“Por casi 6 años, todos los días, lo único que recibí fueron cartas de rechazo. Cada rechazo era devastador. Y cada vez, me preguntaba: ¿debo rendirme? Pero luego encontraba fuerzas y reflexionaba: no voy a rendirme, pero voy a regresar a mi hogar”.
Así comenta la escritora Elizabeth Gilbert en una gran charla de TED. Y, sí, Gilbert encontró fuerzas.
La exitosa autora de la novela Eat, Pray, Love no se rindió. Y, de repente, le llegó el éxito. Y vaya el tamaño: el libro ha vendido más de 15 millones de copias y, bueno, hasta lo hicieron película (malita, por cierto).
Elizabeth encontró fuerzas regresando a su hogar. Y no creas que se refiere a su casita. No.
Su hogar era la escritura, su hogar era escribir.
“Regresar a mi hogar es regresar a escribir. Amo escribir más de lo que odio fallar al escribir. Amo escribir más que a mi ego. Amo escribir más de lo que me amo a mí misma. Así fue como pude seguir”, explica.
Buenísimo tema ahora que termina un año.
Hoy que es tiempo de propósitos y de reflexionar sobre nuestras metas. De reflexionar sobre la vida para encontrar esas fuerzas, esa energía que permita avanzar hacia lo que buscamos.
Hoy que es tiempo de preguntarnos: ¿cuál es mi hogar?
Primero habrá que decir que lo de Gilbert quizá sea la excepción.
No todos tendremos la fortuna de que la actividad primordial a la que se le dedica la mayor parte del tiempo sea como un hogar.
O, bien, que el éxito sea tan edificante como escribir un libro que venda 15 millones de copias… o que sea base para una película estelarizada por Julia Roberts y con un presupuesto de 60 millones de dólares.
Y, sin embargo, te propongo enfocarte en lo positivo.
Entonces, la pregunta cambia: ¿qué de tu día, de tu vida, es lo que más disfrutas?
O como le decía a mi amiga Marcela: ¿cuál es tu Benchmark?
Te explico. Resulta que a Marcela le cambiaron de jefe y el nuevo le salió terrible: con malas ideas y peores modos. Le pregunté: “Pero, ¿te gusta tu trabajo?”.
“Muchísimo”, me contestó.
“Ahí está la respuesta, Marce. A mí de las cosas que más me gustan de mi chamba es escribir la columna, lo disfruto muchísimo. Entonces encuentra tu Benchmark y enfócate en eso”.
Ese es tu hogar: todas las cosas positivas de tu día, de tu vida.
Sácale jugo, disfrútalas.
Pero no solo eso, busca la forma de acrecentar esas actividades, tanto en tiempo como en contenido. Explora, innova, prueba cosas nuevas… sácale jugo a tu Benchmark.
Ah, y también busca la forma de minimizar al jefe tóxico… y a todo lo que te amarga. Reduce tu exposición en la medida de lo posible.
Ahora bien, una cosa es ser optimista y otra cosa ser ingenuo.
Falta otra pregunta: ¿qué tanto de tu día, o de tu vida, te gusta?
Si un análisis honesto revela que es una parte chiquita, seguramente se requiere una reingeniería. ¿Qué tan grande? Depende de los resultados del diagnóstico y de tus circunstancias.
Los grados de libertad para esa reingeniería te los da la edad, ingreso, compromisos financieros o familiares, etc.
Por eso la pregunta clave para los jóvenes sí es: ¿Cuál es tu hogar?
Ahí sí aplica la pregunta inicial.
Por definición, a menos años más libertad. ¿Qué es lo que realmente te apasiona? ¿Qué es en lo que crees que puedes destacar? ¿Qué disfrutas tanto que prefieres seguir intentando aunque falles y falles?
Y luego: ¿cómo se compara esto con lo que haces?
Si hay diferencias grandes, ¿qué esperas para cambiar?
Agrego un consejo final: construir un hogar no es de echarle ganas. Para nada.
Requieres cimientos, materiales, arquitectura y la disciplina de la construcción. Una cosa es disfrutar lo que se hace y otra muy distinta ser bueno. Recuerda las 10 mil horas de Gladwell.
Los hogares que más satisfacción dan se construyen con paciencia, talento, recursos y dedicación. Ah, y también se levantan reconstruyendo los muros que se vayan cayendo en el camino.
Suerte en tu edificación.
Por lo pronto, acumula ladrillos y recarga baterías estas vacaciones.
¡Espero te toquen!
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