Coahuila
Hace 2 años
El Jockey Club era un bar para ricos y políticos. El mostrador y los espejos eran el atractivo del negocio. Tenía un salón para gente muy especial económicamente. Mesas redondas con cubierta de madera y sillas de patas de acero retorcido. Allí hay una leyenda y muchas anécdotas, que nos ocuparía un gran espacio. Hoy solo quiero contar la aparición del fantasma de Juanito, el niño que destaca en una fotografía sobre el estante donde se colocaban los vinos. Clara se ve la figura de un niño vestido a la usanza de los años 20 o 30, del siglo pasado. En ese edificio se da ahora albergue a la Escuela de Ciencias Sociales, de la Universidad Autónoma de Coahuila. Los alumnos y maestros dicen escuchar ruidos extraños, como si algún niño jugara. Antes, y al cierre de la cantina, fue utilizado el edificio por algunas organizaciones sindicales, y en la parte baja algunas familias. Estos vecinos aseguran que en las escaleras se oía el ruido de canicas y la risa de un niño.
Nuestros adultos y aún algunos de mi tiempo y espacio, frecuentamos esa y otras cantinas, como El Taurino, El Señorial, el Club 45 y el Salón Carta Blanca, de Quico Treviño.
En la época invernal, algunos de estos negocios vendían tés de hojas de naranjo, de nogal o de canela con un caballito de tequila, mezcal o sotol.
Otras cantinas fueron El Cuervito, en General Cepeda y Múzquiz; La Estrella y el Triángulo de las Bermudas (ahí se perdían los borrachitos), donde había hasta siete cantinas, una tras otra.
El Salón Rojo, el Piedras, el San Martín. De los cantineros, recordamos al “Toro” Gloria, a “Chendo”, en el Club 45, Guillermo Aguilar, Leobardo Silva, “Quico” Treviño y Romeo. Había un cantinero muy eficiente en el Torreoncito, a quien apodaban “El Camarón”.
Cabe recordar además la Especial, el Imperio y el Primavera, donde se reunían todos los músicos y donde eran cantineros “La Bola” y Villalobos. Otras cantinas famosas fueron el Flamingos, Salón Monterrey, el Cuauhtémoc, Negritos y el Joe Plaza, en la Plaza Nueva Tlaxcala, el Salón España. Había una cantina que nunca tuvo nombre, en Álvarez y Acuña. El Puerto Arturo, el Capitán, La Silla Eléctrica y la tradicional cantina El Álamo, en Acuña y Colón, donde la música moderada instrumental y las canciones de moda, alegraban la barriada.
“El Tecos”, en General Cepeda y Escobedo; “El Ranchito”, de Bolívar y General Cepeda. El Ojo de Agua, luego se llamó el Salón Corea. Las Espinitas en el mismo barrio. El Seguro Bar, El Panal, en Cuauhtémoc y Colón. Malero, en Obregón y Colón, y el Cantón del Riel y la de Odilón Galván, hacia el sur de Obregón. Más hacia el sur, Doña Pepa, la de los ricos curados de pulque, especiales para la cruda, pero esa es otra historia, que contaré en otra ocasión.
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