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Coahuila

Celebrando el Nuevo Año

Por Sandra Rodríguez Wong

Hace 2 dias

Cada 31 de diciembre, cuando el último sol del año se oculta, pareciera que el mundo se detiene por un instante. En el aire se respira una mezcla de nostalgia y anticipación, como si la misma tierra inhalara profundamente a la espera de un nuevo comienzo.

La tradición de celebrar el final de un año y el advenimiento de otro se remonta a tiempos inmemorables, y el ritual trasciende culturas y geografías, uniendo a la humanidad en su incesante búsqueda de renovación.

Al observar el ciclo de las estaciones, las antiguas civilizaciones comprendieron que el tiempo no es lineal, sino un eterno retorno que nos ofrece la oportunidad de iniciar de nuevo. Los romanos, con su calendario juliano, establecieron el 1 de enero como el principio del año, dedicándolo a Jano, el dios de las puertas y los comienzos, quien con sus dos rostros miraba hacia el pasado y al futuro, simbolizando la dualidad de la vida: lo que dejamos atrás y lo que está por venir.

El significado de esta celebración va más allá de la simple transición de un número en el calendario. Es un momento de reflexión, un espacio sagrado donde el alma se detiene a contemplar el camino que ha recorrido. Cada año que se apaga nos invita a mirar hacia atrás, a recoger las lecciones aprendidas, las risas compartidas y las lágrimas derramadas. Es un tiempo de cerrar ciclos y de liberarnos, de soltar el peso de lo vivido para abrirnos a las posibilidades que traerá el año que comienza.

Las tradiciones que acompañan esta celebración son tan diversas como las culturas que las abrazan. En algunos lugares, las 12 campanadas del reloj marcan el paso hacia el año que recién inicia y cada golpe resuena como un latido de esperanza. En otros, los fuegos artificiales elevados al cielo simbolizan la alegría y la promesa de elevarnos a nuevos comienzos. Las uvas de la suerte, los deseos escritos en papel, las ceremonias familiares y cada tradición, son el hilo que teje el telar de ilusiones y esperanzas de la humanidad.

El 1 de enero se transforma para cada persona en un lienzo en blanco, una página en la que cada quien tiene la oportunidad de escribir una nueva historia. La costumbre de establecer propósitos y metas, es un reflejo del deseo innato de crecimiento y superación. Es un momento donde los sueños vuelven a cobrar vida y donde la determinación florece en el corazón de quienes buscan un camino más pleno.

Sin embargo, en medio de la celebración, es esencial meditar que el camino a recorrer en el nuevo año no siempre se encuentra iluminado, puede traer consigo desafíos que pueden transformarse en oportunidades para renacer cada día. Recordemos que la vida en su esencia misma, es un ciclo de finales y de comienzos.

En esta danza del tiempo donde el final y el comienzo se entrelazan encontramos la esencia misma de la existencia. Celebrar el nuevo año no es sólo un acto de marcar el tiempo, es un homenaje a la vida, a la esperanza y a la posibilidad de ser siempre mejores. Alcemos la mirada hacia el horizonte, dispuestos a abrazar lo nuevo con el corazón, porque cada año, es una invitación a renacer y a escribir una nueva historia, en el vasto libro de nuestras vidas.

Y así, mientras el reloj avanza hacia la medianoche y las risas se mezclan con los abrazos, el 31 de diciembre se convierte en un ritual de despedida. Despedimos al año viejo con gratitud, honrando cada experiencia que nos ha forjado, cada amistad que nos ha acompañado y cada lección que nos ha enseñado. Al llegar el 1 de enero levantamos nuestras copas brindando por aquello que está por venir, por los sueños que aún anhelamos alcanzar y por la vida que se despliega ante nosotros como un hermoso regalo de Dios. ¡Feliz Año Nuevo!

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