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Coahuila

Cuando los padres nos quedamos huérfanos

Por Verónica Marroquín

Hace 4 semanas

(DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ)

Estimados lectores y lectoras: Como cada domingo esperando que todos en sus hogares estén gozando de salud y de la amada familia, ese pilar indispensable para el crecimiento sano de los hijos. Cuando los años pasan y los hijos crecen y usan sus alas, para ser libres e independientes, duele el desapego que tenemos con nuestras hijas e hijos, aquí les comparto el sentir del escritor Gabriel García Márquez, yo pondría de título más bien el nido vacío, porque huérfanos para mí es que ya no están en esta vida. Pero cada quien tiene su forma de interpretar la vida y sus vivencias, así que respetando su escrito sobre cuando los hijos se van de casa, no que mueren. Lo que sí sé es que se siente felicidad porque empiezan a volar con sus propias alas que nosotros formamos, o más bien ayudamos a formarlas junto con ellos y ellas. Los que tenemos varios hijos, experimentamos ese dolor, esa nostalgia, ese nido vacío cuando se van a probar mundo. Algunos regresan al nido por circunstancias de enfermedad, de depresión, porque no salieron los planes que tenían, porque terminaron su proyecto laboral, porque extrañaron, o porque la vida los orilló junto con sus decisiones a regresar aun a pesar de ellos o ellas mismas. Lo importante y lo bonito es: que sepan y tengan una base donde regresar si la vida así lo dispuso. Y que sepan que está ese hogar siempre para ellas, para ellos, en caso de necesitar ese apoyo de los padres, o madres, según el caso de cada familia. Pues después de esta larga introducción les presento el poema del autor colombiano:

Hay un período cuando los padres nos quedamos huérfanos de nuestros hijos, es que los niños crecen independientemente de nosotros como árboles murmurantes, y pájaros imprudentes. Crecen sin pedir permiso a la vida. Crecen con una estridencia alegre y a veces con alardeada arrogancia. Pero no crecen todos los días, crecen de repente, un día se sientan cerca de ti con una naturalidad increíble, te dicen cualquier cosa que te indica que esa criatura de pañales, ya creció. ¿Cuándo creció que no lo percibiste? Dónde quedaron las fiestas infantiles, el juego en la arena, los cumpleaños con payasos, el niño crece en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil. Ahora estas allí en la puerta de la discoteca esperando no sólo que no crezca, sino que aparezca. Allí están muchos padres al volante, esperando que salgan y allí están nuestros hijos entre gaseosas y hamburguesas, con el uniforme de su generación y sus incómodas y pesadas mochilas en los hombros, allá estamos nosotros, con los cabellos canos, y esos son nuestros hijos, los que amamos a pesar de los golpes de los vientos, de las escasas cosechas de paz, de las malas noticias y la dictatura de las horas, ellos crecieron amaestrados observando y aprendiendo con nuestros errores y nuestros aciertos, principalmente con los errores, esperando no los repitan, hay un período donde los padres vamos quedando huérfanos de los hijos, ya no los buscaremos más en las puertas de las discotecas, y en el cine, pasó el tiempo de piano y del futbol, el ballet y la natación. Salieron del asiento de atrás, y pasaron al volante de sus propias vidas, deberíamos haber ido más junto a su cama al anochecer para oír su alma respirando, conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia, y a los adolescentes cubrecamas de aquellas piezas con calcomanías, afiches, agendas coloridas, y discos ensordecedores, pero crecieron sin que agotáramos con ellos todo nuestro afecto. Al principio fueron al campo, la playa, navidades, pascuas, piscinas amigos. Sí, había peleas en el auto, por la ventana, por la música de moda, después llegó el tiempo en que viajar con los padres fue un esfuerzo, un sufrimiento, no podían dejar a sus amigos o a sus primeros amoríos. Quedamos los padres exiliados de los hijos, teníamos la soledad que siempre deseamos, y nos llegó el momento en que solo mirábamos de lejos, orábamos mucho (en ese momento se nos había olvidado) para que escojan bien en busca de la felicidad, y conquisten el mundo del modo menos complejo posible, el secreto es esperar, en cualquier momento nos darán nietos, el nieto es la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos. Por eso los abuelos son tan desmesurados y atribuyen tan incontable cariño. Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto. Así es, los seres humanos sólo aprendemos a ser hijos, después de ser padres, sólo aprendemos a ser padres después de ser abuelos. En fin, pareciera que sólo aprendemos a vivir después de que la vida se nos ha pasado. Disfrutemos de nuestros hijos en cada una de sus etapas, mientras duremos vivos.

Mientras escribía este poema o pensamiento de este poeta y escritor, iba repasando mi vida con mis hijas, de igual que pensaba el autor, en qué momento crecieron mis hijas y que casi estoy quedándome huérfana como dice él, que la verdad no me gusta, insisto. Me da miedo perderlas para siempre, por supuesto, por eso no me gusta la palabra huérfana, me gusta más o prefiero nido vacío, ese miedo de perderlos, en algún momento o en muchos momentos de mi vida ha estado presente, porque qué no les ha pasado a mis tres hijas, ya está uno en el Cielo, sin poder hacer nada para evitarlo, ya venía de Dios. El dolor más grande, nunca se supera al 100, así lo he sentido yo, durante 32 años, es verdad que aprendes a vivir con esa ausencia que duele, pero después se hace nostalgia por lo no vivido en mi caso, en otras mamás, será por el recuerdo de todo lo vivido, y qué afortunadas por vivir experiencias de todo tipo, y que aunque se haya ido, les quede el recuerdo amoroso vivido de sus hijos con ellas, en fin. Los dolores del alma, cada uno los siente de diferentes maneras y de intensidades distintas. Quede esta moraleja de si aún tenemos esta dicha de ser papás o mamás, y tener aún a nuestros hijos de cualquier edad, valoremos tenerlos, y demostrarles el amor a los hijos, más que a los nietos, eso sería mejor, o más bien ni más ni menos, equitativo. La cuestión es no arrepentirse porque las lágrimas, aparte de sanadoras, son por lo no vivido, por lo no dicho a tiempo, o por lo que se dijo y lastimó. Y si esto último de que los seres humanos aprenderemos a ser hijos, cuando seamos padres, y aprenderemos a ser padres cuando seamos abuelos… Estoy de acuerdo. Hasta la próxima. Me quedo reflexionando de mi propia vida con mis 3 hijas, solteras aún, algunas van y regresan y otra se independizó hace varios años y creo ya no regresará, ¿supongo que en cualquier momento alguna de ellas nos dará la sorpresa de que se casa, quien será? No tengo idea. En tus manos mis hijas, Dios mío, protégelas de todo mal y llénalas de momentos maravillosos, en todo momento, y en las vicisitudes dales iluminación y serenidad, para que puedan actuar con raciocinio, y en la legalidad siempre, que sepan que, hasta la otra vida, estaré a su lado, mientras ellas me lo permitan. Las amo, Verito, Andreíta y Estefa. Su mamá.

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