Campañas antialcohólicas
Era el otoño de una mañana fresca que presagiaba la pronta llegada del invierno saltillense, a finales de los años 30 del siglo pasado, cuando un grupo de alumnos de tercer año de primaria desfilaban alrededor de la manzana urbana, que circunscribía el edificio que albergaba la escuela pública.
Uno de los estribillos, que al caminar, entonaba el grupo coral a manera de admonición decía: “No bebas alcohol obrero, que es vergüenza y dolor”.
Si se pone en contexto esa manifestación cotidiana y obligatoria de los centros escolares de aquella época, correspondía a los programas de educación socialista que se diseñaban desde la SEP a cargo de Gonzalo Vázquez Vela (1935-1940).
El país vivía tiempos difíciles postrevolucionarios de carácter económico y unido a la desnutrición y analfabetismo de la población, se presentaba un nuevo mal de salud pública: el alcoholismo entre la población económicamente activa (PEA).
El hombre nuevo
El Presidente de la República, Lázaro Cárdenas del Río (1934-40), lo consideraba como un tentáculo del sistema económico de libre mercado para mantener al campesino y obrero alienado, sujeto al conformismo y estancamiento mental.
Se retomaba una vieja concepción decimonónica del ser humano: el hombre nuevo despojado de vicios y ataduras, el cual debe surgir, como producto de un movimiento social, en el caso que nos ocupa la Revolución Mexicana (1910-17) que fue el primer movimiento social en el mundo del siglo 20.
El presidente Emilio Portes Gil (1928-30), lo expresaba así: “Una de las más profundas convicciones que deben dominar a los hombres de la Revolución, es la de que entre los grandes enemigos de la raza y del porvenir de México, debemos señalar el vicio del alcoholismo uno de los males colectivos de más urgente remedio”.
Políticas persuasivas y coercitivas
Y, qué mejor manera de iniciar las campañas antialcohólicas, que en la niñez mexicana que tenía la oportunidad de cursar la educación básica, para que la incipiente concientización infantil tuviera impacto en los padres de los niños.
Las políticas y acciones persuasivas, también consideraron concursos de dibujo infantiles que representaran los estragos que causa la ingesta de bebidas embriagantes en la salud de la juventud.
La estrategia del primer Mandatario no sólo se quedó en la persuasión coral o geométrica, sino que también formuló políticas coercitivas de mayor calado, particularmente entre los productores y expendedores de bebidas espirituosas y destiladas.
Se decretó que el 9 de abril de cada año se conmemorará el día antialcohol, y para recordarlo mejor todos los negocios que expendieran bebidas embriagantes a nivel nacional, cerrarían sus puertas.
Posteriormente, a partir de 1937, se intensificó la regulación del alcohol, que dejaría de venderse y consumirse en establecimientos, diseminados en toda la República, tres días a la semana, de viernes a domingo.
Como era de esperarse al concluir el sexenio cardenista, se impusieron de nuevo los lucrativos intereses de las empresas productoras y distribuidoras de alcohol sobre los de la salud pública. Las políticas anteriores pasaron a formar parte del México que quiso forjar su desarrollo social con un modelo económico autárquico.
Consumo nacional de alcohol
La encuesta privada más reciente sobre el consumo de alcohol en México, la realizó vía telefónica en los hogares, una empresa auspiciada por la organización Red de Acción Sobre Alcohol (RASA).
Entre las principales conclusiones se pueden citar las siguientes: “El 97% de la población mexicana está preocupada por la violencia contra la mujer atribuible al consumo de alcohol. La inmensa mayoría de los mexicanos (98%) considera al consumo de alcohol como un problema en general, (88%) lo percibe además como algo fácil de conseguir y (60%) como algo relativamente barato.
“Urge una política nacional para el control de bebidas alcohólicas, que contribuya a reducir la carga de enfermedad, muerte y violencia asociadas al consumo de alcohol”.
El 83% de la población ha consumido alcohol alguna vez en la vida, 43% de los adultos ha consumido bebidas alcohólicas en los últimos 30 días y que la bebida que más se consume es la cerveza (75%), seguida del tequila (29%) y el vino (28%).
La desregulación del alcohol en Saltillo
Es poco probable que la Administración Municipal saltillense maneje una política sobre alcohol, que regule su venta y consumo en la ciudad. De ser así, no se observaría, a simple vista, la proliferación de establecimientos en la ciudad, dedicados a la expedición de bebidas alcohólicas, sin importar su cercanía con centros escolares, y mucho menos sus horarios de cierre y apertura.
Dan servicio al público amante de las bebidas los siete días de la semana. Ya son parte del mobiliario urbano. Quizá, el ejemplo más fehaciente, se entrevea en el llamado Centro Histórico, que paulatinamente ha cambiado su uso de suelo de habitacional a comercial, aglutinando en cada una de sus desvencijadas manzanas urbanas a por lo menos dos “piqueras”.
Desde luego que habría sorpresas y políticos sorprendidos, si se pusieran a disposición del público interesado (académicos, investigadores, organizaciones civiles, etc.), información acerca del número de negocios dedicados a los giros anteriores afincados en Saltillo antes y después de la Administración Municipal (2021-24), de la tasa de crecimiento de los ingresos percibidos por la venta de alcoholes.
Además, de la cifra de establecimientos que fueron clausurados, y que aun reincidiendo en un período relativamente corto nuevamente reabrieron sus puertas después de saldar cuentas con el personal municipal, sin dejar de lado la estadística de heridos y fallecidos por accidentes automovilísticos atribuidos al consumo de alcohol.
Y no menos importante, las llamadas telefónicas de auxilio por violencia doméstica hechas por las féminas, provocada por la ingesta de alcohol del varón.
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