tratando de demostrar que Santa si se acuerda de los niños, sobre todo de los nuestros.
En algunos hogares no se recibieron obsequios y no porque no se haya podido, sino por la creencia religiosa de que los regalos los recibió Jesús el día 6 de enero, el día que ahora conocemos como el de los Santos Reyes, en que Melchor, Gaspar y Baltasar, los conocidos como reyes de oriente, llevaron sus presentes a otro Rey, estos niños recibirán sus presentes hasta ése día. Nosotros los adultos, NO pensamos en que esta temporada navideña sirve para encarecer casi todos los productos, sin pensar en la nefasta posibilidad de sobregirar nuestro presupuesto familiar, en la adquisición de diferentes objetos que adquirimos y que resultaron ser innecesarios, triviales y vanos, dejando fuera del programa de compras lo que en realidad le hace falta a la familia, lo que con toda seguridad habremos de lamentar una vez pasada la euforia del mágico momento que representa la celebración de la navidad y cuando el gasto familiar apremie y nos aumenten los precios de las gasolinas y los principales productos básicos y todo lo que se le ocurra o no a usted, entonces, tendremos que empeñar o vender algunas de nuestras mas preciadas pertenencias o en los casos mas severos, vender o empeñar los mismos regalos navideños que recibimos, para poder completar los costos de las necesidades mas apremiantes en la familia, en una época singular, donde no solo vivimos, sino sobrevivimos y para lograrlo tendremos que desprendernos de aquello que en un momento nos hizo felices, pero son gajes del oficio y de las época navideña.
Adiós posadas, que se fueron con la maravillosa Navidad, adiós Santa Claus como dicen los niños, adiós a los ansiados aguinaldos dicen los adultos. Se fue la Navidad, esperamos vivirla de nuevo el siguiente año y todavía vivimos la natural euforia y si para ser feliz se tiene que realizar algunos sacrificios, que importa que nos tengamos que arrepentir el día de mañana, mientras tanto despediremos al 2024 que recordaremos por los contratiempos que ocasionó, recibiremos un año esperanzador el 2025, aunque también vendrá acompañado de escalofriantes aumentos y atemorizantes e inciertos tiempos económicos y políticos, fiscalización de las tarjetas de crédito y de débito y pare de contar. ¡Feliz Navidad!
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