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De regreso al surrealismo

Por Guadalupe Loaeza

Hace 1 mes

Bastaron 10 horas de vuelo y más de 10 mil kilómetros de distancia entre Francia y México, para reencontrarme con un país de lo irracional, de lo incomprensible y de una realidad brutal más allá de lo imaginable.

“No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo, México es el país más surrealista del mundo”, declaró André Breton en 1938, año en el que visitó nuestro país durante cuatro meses para impartir algunas conferencias.

Como ni la UNAM ni la embajada de Francia le hicieron mucho caso se hospedó con su esposa en la casa de Diego Rivera y Frida Kahlo. “Su arte es una cinta alrededor de una bomba”, le dijo Breton a Frida cuando ella no tenía la menor idea de que ya era una pintora surrealista.

En relación a nuestra manera de ser, la opinión de Salvador Dalí es aún más punzante que la de Breton: “De ninguna manera volveré a México. No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas”.

Después de haber visto en el Senado las tómbolas de Gerardo Fernández Noroña para elegir a modo a los próximos magistrados y jueces me dije que efectivamente nuestro país es la muestra viva del surrealismo.

Nunca me imaginé que México, con sus usos y costumbres, estuviera tan presente en estos momentos en París, debido a la exposición más visitada e importante que se haya realizado en el Centro Pompidou, dedicada al Surrealismo a 100 años de haberse publicado “El Manifiesto” que dio inicio a esa corriente, precisamente redactado por André Breton y dado a conocer el 15 de octubre de 1924.

Los principales temas explorados por los surrealistas Salvador Dalí, Luis Buñuel, Max Ernst, Remedios Varo, Leonora Carrington, René Magritte, Victor Brauner, Joan Miró, el cubano Wilfredo Lam, el chileno Roberto Matta, los alemanes Erwin Blumenfeld, Richard Oelze, Hanz Bellmer, así como Yves Tanguy, Giorgio de Chirico, Alberto Giacometti, Man Ray, entre otros muchos, eran el sueño, el inconsciente, el amor, la sexualidad, la libertad, la revuelta, la crítica social y política, lo absurdo e irracional, la transformación y la metamorfosis y la mujer.

La exposición arranca a lo largo de un estrecho laberinto, desde donde escuchamos, gracias a la inteligencia artificial, la voz de André Breton, leyendo su manifiesto; en seguida, sentimos como si alguien nos tomara de la mano para descubrir maravillados 500 obras y documentos de literatura y cine.

Curiosamente, nos topamos varias veces con dibujos de Alicia, el personaje de Oscar Lewis, con su conejo blanco. Y en un dos por tres ya estamos del otro lado del espejo. De pronto nos topamos con una pintura con un hombre parcialmente desnudo, con un libro enfrente de él y los ojos cerrados, la pintura se llama “El cerebro del niño”.

Seguimos caminando como zombies y súbitamente estamos frente a una pintura de Dalí llamada “El sueño”, es una figura, pintada en gris, aparentemente femenina con los ojos y la boca sellados y, a lo lejos, percibimos un hombre sentado sobre una escultura. Más que sueño parece una pesadilla.

No hay que olvidar que los surrealistas fueron influenciados por el estudio del sueño iniciado por Sigmund Freud. Además, se involucraron mucho en sesiones de sueño hipnótico.

Seguimos caminando y vemos un paraguas abierto cubierto de esponjas, una máquina de coser del pintor Konrad Klapheck y una pequeña mesa con la cabeza y cola de lobo de Victor Brauner. En tanto, seguimos descubriendo objetos extraños, pinturas insólitas y figuras fantásticas muy semejantes a los alebrijes oaxaqueños, nos encontramos con una pintura que prestó el Museo de Arte Moderno de México, de Remedios Varo.

La obra se llama “Creación de las aves” y muestra a una mujer lechuza creando pequeños pájaros. Pero nos llama más la atención la pintura de la anglomexicana Leonora Carrington, titulada “La Giganta (la guardiana del huevo)” de 1947.

La giganta que llega hasta el cielo y está rodeada por diversas aves, tiene pelo muy rubio y chino, está parada en un campo en donde los árboles son muy pequeños y los seres vivos en su derredor también son minúsculos. Atrás de ella hay un mar con pequeñas ballenas y barquitos.

Al salir del Centro Pompidou, maravillada por tanta belleza, en mi cabeza revoloteaba como si se tratara de un pajarita, la frase que dijo André Breton y que resume perfectamente bien lo que es el surrealismo: “Vamos a reducir al arte a su expresión más simple, que es el amor”.

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