Coahuila
Hace 3 semanas
Cada fin de trienio, por algún tiempo cuatrienio en los ayuntamientos de Coahuila (2010-2017), se presenta la oportunidad para que los alcaldes que terminan su periodo, en su Año de Hidalgo, negocien o privaticen servicios públicos los últimos días de su gestión, por un periodo que abarca más de un mandato y compromete las finanzas municipales.
Suele suceder con el alumbrado, y en la entidad existen los casos recientes de Ramos Arizpe y Acuña en 2017, ambos fallidos a la postre, pactados en las administraciones salientes de Ricardo Aguirre y Lenin Pérez.
Posteriormente lo intentó sin éxito Julio Long en San Juan de Sabinas en 2021 (por 10 años), y Tania Flores en Múzquiz en 2023 (por 20 años), con la misma coartada de asociarse a largo plazo. Ninguno cuajó.
Diferentes fueron las circunstancias, pero no fraguó el proyecto de Aguas de Saltillo para establecerse en Ramos Arizpe y luego de un año de prueba, el Municipio constituyó en cambio Compara, en 2014. El artífice del contrato con Agbar había sido el entonces Alcalde, Ramón Oceguera.
Por eso llama la atención que a escasos 103 días (contados a partir de la fecha en que se llevó al Cabildo el tema) para concluir el cargo de Durán III en Arteaga –la dinastía que gobierna desde 2014 el municipio, es decir, hace 11 años–, exista la iniciativa de comprometer el agua de la cabecera municipal en un convenio multianual con una empresa privada extranjera.
El 19 de septiembre se votó en sesión de Cabildo un primer “permiso”, por llamarle de alguna manera, para que Ramiro Durán, el Presidente Municipal priista, haga un “diagnóstico de viabilidad” encaminado a crear una paramunicipal que se ocupe del agua, drenaje y alcantarillado. Se aprobó por unanimidad con el voto de los 13 ediles, incluidos tres de Morena y dos del PAN.
Cabe señalar que no es un cheque en blanco ni una autorización para que haga lo que a su derecho convenga. Se trata simplemente de “analizar”, de acuerdo con lo consignado en el acta publicada también en el Periódico Oficial.
Durán mencionó en el acto a grandes rasgos el déficit que presenta el Municipio, y los problemas identificados. Es evidente que Arteaga necesita modernizarse, aunque una cosa muy distinta es entregar el vital líquido a cambio de inversiones; ceder el 45% del recurso hídrico (de una municipalidad ubicada en una fuente natural como la sierra, ojo), a cambio del 55% del recurso técnico.
¿Es necesario involucrar a un gigante como Veolia, el accionista detrás de Aguas de Barcelona (Agbar), y ambos privados tras Aguas de Saltillo, quien eventualmente se ocuparía de su ‘hermano menor’? Si bien los extranjeros no serían directamente los involucrados en Arteaga, es una estrategia de muñecas rusas: una empresa encapsula a otra más pequeña.
Irónicamente, en su informe de actividades del tercer trimestre de 2024, Simas Arteaga manifiesta que “septiembre se caracterizó por ser un mes de abundantes lluvias que generaron un rápido recargamiento (sic) de los mantos acuíferos”. Dicho de otra forma: agua hay –más allá de su acequia artificial cruzando la calle principal del Pueblo Mágico como atractivo–.
En demarcaciones con más de 100 mil habitantes la prestación del servicio de agua prácticamente se vuelve incosteable para cualquier Ayuntamiento con sus propios medios, y necesitan emplear otras figuras jurídicas de participación para solventar sus carencias. Pero Arteaga crece a un ritmo de 300 nuevos contratos al año, y tiene ingresos de 2 millones de pesos mensuales en promedio. Simbólico, pues.
Siendo realistas, no es atractivo el rendimiento mensual que generan 5 mil clientes (entre la cabecera municipal, la zona industrial y San Antonio de las Alazanas) en un municipio enclavado en las faldas de la Sierra para un prestador de servicios con sede en Francia, aunque tenga oficinas de Veolia en México. Cualquier pueblo de Cataluña reúne dicha cantidad, y no necesitan viajar 9 mil kilómetros de distancia, sino simplemente cruzar la frontera.
Nadie duda de su experiencia y capacidad, sin embargo, Arteaga representa un grano de arroz a diferencia de los 280 mil contratos vigentes en Saltillo, o los 33 mil existentes en Ramos Arizpe.
Cortita y al pie
El español Jordi Bosch, gerente de Aguas de Saltillo los últimos nueve años, se quedó al fin de su periodo en la ciudad en calidad de representante para desarrollar negocios a favor de la francesa Veolia, dueña de Agbar. Un “headhunter” transnacional afincado exclusivamente en la Región Sureste de Coahuila como base de operaciones. Ya lo intentó en la Región Carbonífera, vendiendo a sus alcaldes la idea de un plan regional de agua, en mayo de 2023, sin que fructificase.
La pregunta es: ¿ahora va por Arteaga? ¿Para quién trabaja en realidad? No pasa desapercibida la acción concatenada, en el tiempo y el espacio, a la extensión del convenio de Aguas de Saltillo en la capital que vencía en 2026, y se amplió por siete años y medio más hasta 2034, si bien no lo ha hecho mal durante sus primeros 23 años.
Por lo demás, ¿las interrupciones del servicio de agua en Arteaga cada vez más prolongadas y frecuentes, y un presunto sabotaje a la red de distribución en febrero de 2024, son deliberadas para generar una crisis?
La última y nos vamos
Sin posibilidad a seguir en el erario y el catastro, por lo menos no el próximo trienio, ¿es acaso el último baile de los Durán en Arteaga? De ser así, ¿quién es su pareja de danza, y a cambio de qué?
Al boom de fraccionamientos campestres que cambian uso de suelo “fast track” y la edificación sin freno de Humberto Moreira, ambos fenómenos relatados aquí con anterioridad en múltiples ocasiones, se suma un problema mayúsculo: ¿un popote clavado en Arteaga, a manera de línea de 18 pulgadas, para inyectar agua a la zona nororiente de Saltillo que se proyecta expandir con nuevos fraccionamientos y que queda muy lejos del acueducto sur?
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