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Coahuila

Con respecto ‘al señor diputado’

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 2 meses

Se inicia siendo un joven de apenas 17 años en el periodismo de la capital coahuilense. Humberto Guadalupe Gaona Silva, que se forma como los grandes en la página policiaca, la que además de dejarle grandes enseñanzas, le marcó para toda la vida, pues cuando intentó abordar una ambulancia de la Policía para ir a un accidente, perdió pisada y se rompió el tobillo derecho, que le obligaría a “renguear” levemente, lo cual era notorio.

Gaona fue, antes que nada, algo a lo que muchos aspiran y pocos llegan a ser: Un periodista, que vivió entre la realidad y la fantasía, y quizá y cuando vio que el mundo no tenía remedio, dobló el capote y dio su última vuelta al ruedo.

Tuvo muchos éxitos como periodista. Uno de ellos cuando es subdirector de Noticias de La Laguna, cuyo mandamás era otro grande del periodismo, el también saltillense Eduardo Elizalde Escobedo. Gaona Silva venía de Excélsior, la catedral del periodismo en México y América Latina, y de El Porvenir de Monterrey, que mandaba en la zona noreste del país, donde “el diputado”, como solíamos decirle, frase que acuñó para otros, pero que se le aplicó a él, había cubierto una importante etapa en ambos matutinos.

Luego tendría la difícil tarea de ser director de comunicación y relaciones pública, (jefe de prensa) de varias dependencias públicas, cargos que logra por su relación y amistad con los grandes del poder del Estado.

Fue antisolemne por naturaleza, la gravedad, solía decir, se la dejaba “a los pendejos”. Fiel a sus principios, caballero, bohemio, apasionado a las corridas de toros, romántico y desvelado, Gaona escribió en el prólogo de uno de sus libros, México sin Maquillaje ¡Qué bonita Familia! ideas que lo definen mejor: “El autor no escribe decretos o profetiza la verdad absoluta. Límite y Compromiso: La conciencia. El texto irreverente y antisolemne. Reverencia nada más ante Dios. La solemnidad por sistema, recursos de tímidos y pendejos”.

Gaona pasó por varios periódicos, tuve el privilegio de tratarlo, no fui su amigo, porque él era muy selecto en ese aspecto y nuestras ideas siempre chocaban, guardaba un rencor hacia mi señor padre, que mortificó a Humberto hasta su tumba, pues cada vez que me veía se acordaba del incidente, como si hubiera sucedido el día anterior, aunque el hecho se remontara a varios años. Mi papá era igual o más valiente que él, y no era un maneado, y tuvieron sus “agarres” cuando Gaona, “el señor diputado”, fue jefe de prensa de varios políticos que también brindaban amistad a mi progenitor y seguro ahí se hicieron de la enemistad, no obstante que fueron compañeros en el Heraldo del Norte, donde ambos se iniciaron como reporteros. Yo les daba poca importancia a los reclamos del diputado. Conocí su gran trayectoria a lo largo de su carrera periodística, tanto en Excélsior como en el Porvenir, su amistad con algunos Presidentes de la República, con quienes incluso jugó dominó, ya fuera en la casa presidencial o en los vagones del tren que conducía a los mandatarios por el interior del país o en los aviones en que viajaban al extranjero. Humberto Guadalupe se casó con la bella lagunera Aurora Yaujar, con quien procreó a un hijo, que hace unos años fue secretario del Ayuntamiento de su natal Ramos Arizpe, a quien tuve el gusto de tratar con respeto y sin rencores, a pesar de que por años su señor padre me mortificó. Gaona y un servidor fuimos compañeros cuando él era jefe de información del periódico Vanguardia y yo un simple reportero. El trato fue amable y cortés, jamás tuvimos una fricción por mi trabajo, al contrario, siempre me aconsejaba sobre la mejor manera de redactar una noticia y creo que de lo mucho que me enseñó, algo se me quedó en la única neurona que me funciona. El 3 de noviembre de 2005, Humberto Guadalupe Gaona Silva, se nos adelantó por el camino sin retorno. A los 74 años de edad falleció en nuestra ciudad, uno de los decanos del periodismo de Coahuila. Y Rindió tributo a la madre tierra en su natal Ramos Arizpe, donde había salido siendo un jovencillo, para conquistar el mundo periodístico del país y lo logró.

El mote que lo llevaría hasta la eternidad, decirle diputado a sus amigos o conocidos y fastidiarse a sí mismo con el seudónimo era una forma sutil de referirse a la inutilidad de los legisladores y por extensión a todos los políticos, ¡cualquier pendejo es diputado!, solía expresar con una carcajada.

 

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