Cd. De México
Por Agencia Reforma
Publicado el martes, 23 de agosto del 2022 a las 10:45
Ciudad de México.- En septiembre pasado, piedras de hasta 140 toneladas se desprendieron de este cerro, provocando la muerte de cuatro personas; los afectados lamentan que el tema haya dejado de ser prioritario.
No hay sonido más escalofriante para Selene Olivares que el de los relámpagos.
Habita la última casa que existe antes de llegar a la zona del derrumbe en el Cerro del Chiquihuite, que dejó cuatro personas fallecidas el 10 de septiembre pasado. En las noches de lluvia le es prácticamente imposible dormir, pues hace casi un año la caída de una megarroca se escuchó exactamente igual que un trueno.
“ Todo el tiempo existe el miedo”, asegura.
Vive en una de viviendas que no resultaron dañadas, pero que serían demolidas para reducir riesgos. Poco después del deslave se dijo que las expropiaciones vendrían acompañadas de indemnizaciones para que sus ocupantes encontraran dónde vivir, pero lo último no ha ocurrido. Por eso Selene y su familia siguen cohabitando con el peligro.
“ Aunque esté expropiado, nosotros no podemos salirnos porque, pues a dónde vamos, nosotros no tenemos para las rentas”, dijo la mujer de 40 años.
Fue desalojada por la emergencia en septiembre, pero sólo pudo estar lejos de su vivienda tres meses, pues los costos de la renta y la falta del trabajo le hicieron regresar.
“ Nos dieron 3 apoyos de 5 mil pesos cada apoyo, pero con eso no alcanzaba”, indicó.
Sólo lo urgente Después de la tormenta, vino la euforia y, a casi un año del deslave en el Chiquihuite, otra vez llegó la normalización del riesgo.
Aquel día, una lluvia torrencial fue el detonante del desgajamiento de grandes rocas en este cerro de la Sierra de Guadalupe. Las piedras, algunas hasta de 140 toneladas, se desprendieron del lado del Estado de México y destruyeron directamente cuatro viviendas de la Colonia Lázaro Cárdenas Segunda Sección, en Tlalnepantla.
El tema de las construcciones sobre o junto a laderas en el Valle de México fue prioritario durante esas semanas.
El Gobierno mexiquense informó que otras 178 casas tendrían que ser desalojadas, pues aunque no sufrieron afectaciones, están en un perímetro de 200 metros con alto riesgo en caso de futuros desprendimientos. El Gobierno de la Ciudad de México aseguró que también analizaría con la Federación algún mecanismo para reubicar preventivamente a los habitantes más vulnerables.
Por parte del Edomex se entregaron apoyos económicos a los más afectados y se demolieron sólo los inmuebles con mayor peligro: 11 de los 178. El resto de las familias regresó a la zona de riesgo en espera de saber adónde deberán mudarse, mientras que apenas esta semana comenzaron los trabajos para construirles hogares seguros. La CDMX no ha anunciado hasta la fecha avance en el plan que propuso.
Zonas de mayor riesgo Para Óscar Daniel Rivera, doctor en Urbanismo por la UNAM, las afectaciones por desgajamientos son de los temas en los que se reacciona para atender las emergencias, pero se pasa por alto la prevención para evitarlas.
“ Protección Civil, que es la encargada o la más cercana a este tipo de problemáticas, pues por desgracia no protege, más bien llega a resarcir el daño (…). Hay riesgo, pero no es un riesgo de ahorita, es un riesgo que se empezó a generar ya desde hace muchos años”, lamenta.
Y aunque el fenómeno cobró visibilidad reciente en el Chiquihuite, no es el único foco rojo en la Metrópoli.
Entre 2014 y 2015, el Centro Nacional de Prevención de Desastres elaboró el primer Mapa Nacional de Susceptibilidad a la Inestabilidad de Laderas. La última actualización es de 2020 y en él se colorean en rojo las zonas con con riesgo “muy alto”, sobre todo por el ángulo mayor a 45 grados.
Los alrededores de las sierras de las Cruces, de Guadalupe y de Santa Catarina registran los mayores problemas por convivencia de viviendas en laderas.
Por Alcaldías, la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil aseguró recientemente que Álvaro Obregón es donde más colonias con probabilidad de desprendimientos existen, con 78; le siguen Cuajimalpa, con 32; Magdalena Contreras y Xochimilco, con 25 cada una; y GAM, con 18. Sin embargo, en esta última está parte del Chiquihuite y ha sido donde el riesgo se volvió catástrofe en mayor número de ocasiones.
“ La población quiere vivir en un lugar aunque no tenga las características de una vivienda segura por el momento que puede ser un año dos o tres, pero quieren sentirse seguros momentáneamente”, señala Rivera.
“ Ya después verán qué hacer, es lo que comentan ellos: ‘ya después veré qué hacer si se llega a caer mi casa o si se llega a caer un tramo de mi patio’. El problema es que cuando sucede un problema de tal magnitud inclusive puede haber decesos”.
Las lluvias hacen más visible esta problemática debido al reblandecimiento de tierra que la vuelve más propensa a los deslizamientos, aunque el riesgo es latente y puede presentarse también por sismos, agrega el investigador.
Además, cada que un asentamiento urbano le gana espacio a una zona verde lo hace a costa de deforestación, lo que hace que el suelo pierda uno de sus elementos de estabilidad más grande: los árboles.
Hasta soborno Selene Olivares ha vivido en el Chiquihuite toda la vida. La casa contigua era de su hermano Carlos y tampoco resultó afectada, pero tuvo que ser demolida para usar el predio como patio de maniobras de la maquinaria.
Para ingresar a su hogar y sacar sus pertenencias, el hombre reconoce que tuvo que sobornar a elementos del Ejército, pues era eso… o perder más de lo mucho que ya había perdido.
“ Tuve que darles ‘mordida’ a los soldados para poder sacar en la madrugada lo indispensable, como es la estufa, las camas, el comedor, lo que pudiera”, añade.
Desde ese día ha tenido que rentar en diferentes zonas, trabajando para cubrir el alquiler, cuando antes se sentía menos presionado al tener casa propia. Un año después, sigue a la espera de que mejore la situación.
“ A mí me molesta que vienen, tiran la casa y hacen mil promesas y ahora la situación es que no tenemos apoyo de nadie”, lamenta.
Selene en lo que quedó de la casa de su hermano Carlos. La tierra ha sido arrastrada por las lluvias recientes.
Un niño juega a un lado de los taludes reforzados que levantó el Gobierno del Estado de México.
El riesgo visto desde el riesgo. Desde el Chiquihuite se alcanza a ver otro cerro también invadido ya por viviendas.
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