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Agencias
Publicado el domingo, 24 de noviembre del 2013 a las 23:57
Ciudad Juárez, Chih.- Las peleas de perros han creado una industria clandestina que, de entrada, garantiza privacidad para promotores, apostadores y dueños de los ejemplares, y para éstos, atención veterinaria privilegiada, estética, alimentación y entrenamiento de primera. Fuente: El Diario de Juárez
Los operadores de esta red rentan casas amplias con bardas lo suficientemente altas para pasar desapercibidos, con un mercado cautivo de varios millones de pesos anuales en esta frontera, revelaron ayer médicos veterinarios locales y un criador vinculado a estas peleas.
Es ‘una mafia compleja’, pues, como acusó un veterinario entrevistado.
Los excesos de propietarios y adeptos a las peleas rayan en lo absurdo. Se sabe de que es común que lleven ‘sparrings’ a los perros campeones y a aquellos con posibilidades de escalar en el ranking canino, son objeto de mutilaciones como cortarles las orejas y la cola al ras.
Los precios de estos animales van desde los 40 dólares y los entrenados hasta 2 mil 500 dólares.
“Es una actividad muy lucrativa pero al mismo tiempo es referente de crisis económica por establecer la apuesta en las topas como alternativa de ingresos, y muestra de una sociedad sin cultura en materia de protección de animales, pues en esta actividad, tras el pleito, el 80 por ciento de los animales muere con heridas graves y fracturas hasta de cervicales”, dijo Brenda Ramos, veterinaria de la Asociación Protectora de Animales AC.
Juan José Martínez Pérez, presidente del Colegio de Médicos Veterinarios Zootecnistas dijo que una muestra de la proliferación de estos enfrentamientos es el incremento en el número de “Clubes de Pitbulls” dedicados a la crianza y entrenamiento de animales para ataque y defensa.
Martínez Pérez, también cirujano veterinario especializado que presta sus servicios en Aprodea, observa que hay un aumento gradual en la cifra de animales que en los últimos dos años llegan al Centro Antirrábico o a las clínicas públicas de mascotas como el organismo, desangrándose, con graves contusiones y fracturas.
“Es muy común ver animales mutilados aquí. Cada semana recibimos de tres a cuatro perros de razas usadas para pelea, pero también de otras razas usados como “sparrings” de los animales en entrenamiento para enfrentamientos”, indicó.
En algunas ocasiones, estos “sparrings” son adquiridos en adopción en organizaciones de rescate animal o en albergues, “por eso hemos endurecido la selección de los dueños de cada animal, para descartar que serán maltratados”, apuntó.
Expuso que a pesar de que los dueños de los perros no dicen la verdadera razón de las lesiones del animal.
“Nosotros podemos identificar cuál se peleó en la calle o con alguna otra mascota en el hogar, y cuál participó en una pelea arreglada. Quienes son criadores para pelea le cortan al perro las orejas al ras, la cola. Son Pitbull, Bull Terrier o Rottweiler”.
La también veterinaria Brenda Ramos terceó que “por eso, y por cicatrices en el pelaje, nos damos cuenta cuál es de pelea, sin embargo no podemos iniciar una investigación, aunque tenemos una base de datos de los dueños cuando nos traen a estas mascotas malheridas”.
“-Estos- animales permanecen en observación al menos 24 horas. Los que se recuperan, porque la mayoría muere”, indicó.
Martínez Pérez aclaró que la mayoría de los dueños no abandonan a sus animales cuando los llevan a Aprodea por el registro que sustenta el ingreso, situación que no sucede en el Antirrábico, donde son abandonados, o simplemente trasladados por la perrera cuando los dejan en la calle desangrándose.
Veterinarias “patito”
Carlos Fernández Manjarrez, ex presidente del colegio de Veterinarios, dijo que cuando los perros lesionados no son asistidos en estas clínicas o en veterinarias –donde ya es extraño que sean recibidos–, son atendidos en casas particulares.
Dijo que estas viviendas son habilitadas como falsas veterinarias o clínicas clandestinas donde los animales son castrados, les cortan orejas y colas, y hasta los vacunan y les aplican anabólicos para robustecerlos.
“Estas redes de veterinarias clandestinas se han convertido en un problema para el gremio, por eso es urgente legislar en la materia y adicionalmente establecer un protocolo entre los veterinarios para detectarlas, denunciarlas, y denunciar a los dueños de los perros que los llevan con lesiones que ponen en riesgo su vida, para determinar si fue por una pelea casual o inducida”, detalló.
Expuso que estas clínicas clandestinas son soporte en la atención para los más de cien clubes de Pitbulls que han proliferado en la ciudad, para crianza enfocada exclusivamente al entrenamiento y exhibición, pero también para peleas clandestinas en los barrios.
“Antes no denunciábamos cuando los perros llegaban en malas condiciones porque la autoridad tenía demasiada carga de trabajo con las investigaciones de homicidios, secuestros y delitos de alto impacto. Hasta se reían de nosotros. Pero ahora que la autoridad está más desahogada, podemos denunciar, sólo nos falta protocolizar los procesos de denuncia”.
No obstante, explica Juan José Martínez Pérez, denunciar implica un riesgo “porque en las peleas de perros se mueven miles de pesos. Es una mafia compleja”.
Fernández Manjarrez agregó que hace 6 ó 7 años se había elaborado al interior del Colegio una “lista negra” de los dueños de los perros que acudían a las clínicas frecuentemente a realizar cirugías de orejas a los perros, para negarles el servicio ante la presunción de que eran usados los animales para peleas.
Comercio
Martínez Pérez estima que el costo de un perro de pelea oscila entre los 40 y los 2 mil 500 dólares.
La brecha es amplia por dos razones. La sobreoferta de la raza y la calidad del ejemplar.
“El precio más bajo lo podemos encontrar entre camadas que no tienen un linaje comprobado, pero si la cría proviene de una pareja o uno de los padres con varias peleas ganadas, el valor del cachorro puede elevarse hasta los 2 mil 500 dólares”, detalló.
En promedio, un cachorro pitbull tiene un costo en el mercado de 600 dólares.
Un criador de perros pitbull –quien solicitó la reserva de su identidad–, expuso ayer que las peleas clandestinas se concentran en el oriente y suroriente de la ciudad, en predios con altos muros para retener el ladrido de los animales, cerca del bulevar Zaragoza, en ranchos en El Valle de Juárez, y en granjas localizadas en la carretera a Casas Grandes y en las cercanías al Camino Real.
“Las topas –enfrentamientos– se hacen en terrenos rentados hasta en mil pesos por pelea, y las apuestas son hasta de 50 mil pesos, aunque a veces los dueños y otros invitados se calientan y apuestan hasta los carros. No va gente de bien, eso te lo garantizo, por eso las peleas son muy sigilosas, aunque a veces la Policía sí se entera, pero no pasa nada. Ahora las difunden en Facebook, pero a grupos cerrados”.
El criador explicó que algunos de los Clubes de Pitbull en la ciudad tienen en el entrenamiento de salto, resistencia y empuje “una pantalla”. Es un punto de iniciación, selección y auscultación de los perros para definir cuál tiene el temperamento y el físico para soportar una pelea, “pero también para escoger cuál dueño puede aceptar toparlo por una feria, aunque también pueden ser sitio de selección de un buen semental”.
En estos clubes, agregó, se promueve la nutrición con productos de contrabando, pues las croquetas y los suplementos alimenticios con alta concentración de nutrientes tienen un precio hasta 40 por ciento más elevado en veterinarias locales que en tiendas y clubes de precio en El Paso.
“Ese es el gane diario. Las peleas son el extra”, indicó.
La clandestinidad de esta práctica está al alcance de cualquier interesado… menos para el gobierno.
El titular de la Dirección de Gobernación Estatal, Ángel Olivas Rico, indicó que estas peleas no son de su competencia.
En la Procuraduría General de la República y en la Fiscalía General del Estado no hay denuncias ni investigaciones, y en la Policía Municipal no se lleva una estadística de atención a quejas por peleas de perros.
En esa corporación sólo hay un antecedente en los últimos tres años: una vecina se quejó por el ruido que provocaban estas peleas, “pero no hubo detenidos”, indicó el vocero Adrián Sánchez.
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