“La transparencia construye relaciones sólidas”
Paulo Coelho
Casi nadie conoce, reconoce ni mucho menos acepta las verdaderas motivaciones que tiene para decir y hacer lo que hace, porque la mayor parte de ellas son lo que consideramos nuestros defectos y debilidades: miedo, inseguridad, dolor, resentimiento y envidia, por ejemplo, o carencias que pretendemos llenen los demás sin decírselos, pues los ahuyentaríamos. A fin de mantener esa agenda oculta para otros, nos la ocultamos nosotros mismos.
Pero ocultarlo no basta, debemos fabricar un ego, un autómata mental que nos proteja y domine con cualidades superiores que ofertamos en el mercado de las relaciones, para encajar, ser reconocidos y amados, porque de esa imagen depende nuestra autoestima, de manera que a partir de ella construimos la famosa autoimagen y la asumimos como nuestro verdadero ser.
Todos coexistimos ocultándonos esa agenda unos a otros y haciendo como que no existe ni en nosotros ni en los demás. Para reafirmar su inexistencia nos organizamos en grupos, conforme nuestro estatus socioeconómico, nivel de estudios, intereses, aficiones, y así como personalmente criticamos a los que piensan distinto, colectivamente rechazamos lo diferente.
Inventamos ideologías, cánones morales, estereotipos de género y clichés sobre lo que nos hace mejores, y les damos carácter axiomático, para decirle al mundo que nosotros somos confiables y los otros desconfiables; somos los honrados y los otros corruptos; tenemos la razón y los otros están equivocados y, en fin, somos los portadores de las mejores virtudes y los más altos ideales de la humanidad y los otros no.
Pero para que nuestra ahora colectiva agenda oculta predomine, necesitamos empoderarnos, a costa de lo que sea, para vencer al oponente y, si es posible, anularlo. Ya que la razón no es suficiente para ello, mucho menos cuando estamos movidos no solo por motivos ocultos, sino inconfesables socialmente, nos impondremos mediante el engaño y/o la violencia.
El “a costa de lo que sea” será visible para unos, aquellos que son los enemigos, que tendrán el propio también oculto para sí mismos. Ambos se criticarán mutuamente sin identificar como suyo lo que ven en el otro. Cuando se trata de grupos, cada miembro será víctima de la agenda oculta de sus cómplices de ocultamiento, porque conviene a sus intereses, y así será también víctima de sí mismo, porque habrá cedido su poder a otro que sin esa cesión pierde su propio poder.
El “a costa de lo que sea” no significa nunca para el que está dispuesto a ello un daño, una deslealtad o traición a sí mismo, pues las motivaciones que creerá tener siempre estarán orientadas a la protección de su autoimagen.
Por tanto, tampoco es posible que dañe, sea desleal o traicione a nadie. Siempre tendrá una justificación que, por inverosímil o absurda que parezca, será totalmente convincente en lo personal; generalmente será la culpa ajena.
La función de la agenda oculta no es sólo propiciar la pertenencia de un individuo a un colectivo y la toma del control moral, económico y político de una sociedad. Es mucho más espeluznante que la manipulación y la explotación de unos por otros: se trata de no hacernos responsables de las implicaciones de nuestros actos, porque mientras los demás crean las razones que les damos, no verán las verdaderas, y nosotros tampoco tendremos que reconocerlas, aceptarlas y asumirlas, pues de hacerlo no volveríamos a dormir tranquilos.
El lado bueno es que mantener nuestras verdaderas motivaciones ocultas hace posible que la sociedad siga funcionando, bajo el presupuesto de la confianza, la veracidad y la rectitud. Sin estas características a priori no nos relacionaríamos con nadie, no habría pareja, familia, amigos, comunidad, país, ni mundo ni humanidad, vaya.
No existirían sus opuestos: desconfianza, engaño, deshonestidad, ni sus correlativos: discriminación, explotación, encono, violencia y guerra.Pero tener claro que tales atributos son parámetros de desarrollo personal, primero, y social, después, hace patente que el cambio está en cada uno.
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