Este 214 aniversario del inicio de Independencia de México, fue bastante distinto. Esta vez, el tradicional Grito de Dolores, para la verdadera mayoría, no la de las urnas, sino la real, la que sí cuenta a todos, dejó de ser una verdadera fiesta popular en la que orgullosamente demostramos nuestro amor al país que nos vio nacer.
Y es que, el amor hacia nuestro país quedaba demostrado de manera indubitable con las luchas sostenidas por los mexicanos a lo largo de la historia, en las cuales invariablemente que, a pesar de las adversidades, los mexicanos siempre salíamos e íbamos hacia adelante, siempre conquistando nuestra libertad, conservando nuestra independencia y nuestro progreso, lo que nos despertaba año tras año un cada vez mayor amor a nuestra patria siempre en construcción.
En 2024, ante el escenario actual de nuestro país representado por el fin del sexenio que encabeza Andrés Manuel López Obrador y sus resultados, pareciera que a los mexicanos se nos acabó el amor por nuestra patria, y es que, sin el ánimo de hacerle sentir mal por haber festejado el 16 de septiembre, me gustaría que juntos tratáramos de encontrar una sola razón para considerar que la seguimos amando.
Hoy una gran parte de los mexicanos se dejan convencer de que estamos bien, aunque las cifras oficiales digan lo contrario; mueren en el país alrededor de 80 personas al día, casi 200 mil asesinatos en lo que va del sexenio; los cárteles de la delincuencia organizada cobran piso a los negocios de manera descarada por tu negocio; el horror del crimen organizado tiene a nuestra tierra remojada en la sangre, y muchos lo justifican con un supuesto triunfo electoral.
Hoy en México, hay 30 millones de mexicanos sin acceso a servicios de salud y cae en 82% la cobertura de detección de cáncer cérvicouterino, a la vez que tenemos 27 millones de jóvenes de 15 años o más con rezago educativo y la tasa promedio de crecimiento económico en este sexenio será de 1.1%, lo que representa la más baja de los últimos cinco gobiernos, y aun así muchos mexicanos los aceptan y hasta admiran al Presidente saliente y su camarilla por permitirse todo tipo de artimañas para expandir su poder. Esto, bajo la excusa de su alta popularidad que hace que confundan con aprobación.
Hoy México, se denigran las investigaciones periodísticas, la opinión de los expertos, las voces de los estudiantes, las preocupaciones de los empresarios, las estimaciones de las calificadoras de riesgo, las marchas y las protestas, las publicaciones internacionales, las declaraciones de los embajadores, todo por los mismos mexicanos que admiten y se regocijan en su propia ceguera.
Por último, hoy en México, las instituciones son desaparecidas por el Presidente y los poderes que se suponían autónomos, son secuestrados, violentados y amenazados, aunque lo anterior implique la adopción de los más grandes representantes de la corrupción a quienes se les asegura su impunidad, mientras que sólo unos pocos quedan librando la última batalla de lo que piensan será el antes y el después de la democracia en México. ¡Usted respóndase, y si quiere no lo diga!
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