Coahuila
Por María José César
Hace 3 años
“Cuando perdí a mi amadísima hija, a la carne de mi carne, al corazón de mi corazón, se fue con ella un sueño en el que por 21 años me había proyectado. De golpe, todo se desvaneció, todo cambio, y todo me dolió. Inicie una batalla al lado del dolor, y reiteradamente, contra el, pero al rato nos reconciliamos. Era inevitable, era lo mejor. Comencé a intentar recuperar mi vida, a veces a grandes zancadas, pero fue mejor con paciencia y pasito a pasito. Trabaje por rehacerme sin una parte de mi, por darle sentido a la vida sin ella, para concluir en la aceptación de que se puede vivir incompleto y en plenitud.”
Maristela de la Peña
¿Cómo vivir la vida en plenitud teniendo un dolor que inunda el alma?
¿Cómo avanzar cuando la pérdida te hace sentir incompleto?
Al enfrentar el dolor de la pérdida de un ser amado, nuestros corazones claman la soledad y la falta de consuelo. Los duelos duelen, y duelen todos los días. En este mes especial, recordaremos con más fuerza a todos nuestros seres queridos de los cuales nos hemos visto separados físicamente por la muerte, pero con los cuáles nos sentimos conectados en el amor, la añoranza de un nuevo encuentro y la esperanza de que en donde están, están llenos de la fuente inagotable del amor de Dios.
Tanto la vida cómo la muerte tienen sus procesos. La vida nos da el proceso de crecer, aprender, caminar, reír, llorar, reproducirnos y la muerte tiene sus propios procesos también. Duele la vida sin el ser amado, su ausencia, los cambios, adaptarse a vivir sin sufrimiento pero con la compañía del dolor. Ya que:
“Compensa pero no evita; Aplica pero no cancela; Anima a seguir pero no anula el dolor. (Hojas de ruta (1), pág. 349)
Salir adelante de la mano de la ausencia es una decisión, la decisión de aferrarse a vivir buscando un sentido en el día a día. Beatriz Pardo decía que en el camino de la recuperación emocional ante la pérdida de un ser querido, honrar su vida es aceptar la importancia que ha tenido y tiene en la mía. ¿Qué me ha dejado? ¿Qué me ensenó? ¿De qué forma sigue viviendo en mi vida diaria y cómo continuo su legado?
Maristela de la Peña, tanatóloga, mamá y gran maestra, afirma que la mejor manera de honrar la vida de su hija es honrando la vida misma, proponiéndose cada día vivir en plenitud: en cuerpo y alma. Ella comenta que la vida de Rebeca, su hija, se originó de un deseo de Dios y de su soplo divino para conocer el amor y volver a él. Ella intenta vivir cada día desde el espíritu, a través de toda su persona pero desde el espíritu. Así se conecta con ella, sintiendo la brisa suave de ese otoño que acaricia su rostro, escuchando el trinar de los pajaritos, observando la luna llena. Así honra la vida de su hija, reconociendo el valor y el don de la vida, y agradeciendo cada amanecer en que despierta a la vida y a una nueva oportunidad de vivir y de amar.
Nayeli Pereznegrón, mamá de Luis Pablo y fundadora de la Fundación “Luchando por Ángeles Pequeños (LPAP)” lo transmitía muy claro “Hay que abrazar cada momento que vivamos en la vida, recibir la muerte de mi hijo en mis propios brazos me hizo ver que hasta la muerte debemos abrazar muchas veces aunque no queramos. No somos absolutamente nada y el día de mañana no sabemos si estaremos aquí por lo que hay que abrazar todo momento mucho más los momentos difíciles porque son esos los que más necesitan de apapacho.”
¿Cómo honrar la vida de ese ser querido que ya no está físicamente conmigo?
La mejor forma de honrar la vida de quienes se nos han adelantado es aferrándonos a la vida y a querer vivir.
No pierdas de vista el dolor, no porque no lo veas será menor. Este sólo dependerá de la experiencia al lado del ser perdido, nadie podrá entender la magnitud de tu dolor y tus sentimientos
Abraza el momento de dolor en el que te encuentras. Tal vez te encuentras en este momento atravesando por la rabia, el enojo, la incredulidad y el desánimo, recuerda que de la mano de Dios y con una buena ayuda, llegará la aceptación y la paz que te ayudarán en un nuevo caminar. No tengas miedo de buscar ayuda.
Abraza cada una de tus emociones reconociéndola y mirándola. Escribe eso que sientes e intenta drenar todas las emociones en papel.
Busca vivir el legado o enseñanzas que dejó en ti.
¿Qué te ensenó? Recuerda su propósito.
¿Qué valores vivía que tu admirabas?
¿En qué forma quisieras ser cómo esa persona?
¿Qué era lo que mas disfrutaba?
Tenle una veladora junto a su foto y ten tus momentos. Enciende su veladora y háblale cuando sientas la necesidad de hacerlo.
¿El escudo para enfrentar y asumir la pérdida? Acercarte a Dios. Tu fe, tu oración, su palabra, la Eucaristía. Sólo de esa forma podrás encontrar consuelo en tu parte espiritual y no desde tu parte racional.
Vicente Ferrer decía que la muerte no es el fin, sino la continuación de la vida por otros caminos. En la muerte solo entregamos el cuerpo, pues el corazón y el alma viven para siempre.
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