El discurso del expresidente Donald Trump en un mitin en Butler, Pensilvania, a unos 50 kilómetros al norte de Pittsburgh, este sábado por la noche comenzó igual que en decenas de mítines anteriores: sus asistentes corearon “¡USA! ¡USA!” y Trump aplaudió y señaló a algunas personas entre la multitud antes de subir al atril. A los seis minutos del discurso del expresidente, Thomas Matthew Crooks, de 20 años, apuntó a Trump y apretó el gatillo de su rifle semiautomático AR-15, efectuó varios disparos, incluido uno que, según Trump, le rozó la oreja. Trump se tiró al suelo. Cinco agentes del Servicio Secreto corrieron hacia el escenario y cubrieron al expresidente, mientras otras dos ráfagas de disparos sonaban por todo el recinto donde se llevaba a cabo el evento.

Cuarenta y tres segundos después del primer disparo, un agente del Servicio Secreto dijo que el atacante había caído, o sea que lo mataron. Tres asistentes al mitin recibieron disparos, uno de los cuales murió. Trump, hábilmente aprovecho lo sucedido, con la oreja y la cara ensangrentadas, y rodeado de los agentes que lo protegían levantó un puño triunfal con la bandera de los E.U.A. detrás de su figura. A raíz de este atentado se han suscitado multitud de versiones que intentan esclarecer quién, o qué, pudo haber estado detrás del intento de magnicidio, en otras palabras, él, o los autores intelectuales.

Algunos analistas políticos han pronosticado que este episodio pudiera ser clave para el triunfo de Trump en las elecciones que se avecinan, sin embargo, en la historia del país vecino del norte, esto no siempre ha sucedido así, el caso mas relevante fue el del expresidente Theodore Roosevelt, en 1912, quien al igual que Trump, sufrió el atentado en una de sus campañas presidenciales, la cual, eventualmente perdió.

Lamentablemente este tipo de violencia política extrema tiene un largo historial en la nación estadunidense desde su fundación en 1776.

Abraham Lincoln fue el primer presidente estadounidense en ser asesinado, y fue a manos de John Wilkes Booth el 14 de abril de 1865, mientras él y su esposa, Mary Todd Lincoln, asistían a una función especial de la comedia “Our American Cousin” en el Teatro Ford de Washington. Su apoyo a los derechos de las personas de raza negra se ha citado como motivo de su asesinato.

James Garfield fue el segundo presidente de Estados Unidos en ser asesinado, lo que ocurrió el 2 de julio de 1881 mientras pasaba por una estación de tren en Washington para tomar un tren a Nueva Inglaterra, Charles Guiteau le disparó.

William McKinley fue baleado tras pronunciar un discurso en Buffalo, Nueva York, el 6 de septiembre de 1901. Estaba estrechando la mano de la gente que pasaba por una línea de recepción cuando León F. Czolgosz le disparó dos veces en el pecho a quemarropa. Los médicos esperaban que McKinley se recuperara, pero se le desarrolló gangrena alrededor de las heridas, muriendo una semana después. Le sucedió el vicepresidente Theodore Roosevelt.

John F. Kennedy fue asesinado por Lee Harvey Oswald mientras visitaba Dallas en noviembre de 1963 junto con la primera dama Jacqueline Kennedy. Los disparos sonaron mientras la caravana del presidente atravesaba la Plaza Dealey, en el centro de Dallas. Kennedy fue trasladado de urgencia al Parkland Memorial Hospital, donde murió al llegar. Esta no fue la única tragedia para la familia Kennedy, ya que 5 años después sufrieron otro asesinato.
Robert Kennedy, hermano de John, y senador por Nueva York, aspiraba a la candidatura presidencial demócrata cuando fue asesinado en un hotel de Los Ángeles, momentos después de pronunciar su discurso de victoria por haber ganado las primarias de California en 1968.

George Wallace, gobernador de Alabama, aspiraba a la candidatura presidencial demócrata, y durante una parada de campaña en Maryland en 1972, recibió un disparo por parte de Arthur Bremer, quedando Wallace paralizado de la cintura para abajo.

Franklin D. Roosevelt, en febrero de 1933, era presidente electo en ese momento, y cuando acababa de pronunciar un discurso en Miami desde la parte trasera de un coche abierto sonaron varios disparos, Roosevelt no resultó herido, pero el que sí murió, fue el alcalde de Chicago, Anton Cermak.

Gerald Ford sufrió dos intentos de asesinato en un lapso de pocas semanas en 1975 y no resultó herido en ninguno de los dos. En el primer intento, Ford se dirigía a una reunión con el gobernador de California en Sacramento, cuando Lynette Fromme, discípula de Charles Manson, se abrió paso entre una multitud en la calle, sacó una pistola semiautomática y apuntó a Ford, el arma no se disparó. Diecisiete días después, otra mujer, Sara Jane Moore, encaró a Ford a la salida de un hotel de San

Francisco, Moore hizo un disparo y falló, un transeúnte la agarró del brazo cuando intentaba efectuar un segundo disparo.

En marzo de 1981, Ronald Reagan salía de un discurso en Washington D.C. y se dirigía a su automóvil, cuando fue tiroteado por John Hinckley, que se encontraba entre la multitud. Reagan se recuperó del ataque unas semanas después.

Es muy grave que en pleno siglo XXI, el ser humano haya logrado grandes avances científicos y tecnológicos, pero al mismo tiempo, en el aparentemente más avanzado país del mundo, la violencia política se encuentre tan arraigada, y además se esparce por el planeta entero, llevándonos indefectiblemente a un retroceso humanitario.

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