Para recorrer la ciudad y configurar historias de sus calles, solo se requiere de un par de cómodos zapatos, una libreta y un bolígrafo.
La calle Ignacio María Lallave, una de las más modernas de Saltillo, en los años 50 solo contaba con dos o tres cuadras. En su esquina con Corona era la orilla de la ciudad. Hacia el oriente se extendía hasta la huerta de Santana Jiménez, aquel despiadado y temido jefe policiaco.
Eran terrenos colindantes con los llamados campos “El Triste”, así los denominaba la gente por la aridez del terreno y donde se practicaba el beisbol. Aparentemente no tenían dueño, hasta que apareció Adela González, vecina del rumbo, propietaria de importantes superficies de terrenos.
La calle Juan José de los Reyes Martínez, (Pípila) es una arteria del Centro Histórico de Saltillo que solo abarca tres cuadras, desde Allende hasta Acuña.
En la esquina con Morelos se ubicaba la tienda de abarrotes La Vaca Pinta, del señor Valdés, el clásico abarrotero español, obeso, nariz aguileña, piel muy blanca, mejillas sonrosadas, con escaso pelo y portando siempre un límpido mandil. Y en seguida, vivió en sus momentos de gloria deportiva y de casado el campeón gallo de Estados Unidos, Otilio “El Zurdo” Galván, con su esposa María Elena, así como Kiko Treviño, propietario del famoso bar Carta Blanca, de las calles Acuña y Ramos Arizpe.
También un sastre a quien decía “El Bayo”, que era padre de unas hermosas muchachas; así como la familia de Ramiro Rojas, quien fuera líder del sindicato del Seguro Social, y un plomero de nombre Amado, le decían “El Tronado”.
Más adelante, en la esquina con Miraflores, existió la lujosa casa de citas de Concha; también por Pípila vivió Enrique “El Pipo” Linares, los Cepeda, vendedores de periódicos y revistas.
En la esquina de Pípila y Mina se ubicaba la famosa tienda de abarrotes de don Arnulfo de León, también propietario de las dos cantinas del lugar.
Una de muchas calles cortas de la mancha antigua u original de la ciudad es la de Centenario, que abarca de Juárez a Pedro Agüero; al principio fue asiento de varios hostales, casas de huéspedes o mesones, donde se daba hospedaje y alimento a los bueyes y a los campesinos que llegaban de diferentes puntos del nudo productivo formado por los estados de Coahuila, Nuevo León, Zacatecas y San Luis Potosí.
La calle guarda tristeza y dolor, ahí asesinaron a la maestra Esperancita Dávila Cepeda para robarle sus joyas. Ella era hija de don Juan Pablo, el suegro del exgobernador Óscar Flores Tapia, quien casó con una de sus hijas, la también maestra Isabel Amalia.
Por Centenario tuvo su consultorio la doctora Nazaria Ortiz, la primera pediatra de la ciudad. También la costurera Ramoncita Pérez, viuda del músico José de las Luz Flores, quien tocó varios instrumentos con las orquestas de Tapia, Cuevas, Yeverino, Lorenzo Hernández y la Banda de Música del Estado.
Igualmente el líder obrero Gaspar Valdés, cuando llegó de un ejido de Arteaga, Coahuila y Ernesto Torres, otro dirigente laboral; la profesora Olivares, su hija Aída; el padre Molina, párroco de la Iglesia de la Trinidad; don Jesús Valdés y Blanquita Ramos; la hija de don Carlos, el primer administrador que tuvo el Casino de Saltillo.
Al norte, casi con Pedro Agüero, se localiza la Secundaria María Álvarez de Rodríguez, fundada precisamente por el padre Molina en 1958.
Ahí también habitó don Marcelino González Guzmán y su familia. Él fue uno de los 52 socios originales que tuvo la primera pasteurizadora de leche La Saltillera, que distribuía más de 20 mil litros diarios de leche marca Rica en la ciudad de Saltillo, allá por 1968.
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