No hay duda de que la migración fue un tema decisivo en las elecciones presidenciales estadunidenses del mes pasado. Donald Trump utilizó el creciente número de solicitantes de asilo y migrantes económicos, que entraron a Estados Unidos desde principios de 2021 hasta principios de este año, para argumentar que la Administración del presidente Joe Biden -incluida su vicepresidenta, y oponente de Trump, Kamala Harris- había sido “blanda con la inmigración”. Esta narrativa ayudó a Trump a ganar las elecciones. Pero, ¿hasta qué punto era creíble?
La narrativa de la campaña de Trump omitió algunos hechos cruciales, entre ellos que los flujos de inmigración a través de la frontera de EU con México cayeron bruscamente este año. Pero quizás lo más interesante es lo que ocurrió justo antes de este cambio. El 1 de diciembre de 2023, el director del Instituto Nacional de Migración (INM) -la agencia federal de inmigración de México- anunció que el Instituto se había quedado sin dinero y que, por tanto, detendría los traslados y deportaciones de migrantes y suspendería las patrullas relacionadas con la migración en todo el país.
Ese mes, las autoridades fronterizas estadunidenses informaron de 249 mil 741 “encuentros” con migrantes que cruzaban la frontera entre México y Estados Unidos, la cifra más alta registrada en un sólo mes, con hasta 13 mil en un sólo día. En un esfuerzo por controlar la oleada, Estados Unidos cerró importantes pasos ferroviarios en Lukeville, Arizona, y en Eagle Pass y El Paso, Texas.
Además, el 27 de diciembre, el secretario de Estado de EU, Antony Blinken, y el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, realizaron una visita no programada a Ciudad de México para instar al entonces Presidente del país, Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO), a que reanudara los esfuerzos para frenar la migración. AMLO aceptó, y los flujos migratorios pronto cayeron en picado. En agosto de 2024, la Patrulla Fronteriza de EU registró menos de 60 mil “encuentros” con migrantes que cruzaban la frontera entre EU y México.
Estos son los hechos. Lo que falta es una explicación clara de por qué la Administración de AMLO detuvo sus esfuerzos para gestionar la migración cuando lo hizo. Cualquiera que esté familiarizado con el proceso presupuestario mexicano puede decir que si una agencia crucial como el INM se quedara sin dinero, el software de la Secretaría de Hacienda le enviaría de inmediato y de forma automática recursos para mantenerlo a flote hasta que se pudiera encontrar una solución presupuestaria formal y duradera, digamos, cuando comience el próximo año fiscal. No se permitiría que dejara de funcionar sin más, a menos que entrara en juego otro factor.
Ahora entramos en el terreno de la especulación, bien informada y creíble, pero imposible de verificar. Biden, el candidato de los demócratas hasta su retirada en julio de 2024, era muy consciente del daño que la oleada migratoria podía hacer a su campaña presidencial. Había sido senador junior en 1980, cuando Fidel Castro anunció que cualquier cubano que quisiera emigrar era libre de embarcar hacia Estados Unidos en el puerto de Mariel. En octubre de ese año, unos 125 mil refugiados cubanos habían desembarcado en Florida, lo que perjudicó gravemente la candidatura a la reelección del Presidente Jimmy Carter.
Por lo tanto, es totalmente posible -incluso probable- que Biden llegara a un acuerdo, tácito o explícito, con AMLO al principio de su mandato: limite los flujos migratorios y Estados Unidos ignorará las transgresiones de la Administración mexicana, desde los abusos de los derechos humanos hasta las violaciones del Acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá (USMCA). Así que, cuando aumentaron los flujos migratorios, Biden se opuso. Pero, en lugar de alinearse, AMLO reconoció que tenía el poder de socavar la candidatura de Biden deteniendo efectivamente los frenos a la migración. Y lo utilizó.
A pesar de las apariencias, AMLO podría haber preferido a Trump antes que a Biden. Se había llevado relativamente bien con Trump cuando sus mandatos se superpusieron anteriormente, en 2018-20, tal vez debido a su afinidad compartida por el compromiso transaccional, su visión de sí mismos como “forasteros” y su propensión a la conducta extravagante.
AMLO podría haber determinado que a su sucesora, Claudia Sheinbaum, le iría mejor con Trump que con la alternativa, especialmente con AMLO cerca, listo para intervenir si fuera necesario. Esto le daría al expresidente una mayor oportunidad de seguir influyendo en la política mexicana. Aunque el mandato de AMLO ya había terminado cuando Harris sustituyó a Biden en la carrera, el cambio no habría modificado su posición.
La idea de que un Presidente mexicano pueda someter a su voluntad unas elecciones presidenciales en Estados Unidos puede parecer descabellada. Pero las cifras sugieren que AMLO podría reducir rápidamente el número de personas que intentan cruzar a Estados Unidos. Y México ha mantenido este esfuerzo de aplicación de la ley durante casi un año, sin que se materializara una nueva oleada de migrantes. Si AMLO tuviera el poder de influir en los flujos migratorios hacia Estados Unidos, ¿por qué se abstendría de utilizarlo para impulsar a su candidato preferido?
Si esto realmente sucedió, quedan muchas preguntas por responder. ¿Inventó AMLO su plan para influir en las elecciones estadunidenses de forma deliberada y consciente, o fue más bien una decisión intuitiva? ¿Cómo le convencieron los estadunidenses de que diera marcha atrás y suprimiera tan rápidamente los flujos migratorios a finales del año pasado? ¿Qué le ofrecieron a cambio, si es que le ofrecieron algo? Probablemente nunca sabremos las respuestas a estas preguntas. No obstante, quien siga pensando que los gobiernos extranjeros no pueden tener un impacto decisivo en las elecciones estadunidenses debería pensárselo de nuevo.
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