En mis tres columnas anteriores he discernido en este espacio sobre el simbolismo y trascendencia de los Juegos Olímpicos, deseando que ojalá hubiera más de ellos y menos guerras entre los seres humanos. En este cuarto capítulo, describiré lo que tuve oportunidad de presenciar, centrándome particularmente, no solamente en el desempeño atlético de los competidores, sino en cuanto a sus reacciones en un sentido humano del resultado de sus competencias. Debo, por supuesto, empezar por los atletas de nuestro Estado, los que representaron a Coahuila, y por ende a México también, en las Olimpiadas de Paris 2024.
Al investigar sus particularidades y trayectorias, me sorprendió que varios de ellos, no son oriundos de nuestro Estado, o que ni siquiera viven aquí, pero por alguna buena razón, (que investigaré próximamente en el Inedec de Antonio Cepeda Licon) decidieron participar en el evento deportivo mas grande y trascendente del mundo representando a Coahuila.
Tales son los casos de los arqueros Bruno Martínez Wing, originario del Estado de México, pero que desde hace tiempo representa a Coahuila, y por su parte, Matías Damián Grande Kalionchiz, que nació en Celaya, Guanajuato, pero ha recibido un apoyo total del Inedec, y es además alumno de la carrera en línea de Administración de Empresas, que se imparte a través de la Coordinación General de Educación a Distancia de la Universidad Autónoma de Coahuila, recibiendo una particular atención de su Rector, Octavio Pimentel Martínez.
Continuando específicamente con la disciplina de tiro con arco, que en Coahuila tiene especial relevancia, está también el interesante caso del entrenador yucateco Eduardo Magaña Poot, experimentado arquero, que de 2003 a 2006 formó parte de la selección nacional, y de ahí en adelante dejó las competiciones para dedicarse de lleno a entrenar a niños y jóvenes en diferentes estados de la República, pero que encontró su destino final en tierras coahuilenses, y su tutoría ha marcado de manera muy importante el ascenso del tiro con arco en nuestro Estado. Particularmente así lo expresan Ana Paula Vázquez, nacida en Ramos Arizpe, y la saltillense Ángela Ruiz, a quienes Eduardo Magaña Poot ha entrenado desde que eran unas niñas. Fueron precisamente estas dos coahuilenses, quienes, junto con su compañera Alejandra Valencia, conquistaron la primera medalla para México en parís 2024.
Debo confesar, que aun y cuando desde niño soy amante de todos los deportes, jamás había presenciado una competencia de tiro con arco en equipo, pero ahora, con el interés que me despertaron las arqueras coahuilenses, me dispuse a seguir sus actuaciones en París. Muy erróneamente supuse que el ver la competencia sería algo monótono y aburrido, sin embargo, al escuchar a los cronistas que narraban las características de la disciplina, fui comprendiendo el grado de dificultad y las grandes cualidades que se deben poseer para destacar en este deporte. Para empezar, el tiro se lleva a cabo a la asombrosa distancia de 70 metros, casi lo que mide una cancha de futbol de 100 metros.
El área grande del portero esta a 16.5 metros de la portería, entonces imagínese el lector que, de esa línea, tan solo avanza 13.5 metros, y desde ahí debe apuntar al tablero donde se tira la flecha, cuyo correcto nombre es denominado “diana”, y que mide tan solo 122 cm de diámetro, esto es con los círculos concéntricos que van desde el 1 de calificación, hasta el 10, que se ubica exactamente en el centro de la diana, y mide tan solo 12,2 cm, un poco mas de lo que mide un cenicero normal. Pero además de la gran distancia y lo pequeño de la diana, hay que tomar en cuenta también la gran influencia que puede ejercer la presión del aire, que fluctua en cada tiro, y que lógicamente desvía la flecha de la trayectoria planeada. Me imagino que para mi, o la mayoría de los que no practicamos este acucioso deporte, para nosotros constituiría un gran triunfo tan solo que llegara nuestra flecha a la distancia de los 70 metros, y atinarle a la diana en cualquiera de sus círculos, sería casi un milagro.
Cuando fui consciente de estas particularidades, mi respeto y admiración por estos atletas, escaló inmediatamente a niveles muy superiores de los que yo tenía contemplados anteriormente. Y me refiero a cualquier atleta que practique este deporte, que se puede decir de quien gane una competencia regional, o estatal, o nacional, imaginemos ahora lo que significa llegar a competir en unos juegos olímpicos, aun al que quedo en el último lugar de todos los competidores, habría que reconocerle a ese particular individuo, todo el esfuerzo y sacrificio que tuvo que empeñar para llegar a competir en esa magna justa internacional, ello significa no días, ni meses, sino años de arduo entrenamiento con todo lo que esto representa de tiempo y dedicación total.
Entonces, la perspectiva que debemos tener los coahuilenses sobre Ana Paula y Angela, sobre Matías y Bruno, y también al entrenador Eduardo Magaña Poot, además de reconocimiento y admiración, debe de ser de orgullo plenamente coahuilense, que todos estos atletas tengan a Coahuila en sus arcos y flechas, y también en su corazón, repito, es un gran orgullo para todos los que observamos su desempeño, y por mi parte les brindo la enhorabuena por lo que lograron en Paris en su presente, por todo el esfuerzo del pasado, y además, debido a su juventud, lo que les depara el futuro, en las próximas competencias mundiales, y en Los Ángeles 2028.
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