Internacional
Por
Milenio
Publicado el viernes, 14 de febrero del 2025 a las 00:44
Ciudad de México.- Un agente del Departamento de Policía de Raleigh en Carolina del Norte manipula un dispositivo móvil. Es marzo de 2023 y mientras observa con detenimiento cada una de las historias compartidas en Instagram por habitantes de la zona llama su atención una fotografía simple pero reveladora: un fondo blanco con una diminuta pastilla azul.
Emojis de fueguitos y la leyenda “For ya’ granny” adornaron el resto de la imagen que de inmediato encendió las alertas tanto de la policía local como del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por su siglas en inglés) ante la posibilidad de estar frente a un caso de comercialización de fentanilo, aquel opioide sintético que desató una crisis de salud sanitaria en Estados Unidos y cuyo tráfico mantiene en vilo sus relaciones diplomáticas con otros países como México y China.
Las sospechas de los agentes se confirmaron tras rastrear las publicaciones del usuario “flashouttttt” en la red social. Investigadores lograron recolectar de dicha cuenta numerosas publicaciones de armas de fuego, pandilleros armados y de pastillas de fentanilo a la venta.
La evidencia los llevó hasta la persona detrás de aquel perfil: un joven de 23 años llamado Áxel Rodríguez cuyo alias, Flash, había comenzado a ganar relevancia por su papel como distribuidor de drogas clave para los Bloods, una de las pandillas de mayor expansión y peligrosidad en Estados Unidos.
Al igual que aquel joven, decenas de miembros de pandillas originarias de Estados Unidos se han convertido en un eslabón esencial para la cadena del tráfico de drogas que cárteles en México o Colombia han operado durante décadas. Y es que, aunque el trasiego transnacional de los narcóticos no está dentro de su portafolio criminal, en sus manos recae la tarea de hacer llegar las dosis hasta los consumidores.
Pese a que tras su regreso a la Casa Blanca Donald Trump ha insistido en responsabilizar únicamente a México de dicho problema, lo cierto es que existen grupos criminales operando en Estados Unidos cuyas características se asemejan cada día más a la de los cárteles y de las cuales, contrario a lo que el republicano pregona, no han podido frenar su expansión y operaciones.
Desde 1920 ya se había registrado la existencia de pandillas callejeras en Compton así como en el sur y centro de Los Ángeles. Con una visión territorial y de protección a sus miembros, dichos grupos protagonizaron múltiples confrontaciones en fiestas, parques o eventos escolares que muy ocasionalmente culminaron en tiroteos o apuñalamientos.
De acuerdo con el Departamento de Justicia, el precedente que dichas pandillas marcaron fueron la génesis para el surgimiento de los Crips y Bloods en 1969. El primer grupo se formó en el campus Washington High School en el sur y el centro de Los Ángeles, los grupos afines se fueron desarrollando rápidamente hasta alcanzar la reputación de ser una de las pandillas callejeras más violentas y peligrosas del estado.
Los Crips adoptaron el color azul como símbolo identitario, solían usarlo en su vestimenta para diferenciarse de otras bandas locales.
Desde 1920 ya se había registrado la existencia de pandillas callejeras en Compton así como en el sur y centro de Los Ángeles. Con una visión territorial y de protección a sus miembros, dichos grupos protagonizaron múltiples confrontaciones en fiestas, parques o eventos escolares que muy ocasionalmente culminaron en tiroteos o apuñalamientos.
De acuerdo con el Departamento de Justicia, el precedente que dichas pandillas marcaron fueron la génesis para el surgimiento de los Crips y Bloods en 1969. El primer grupo se formó en el campus Washington High School en el sur y el centro de Los Ángeles, los grupos afines se fueron desarrollando rápidamente hasta alcanzar la reputación de ser una de las pandillas callejeras más violentas y peligrosas del estado.
Los Crips adoptaron el color azul como símbolo identitario, solían usarlo en su vestimenta para diferenciarse de otras bandas locales.
El sentido de identidad que los Bloods y los Crips imprimieron a sus respectivos grupos fue expresado a través del uso del graffiti, la forma en la que visten, su fascinación por la joyería e, incluso, por los vehículos que conducen. Según refiere información del Departamento de Justicia, el perfil de la mayoría de los miembros de las pandillas apunta a hombres de entre 13 y 40 años de edad de personalidad egocéntrica.
En un inicio las operaciones de ambas pandillas se concentraron en California, no obstante, su incursión en la venta y distribución de drogas, especialmente de cocaína, despertó entre los miembros la ambición de expandir sus operaciones a lo que las autoridades denominaron como “territorios vírgenes”.
El sentido de identidad que los Bloods y los Crips imprimieron a sus respectivos grupos fue expresado a través del uso del graffiti, la forma en la que visten, su fascinación por la joyería e, incluso, por los vehículos que conducen. Según refiere información del Departamento de Justicia, el perfil de la mayoría de los miembros de las pandillas apunta a hombres de entre 13 y 40 años de edad de personalidad egocéntrica.
“ Cuando los miembros de la banda llegan a un territorio virgen, regalan a los posibles clientes cocaína en roca con la esperanza de que se «enganchen» , proporcionando así a los miembros de la banda nuevos clientes. Al ampliar el área de mercado, un miembro de la banda puede aumentar sus ganancias. Una onza de cocaína que se vende por entre 450 y 500 dólares en Los Ángeles puede llegar a costar entre 800 y 2.000 dólares en otros lugares”, indica un reporte del Centro Nacional de Información sobre Pandillas Juveniles.
La expansión de ambas pandillas fue incontenible. Estimaciones del Departamento de Justicia dan cuenta de que, hasta 2021, los Bloods contaban con entre 5 mil y 20 mil miembros que están activos en 123 ciudades y 37 estados del país de las barras y las estrellas.
El crecimiento de los Bloods también se evidenció con la diversificación de su portafolio criminal pues, además de considerar la distribución minorista de cocaína y marihuana como su principal fuente de ingresos, también se involucraron en el transporte y repartición de metanfetaminas, heroína y fenciclidina, así como en asaltos, robo de automóviles, allanamientos, tiroteos desde un automóvil en movimiento, extorsión, homicidio y usurpación de identidad.
Respecto a los Crips, se calculó que la pandilla está conformada aproximadamente por entre 30 mil y 35 mil miembros que, aunque concentran gran parte de sus operaciones en el área metropolitana de Los Ángeles, han logrado marcar presencia en 221 ciudades de 41 estados.
En las zonas bajo su influencia, los Crips continúan al frente de la distribución callejera de cocaína en polvo, crack, marihuana y PCP, además de ser protagonistas de episodios violentos que contemplan crímenes como asaltos, robo de vehículos, allanamientos y homicidios.
Aunque a diferencia de los cárteles no existe evidencia de que las pandillas cuentan con sus propios brazos armados, su amplio historial criminal es una similitud innegable así como su estructura misma. Y es que, con el paso de los años, tanto los Crips como los Bloods pasaron de tener una organización vertical a una horizontal.
Es decir, ambos grupos criminales oriundos de California no cuentan con un único líder sino que se conforman por distintas células que encabezan líderes regionales, lo que en México equivaldría a llamarse un “jefe de plaza”.
En el caso de los Crips algunas de las agrupaciones que los componen se identifican como Insane Gangster Crips, Rolling 90’s Crips o Shotgun Crips. La situación es similar para los Bloods, cuyos grupos se denominan como Bounty Hunter Bloods o Crenshaw Mafia Gangsters.
El reclutamiento de menores también forma parte de las tácticas con la que dichos grupos criminales se han estructurado, según el Departamento de Justicia, los Bloods y los Crips recurren a niños para obtener información no solo de las actividades de agencias de seguridad sino también de sus rivales. Por dicho servicio los infantes podían llegar a tener un pago de hasta 150 dólares al día o algún producto equivalente como, por ejemplo, una bicicleta nueva.
Los siguientes peldaños en la estructura de las pandillas son ocupados por “cocineros” de crack y los corredores encargados de transportar la droga y las armas cuyo sueldo oscila entre los 300 dólares al día; los dealers o distribuidores -como Áxel Rodríguez- podían llegar a generar entre 500 y 2 mil dólares al día, algunas veces con comisiones extras.
En la cúpula de la estructura se encuentran los “Gangs Godfathers”, encargados de coordinar las actividades de sus subordinados e, incluso, de dictar reglas de convivencia como por ejemplo prohibir el consumo de marihuana entre los miembros o no atacar a ningún grupo rival sin autorización.
Otra similitud que las pandillas adoptaron de los cárteles es su habilidad para lavar dinero. Según el Buró de Crimen Organizado e Inteligencia Criminal, los Bloods y los Crips han explorado la compra de negocios legítimos para blanquear los ingresos que les dejan sus actividades criminales y en especial el tráfico de drogas. Entre los más comunes destacan salones de belleza, compañías arrendadoras de autos y de construcción, tiendas de música, venta de autopartes, clubs nocturnos o discotecas, moteles, servicios de limusinas, hoteles, restaurantes, autolavados, licorerías, tiendas de conveniencia, entre otros.
La actividad criminal de ambas pandillas se ha diversificado con el paso de los años al punto de incluso incursionar en el tráfico de sustancias más rentables como el fentanilo, sin embargo, mantienen inamovible su territorialidad, de modo que los enfrentamientos continúan siendo una constante toda vez que una intenta inmiscuirse en zonas de operación bajo el dominio de sus rivales. Eliminar a su competencia es crucial para su negocio.
“ En la altamente competitiva industria del narcotráfico, los Crips y los Bloods han combinado prácticas empresariales de éxito con las de supervivencia en las calles. Se les conoce por intimidar a las comunidades; amenazan ocasionalmente a las fuerzas del orden; compran negocios legítimos para blanquear dinero e invertir sus beneficios; utilizan estrategias de marketing como regalar muestras de crack a posibles nuevos clientes; y, fuera de California, cooperan con otras bandas callejeras rivales para ampliar sus operaciones de tráfico de drogas”, indica el reporte del Centro Nacional de Información sobre Pandillas Juveniles.
La Real Academia Española (RAE) define como cártel a toda aquella organización ilícita que trafica con drogas o con armas y que conforma un convenio entre empresas para evitar la competencia.
Con base a la información recopilada por el mismo Departamento de Justicia, los Bloods y los Crips no están lejos de encajar en la definición, esa misma que se plasma en la orden ejecutiva que Donald Trump firmó horas después de tomar posesión como presidente de Estados Unidos y que contempla designar a los cárteles como organizaciones terroristas.
Áxel Rodríguez fue sentenciado a pasar 12 años en prisión tras declararse culpable de conspiración y tráfico de fentanilo así como de cargos relacionados a la intimidación de testigos gubernamentales. Su historia, sin saberlo, contradice la postura del presidente de Estados Unidos, aquella que continúa afirmando que el trasiego de drogas es únicamente problema de México.
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