Vida
Por Margarita Reyna
Publicado el jueves, 12 de diciembre del 2024 a las 09:54
Cieudad de México.- En diciembre de 1531, en el cerro del Tepeyac, cerca de la actual Ciudad de México, se dio uno de los eventos más significativos en la historia de la fe católica en América: las apariciones de la Virgen de Guadalupe a un indígena llamado Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
¿Juan Diego era un niño?
Contrario a lo que se piensa, Juan Diego no era un adulto, sino un pequeño de apenas 11 años, según caminaba en la madrugada del 9 de diciembre hacia una enseñanza religiosa cuando escuchó un canto celestial desde la cima del cerro. Al subir, encontró a una “noble doncella” que se presentó como la Virgen María, Madre del verdadero Dios según un estudio realizado previo a la canonización de Juan Diego a cargo del presidente de la Comisión histórica y profesor de Historia eclesiástica en las Universidades Pontificias Urbaniana y Gregoriana, Fidel González Fernández.
La Comisión solicitó la cooperación de unos 30 investigadores de diversas nacionalidades que ofrecieron una contribución decisiva no sólo para justificar la historicidad de Juan Diego, sino incluso para aportar nueva luz a la historia de México. El padre González expuso los resultados de este trabajo en un Congreso extraordinario celebrado en la Congregación Vaticana para las Causas de los Santos el 28 de octubre de 1998, obteniendo un éxito positivo en la resolución de las dudas presentadas sobre la problemática histórica.
La Comisión solicitó la cooperación de unos 30 investigadores de diversas nacionalidades que ofrecieron una contribución decisiva no sólo para justificar la historicidad de Juan Diego, sino incluso para aportar nueva luz a la historia de México. El padre González expuso los resultados de este trabajo en un Congreso extraordinario celebrado en la Congregación Vaticana para las Causas de los Santos el 28 de octubre de 1998, obteniendo un éxito positivo en la resolución de las dudas presentadas sobre la problemática histórica.
Quizá uno de los trabajos más originales del padre González, quien ha sido asistido en esta labor por otros miembros de la comisión, Eduardo Chávez Sánchez y José Luis Guerrero Rosado (cf. “El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego”, Editorial Porrúa, México 1999, 564 pp.) es la presentación de 27 documentos o testimonios indígenas guadalupanos y 8 de procedencia mixta indo-española.
Según las conclusiones que se obtuvieron Juan Diego tendría 11 años en la primera aparición, y fue canonizado el 31 de julio de 2002 por el papa Juan Pablo II, convirtiéndose en el primer indígena americano en ser incorporado al santoral cristiano.
La aparición de la Virgen de Guadalupe tuvo un profundo impacto en la evangelización de los pueblos indígenas, quienes antes veneraban en el Tepeyac a Tonantzin, la diosa madre de su cosmovisión. Este sincretismo entre la figura de la Virgen María y las tradiciones indígenas consolidó la devoción guadalupana como un símbolo espiritual y cultural en México.
Actualmente, la Basílica de Guadalupe en el cerro del Tepeyac es uno de los sitios de peregrinación más importantes del mundo, donde millones de fieles veneran la imagen milagrosa de la Virgen y recuerdan el mensaje de fe, amor y esperanza transmitido a través de Juan Diego.
Dado que todavía no se han encontrado documentos históricos relativos a los veinte años que siguieron a las apariciones de Guadalupe, quienes se oponen a ellas aseguran que este “silencio” documental es prueba de que no existieran.
Se olvida, sin embargo, que muchas fuentes indígenas fueron destruidas, como dos autoridades indiscutibles de la primera hora, fray Bernardino de Sahagún y Gerónimo de Mendieta declaran. Además, no hay que olvidar otros elementos históricos como los incendios (el del Archivo del Cabildo de México de 1692) o la llamada “crisis del papel” que invistió a la Nueva España durante mucho tiempo y que obligó como algo normal a la reutilización del papel ya usado, incluso de documentos de archivo, para nuevos usos sea en el comercio como en la escritura.
Preguntas sin responder
Los antiaparicionistas, sin embargo, no pueden explicar con elementos históricos algunos aspectos decisivos de la historia de México sin tener en cuenta el milagro de Guadalupe. Como, por ejemplo, el que, después una conquista dramática y tras dolorosas divisiones y contraposiciones en el seno del mundo político nahuatl, en un lugar significativo para el mundo indígena, en el cerro del Tepeyac, se levantara en seguida una ermita dedicada a la Virgen María bajo el nombre de Guadalupe, que con la Guadalupe de España coincide sólo en el nombre.
No explican tampoco cómo Guadalupe se convirtió en señal de una nueva historia religiosa y de encuentro entre dos mundos hasta ese momento en dramática contraposición.
La historicidad del beato ha quedado tan fundamentada que el presidente de la Comisión creada por la Congregación romana para las Causas de los Santos, Fidel González, está estudiando los orígenes sociales de Juan Diego. No se sabe si era un noble indio o un «pobre» indio. Se trata de una confusión provocada por las traducciones del “Nican Mopohua” al castellano.
Existen otras muchas pruebas históricas sobre la existencia de Juan Diego, como, por ejemplo, la tradición oral, fuente decisiva al estudiar a los pueblos mexicanos, cuya cultura era principalmente oral. Esta tradición, en esos casos suele obedecer a cánones bien precisos y, en el caso de Guadalupe, siempre confirma la figura histórica y espiritual de Juan Diego.
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