De sobra sabemos que, durante las campañas políticas, quienes contienden por algún cargo, tratan de “golpear” al contrincante, al grado de hacer públicas algunas situaciones de su vida. Situaciones que resultan algunas ciertas, otras, inventadas.
Ganara quien ganara el día de las elecciones, el país seguía adelante.
Se seguía hablando de corruptelas, de contratos para los amigos y familiares que se enriquecían de la noche a la mañana. Eso y mucho más sin duda hubo en el pasado; porque bien dicen que “lo que se ve no se juzga”.
Negarlo sería una tontería. Las grandes fortunas no se hacen de la noche a la mañana; y muchos políticos no se hubieran enriquecido sin la complicidad de quienes los han apoyado en su trayecto y ¡por supuesto! de quienes han guardado silencio.
A pesar de todo lo que se critique del pasado, se crearon instituciones que sirvieron a los mexicanos, a todos nosotros. Instituciones como Educación, Salud, Seguridad, dieron buen servicio y tuvieron resultados.
Hubo buenos funcionarios al frente de ellas, como también individuos que se valieron de ellas para sus propios fines y beneficios.
La educación en las escuelas públicas era excelente ¿quién no recuerda a sus maestros? Esos personajes que nos enseñaron las primeras letras, las mismas con que al seleccionarlas aprendimos a escribir nuestro nombre.
Cómo no recordar y agradecer a quienes nos motivaron a leer un libro creando el bonito hábito de la lectura; sobre todo, y lo digo con gratitud a ellos, a nuestros padres y a nuestros maestros, el habernos inculcado un valor que parecería estar en peligro de extinción.
Me refiero al respeto.
Da tristeza observar el nivel educativo que se encuentra nuestro México tan querido. Un nivel deficiente, por lo tanto, preocupante.
Las familias le apostaban a educar a sus hijos “para que pudieran defenderse en la vida”; veían en la educación un legado, una herencia. No pocos lograron el objetivo con dedicación, estudio y esfuerzo.
Tal parecería que eso quedó en el pasado. A la llamada 4T no le importa el futuro del país, ni la niñez, ni sus instituciones.
Su llegada al poder no fue para mejorar en nada lo que tanto criticaron sin bases para justificar sus infamias. Por el contrario, sólo le han apostado a la destrucción.
La polarización es el exceso de verborrea que utilizan los mediocres, los absurdos, los buenos para nada con la finalidad de penetrar en las mentes de la gente que les cree y que los sigue.
Gente que no es capaz de razonar porque no entiende de razones sino de violencia, de mentiras y difamación.
La agresividad en el comportamiento de diputados y senadores la hemos observado; hombres y mujeres levantando la mano para aprobar lo que se les indica sin siquiera analizar. Son una verdadera vergüenza; se convirtieron en traidores a la patria. Nuestro México
Me pregunto ¿Para eso querían el triunfo en las elecciones? Un triunfo que por cierto está en duda ya que tiene tintes de un megafraude.
¿Cómo es posible que hayan sido capaces de traicionar a México? ¿Por un cargo? Esos traidores son la vergüenza de nuestro país. Aunque sé que no les importa, porque un traidor no tiene dignidad ni vergüenza. Mucho menos, amor a su patria.
No tiene ética aquel que destruye instituciones; el que ataca la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la misma que juraron respetar y cumplir con sus leyes.
No tiene ética quien se cambia de partido por interés, por conveniencia y salta como chapulín de un lado a otro mostrándose como lo que realmente es, una persona sin convicciones. No importa si es hombre o mujer; van en el mismo barco que lleva por nombre traición y eso los convierte en seres despreciables.
Aunque no debería sorprendernos lo que está sucediendo. Muy claro lo dijo la Presidenta: No es un cambio de gobierno, es un cambio de régimen y lo están cumpliendo.
O no se entendió o no se quiso prestar atención. Las consecuencias las tenemos a la vista y esto apenas empieza. Autoritarismo en las acciones, obediencia ciega y un paso a la dictadura.
Se necesitan líderes que amen realmente a su país, dispuestos a rescatar sus instituciones de quienes se creen los dueños de México. No hay nada más humillante que ver a un pueblo agachado, observando la destrucción de su Patria.
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