Querida persona lectora, muchas veces, en este mismo espacio, hemos reflexionado sobre la gran importancia de hacer lo que amamos y de amar lo que hacemos. Se trata de un principio general que debería guiar nuestras vidas, tanto en su faceta profesional como en la personal. Pero ¿qué significa realmente esto?
Aunque esto parezca sencillo y obvio, ¿cuántos de ustedes lo aplican en su cotidianidad o en sus proyectos de vida de manera constante? Estoy segura de que muchas personas tienen la firme convicción de que hacer lo que amamos es un lujo que solo unas pocas personas privilegiadas pueden permitirse. Y bajo esta creencia limitante, aceptamos vivir vidas que no nos hacen felices.
Demos un paso atrás y concentrémonos por unos minutos en pensar en las cosas que nos gusta hacer. Quizás al principio sea difícil incluso lograr cierta concentración en nosotros mismos, ya que nuestra mente está permanentemente distraída con los muchos pendientes y responsabilidades que siempre llevamos encima y que casi nos controlan, sin dejarnos la posibilidad de detenernos, hacer una pausa y relajarnos sin sentir culpa.
Y quizás también ustedes, mis queridos amigas y amigos, están leyendo estas líneas con la prisa y el frenesí que suelen caracterizar a los lunes. Pero, por favor, tómate unos minutos solo para ti y piensa en las cosas que te gusta hacer, que llenan tu corazón y te dan paz. No me refiero únicamente a actividades, sean profesionales o de entretenimiento, sino también a las personas (o, en general, a los seres vivos) que amamos y que nos aman.
¿Cómo te sientes cuando alguien te pregunta por tus niños o por tus padres? ¿O cuando hablas de tu pareja con tus amistades (claro, siempre y cuando no sea en un momento en que, por cualquier razón, te haya hecho enojar)? ¿O cuando compartes cómo te sientes al practicar tu deporte favorito o al hablar de tus mascotas?
Es innegable que, cuando pensamos o hablamos de algo o alguien que realmente amamos, el amor que sentimos lo transmitimos mediante el más bonito de todos los posibles medios: la pasión.
Pensemos en nuestra vida profesional: cada trabajo tiene muchas facetas y aspectos que pueden ser positivos o negativos. Nada (ni nadie) es perfecto. Sin embargo, en cada situación laboral hay seguramente (o debería haber) algo que nos apasiona, por muy pequeño o casi imperceptible que nos parezca.
Aunque nos corresponde a cada uno de nosotros encontrar cada día las perspectivas positivas de todo lo que nos pasa, tampoco se trata de fingir que siempre todo va bien. Pero sí podemos concentrar nuestra atención en lo que nos apasiona. Y tratar de contagiar esa pasión. ¿Cómo? Puede haber muchas maneras.
Por ejemplo, en mi trabajo como jurista, docente e investigadora, hay temas que me apasionan más que otros. Aun cuando trato de dar mi mejor versión en todo lo que hago y de inspirar a las personas que trabajan o estudian conmigo, soy consciente de que hay temas que adoro compartir, enseñar e investigar.
Y siento que, en estos casos, no solo pongo mi mayor esfuerzo y compromiso para dar lo mejor de mí, sino que la pasión que vive dentro de mí fluye sola, con una fuerza tal que puede ser contagiosa.
Si me preguntaran qué significa para mí hacer lo que amamos y amar lo que hacemos, esta sería mi respuesta: contagiar la pasión por lo que amamos hacer.
Más sobre esta sección Más en Coahuila