Octubre es, por excelencia, el mes de la cultura. Pasado el estío y antes de iniciar el invierno, donde la naturaleza es hibernar, se acomoda el calendario para las actividades intelectuales que nos diferencian de otros animales más primitivos que nosotros. No todo es armar automóviles y ser desplazado en transporte de personal seis días a la semana, en el caso de la Región Sureste de Coahuila; el cultivo de las facultades del espíritu también hace falta.
En el reparto de secretarías del Gabinete estatal, cuadriculado con juego de geometría por cuotas partidistas, región, grupo político al que pertenecen, y género, dos de las posiciones que por costumbre suelen asignarse a perfiles progresistas en otras latitudes, Cultura y Mujeres, recalaron en manos panistas, o lo que es lo mismo, conservadoras: Esther Quintana Salinas y Mayra Valdés, respectivamente.
Nada en contra de lo anterior, aunque la decisión tiene un costo a pagar por lo menos en el caso de la primera dependencia: la inoperancia y escaso trabajo que distingue a los blanquiazules
–prejuicios aparte– una vez toman el poder (o ingresan a la nomina, según se vea).
Sí, era obligado un cambio luego de 12 años con la misma titular en la Secretaría. No obstante hasta el momento el saldo es una Feria del Libro en decadencia, con menos expositores que nunca, sin figuras, de pie gracias a los cientos de grupos escolares que son acarreados para hacer montón a las instalaciones de la Universidad Autónoma de Coahuila, en Arteaga, en un momento para solazarse fuera de las aulas, que ninguna relación tiene con las actividades literarias.
Luego de finalizar el referido evento, en septiembre, Cultura ha pasado casi un mes, irónicamente el más importante para las artes en el año, en silencio; tal como lo estuvo antes de inaugurarse la FILA 2024, y prácticamente desde que inició el sexenio, caracterizado por escasas convocatorias, una cartelera raquítica, además de promotores y gestores culturales desarticulados y apartados.
El Programa Estatal de Cultura 2023-2029, compuesto por sólo 38 páginas, consume 19 con fotografías y el resto entre generalidades y lugares comunes. Es prácticamente un inventario de inmuebles, un repaso de los espacios con que cuenta. En estricto sentido no hay proyecto, por decirlo de otra forma.
Podría pretextarse la disminución de presupuesto como causa (245 millones de pesos para el ejercicio fiscal 2024), la cual tiene origen en el sexenio estatal anterior, motivada por la pandemia, pues al existir confinamiento sanitario –por tanto imposibilidad para celebrar actos masivos– se cancelaron conciertos y actividades que convocaban multitudes y acaparaban gran parte de los recursos. Esa inercia sin embargo continúa pese a que se disipó la contingencia hace tiempo.
Las reiteradas presentaciones de la Orquesta Filarmónica del Desierto para toda ocasión, en años anteriores, disfrazaban las carencias estructurales y ausencia de un plan como política pública. También episodios llamativos como el despilfarro anual de 100 mil dólares por un premio “internacional” de poesía intrascendente, más allá de la cifra escandalosa.
Un detalle simboliza el estado actual de la Secretaría de Cultura: ocupa como sede un edificio en la zona norte de Saltillo, situado en un bulevar de alta velocidad, como si se tratáse de las oficinas de un banco, dando la espalda a la ciudad, lejos del Centro Histórico que por antonomasia es el punto estratégico para la integración con la comunidad y la difusión de aquello que dicen representar: la cultura.
La prioridad se ha torcido, como sucede con muchos otros aspectos de la vida en la capital: se piensa antes en el espacio de estacionamiento para los automóviles, de la burocracia que ahí labora, que en atender a un hipotético público, lo cual debería ser su función.
Cortita y al pie
Ahora bien, existen dos factores a considerar como atenuantes. En el plano nacional el Obradorato ha sido nefasto y lesivo para la cultura, en cuanto a dinámicas y finanzas, convirtiéndola en un tema completamente fuera de sus prioridades (ganar elecciones y crear clientelas), fenómeno que repercute hacia las entidades federativas.
Y acaso el más importante que trasciende fronteras: en la era digital del internet como fundamento del sistema social, se ha sustituido la cultura que otrora significaba civilización, tradición, ilustración y atesoramiento de conocimientos y experiencias, por una sin raíces, instantánea, fast food como la describe Agustín Laje, en su libro “Generación Idiota: una crítica al adolescentrismo” (Harper Collins, 2023).
La última y nos vamos
¿Qué hacen los panistas con la cultura? En Guanajuato un Festival Cervantino, el más importante del país, y en Coahuila vegetar.
Al estado hace falta mucha recreación, esparcimiento y entretenimiento gratuito. Más bien le urge. A punto de concluir el primer año del Gobierno estatal de coalición, la dependencia es el rival más débil del organigrama. SEFIRC es otro ente muerto, pero esa es otra historia.
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