Este es un homenaje no solamente al barrio fundacional, sino a su gente, a nuestros ancestros, quienes le apostaron vivir en las laderas de ese y otros pequeños montículos.
Somos parte de una generación que convivio con los grandes personajes del barrio de deportistas, como el campeón internacional de boxeo Otilio Galván; Zeferino Rendón, Julián Monsiváis, José Ortiz, “El Zurdo” Piña y de muchos otros que escapan a mi memoria. De artistas como Juan Mendoza, dibujante del multicolor sarape, emblema de la ciudad. Líderes sindicales como Chon Irabú. De Perfecto Delgado, Francisco Gámez Cardona, “Pancho la Gallina”, María Herrera, Bruno Zúñiga, Carmen Rodríguez, Pablo Bazaldúa y otros que se destacaron como líderes sociales, buscando siempre el bien común de este solar, que por muchos años fue abandonado a pesar de estar a unas cuantas cuadras de los poderes del estado y de la ciudad, el Palacio de Gobierno y de la Presidencia municipal.
La placa de reconocimiento como barrio mágico fue colocada en lo que fue el fortín de los americanos, sede desde donde aquellos soldados que nos invadieron entre 1845 y 1847 divisaban el valle del Saltillo, para evitar una sorpresa de los militares mexicanos que los combatían.
Y es precisamente a los pies desde cerro donde se ubica el manantial “del Ojo de Agua”, en la antigua ermita que fluye milagrosamente desde hace cientos de años, fenómeno natural donde nace la historia de la ciudad y origen del nombre de la capital coahuilense, donde portugueses y españoles lo observaron luego de una fatigada travesía por tierras inhóspitas y clamaron desde lo alto de la pequeña montaña “¡Se nos hizo el saltillo!”, en cuyas aguas abrevaron hombres y caballos.
Uno de estos expedicionarios Alberto Do Canto y Diez Vieira, fundador y primer Alcalde que fue de la ciudad, lo denominaba “el Ojo de Agua del Saltillo”.
El historiador y primer cronista honorífico de la ciudad, el bachiller Pedro Fuente, asegura que indiscutiblemente y fuera de toda duda, lo que realmente vino a dar a la capital del estado la denominación de Saltillo fue la pequeña cascada que en aquella época formaba el ojo de agua principal, y reafirma su dicho al señalar que los primeros pobladores (españoles y portugueses), coincidieron unos y otros al exclamar: “¡¡¡Se nos hizo el saltillo!!! No hay más que el saltillo”, como dice el texto del documento Historia de la Villa del Saltillo, original de Pedro Fuente, hombre de amplia cultura, desenfadado y grandilocuente escritor, que redactó la primera historia de la Villa del Saltillo fue escrita en 1792.
El padre Fuente, quien nació en Saltillo el 1 de agosto de 1742, y fue bautizado el 26 del mismo mes y año, con el nombre de Pedro Francisco de la Fuente y Fernández, hijo de Toribio de la Fuente y de Gertrudis Fernández.
Fue Cura de la parroquia de Santiago del Saltillo desde el 1 de agosto de 1795 hasta su muerte, acaecida en 1812.
Como aficionado a la historia, quiso eternizar sucesos tan memorables de su vida de saltillero, ufano de la proeza de su pueblo, haciendo su crónica, cuya conservación aseguró asentándola en el libro de gobierno de la parroquia del año de 1800.
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