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Bar Concordia: Cada copa una historia

  Por Carlos Chávez

Publicado el jueves, 11 de septiembre del 2008 a las 14:00


Sigue en pie, pese al expansionismo comercial y a los vivos que se van sin pagar la cuenta

Saltillo, Coah.- Mientras la barra comienza a llenarse, aparecen las manchas de agua que sudan las cervezas frías. Los clientes abarrotan las mesas como si fueran abejas que esperan extraer el néctar para calmar su sed. Además de beber, conviven como si se conocieran de toda la vida y comparten la dicha, las anécdotas y las penas que les trae la vida.

¿Cuándo comenzó a abrir el bar Concordia?

“Los dueños dicen que sus abuelos comenzaron hace como 80 ó 90 años, pero la verdad no sé”, contesta distraído y agitado el cantinero, que sirve ágilmente.

Los cacahuates salados, un plato de papas fritas con salsa y las 57 botellas de diversos tipos de alcohol como tequila y whisky que reposan en el aparador parecen ser adornos de la cantina. El reflejo exhibe a los parroquianos cuando piden sus cervezas religiosamente.

Alguien sentado ante la barra comenta que el bar lo conoce desde hace 40 años. No se tiene una fecha precisa entre los asistentes, pero lo que ellos sí saben, es que es de los más antiguos y que se han reunido desde hace mucho aquí, y eso es lo que importa.

Una mesa le da al lugar una alegría que se impone totalmente. Una rockola en el rincón parece ser olvidada cuando un acordeón y una guitarra crean el ambiente con el estilo de banda-grupero que hace que más de uno se levante a cantar y a tratar de bailar.

“¡Salud! ¡Salud a todos! ¡Ajúua!”, son las exclamaciones que surgen de varios clientes, entre ellos la voz de un hombre mayor, vestido con ropa deportiva roja y un estampado de dos cervezas cruzadas en la playera. Está muy “alegre”, saluda un amigo, “El Negro” que, desde la barra, toma de su caguama y sólo le sigue la corriente con una sonrisa y un ademán mientras se acerca.

LLEGA ’EL PROFE’ Y HACE DE LAS SUYAS

“El Profe Solís” llega a la barra, su olor, aliento y aura ya se sienten tocados por el alcohol que corre por su sangre. Su mirada se pierde en el saber a quién le habla, quién lo ve y lo escucha y sobre todo, en gritar y sonreír porque él viene a pasarla bien.

Poco a poco, “El Profe” toma valor y platica que estuvo en la Sección Quinta del SNTE.

“Ningún alumno reprobó conmigo, los otros maestros siempre me decían que yo era ‘muy barco’ y yo, les respondía que sólo era un maestro de a de veras”.

Voltea a ver al joven en la barra y, por la expresión de éste, parece ser la primera vez que le habla. “Discúlpame, tienes todo el perfil de ser galán. Si yo tuviera tu edad y la experiencia que tengo ahorita, sería más fregón de lo que fui. No vayas a escoger una mujer llorona, porque son las que más cuestan, eh”.

Da consejos cómo si los años o algún recuerdo comenzaran a causarle cierta melancolía.

Los que escuchan las ocurrencias “del Profe” se ríen.

”Ya, en serio, yo ya no me acuerdo del miedo, porque detrás del miedo está el éxito y como yo soy exitoso pues… ¡Me hace los mandados! Que si dí clases más de 30 años, que si estudié en muchas partes del país ¡pues claro!”, balbucea tratando de demostrar la hombría que nadie le puso en tela de juicio.

La mesera lo oye y sólo dice entre dientes “viejo gorroso”. Él ni siquiera lo nota porque está desinhibido, alegre y al compás de la música platica en otras mesas, como si hubiese llegado con los que se sientan ahí.

Los músicos terminan la canción y sin decir más tratan de irse. Él va a convencerlos y por un momento los ánimos parecen calentarse, pero la música en vivo termina y todo en calma. “El Profe Solís” un tanto reprimido, se aleja de la escena a continuar bebiendo en una mesa.

‘GOLPES EN EL CORAZÓN’

Mientras “El Profe” muestra su enojo por la partida de los músicos, el olor a cigarro, a sudor y al alcohol terminan de impregnar el espacio con el “olor típico de cantina”.

Los sombreros vaqueros y las gorras pueden verse desde la barra y sobre todo, la rockola que se había quedado olvidada, es ahora la que controla la atmósfera musical. “Hotel California”, de los Eagles, comienza a escucharse y aunque para algunos pasa desapercibida, en la barra la plática sobre música surge entre tonadas.

“Hay una canción de Los Tigres del Norte que se llama ‘Golpes en el corazón’. La hicieron de relleno para llenar el disco y es una de las que les dio más éxito”, comentan dos de los clientes de la barra.

“Hace poquito hubo un ‘palomazo’ en el Bar Río, en donde andaban músicos de Inspector, Gran Silencio y Maldita Vecindad”, dice el que parece más interesado en demostrar que conoce a los grupos.

Los temas varían constantemente y se oye desde “cómo anda loco el clima con las lluvias y luego con el calor”, hasta José Alfredo, la Sonora Santanera y cómo la música prende a cualquiera.

Charles Bukowski, escritor y bebedor empedernido, decía que había un halo extraño en el alcohol. “Cuando algo malo pasa, bebes para olvidar, cuando es bueno bebes pa

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